Escuchar el programa Jueves, 25 dic
(RV).- Es Navidad, y celebramos con alegría el misterio de este amor tan grande hacia
nosotros, la venida de Cristo al mundo, enviado por nuestro Padre, exhortándonos a
tenerlo siempre presente. Este misterio no sólo benefició a los que vivían en el tiempo
del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica a través de
la fe la gracia que él nos prometió.
Y alrededor de la celebración de esta
gran fiesta de Navidad se ha formado, en el transcurso de los años, una serie de costumbres
folklóricas que han contribuido a crear un ambiente festivo en la intimidad de las
familias y en las calles de pueblos y ciudades. Ya en el Siglo V se compusieron cantos
populares sobre el misterio de la Encarnación, inspirados en la teología y la liturgia
de Navidad.
Pero es en el siglo XIII, cuando San Francisco de Asís y sus discípulos
propagan la devota práctica de construir "belenes" en las iglesias y en las casas,
es en esta época que se difunde con mayor fuerza los villancicos de Navidad, caracterizados
por el tono sensible e ingenuo de sus letras y melodías.
Sin duda la luz es
uno de los signos tradicionales de la Navidad y uno de los más importantes, con ella
se quiere representar la "iluminación" obtenida por el nacimiento de Jesucristo, por
ello se introdujo desde hace mucho tiempo el hábito de encender fuegos durante la
noche de Navidad, reemplazando tradiciones precristianas. Hoy la luz se ha propagado
en alumbrados extraordinarios de los lugares públicos durante el tiempo de Navidad,
que alegran las ciudades y los pueblos.
Los antiguos germanos creían que el
mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco
llamado el "divino Idrasil" o el "dios Odín", al que le rendían
culto cada año en el solsticio de invierno, cuando suponían que se renovaba la vida.
La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encino con antorchas que
representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y
cantaban adorando a su dios.
Cuentan que San Bonifacio, evangelizador de Alemania,
derribó el árbol que representaba al dios Odín, y en el mismo lugar plantó un pino,
símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo
cristiano. Esta costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media y con las conquistas
y migraciones llegó a América.
La imagen de Santa Claus o Papa Noel, viejecito
regordete y sonriente que trae regalos a los niños buenos el día de Navidad tuvo su
origen en la historia de San Nicolás. Existen varias leyendas que hablan acerca de
la vida de este santo, pero todas lo muestran como un hombre bondadoso que con obras
y regalos ayuda a los niños y jóvenes en dificultad.
Son múltiples pues las
formas de celebrar la Navidad, pero lo más importante es recordar que esta fecha es
por excelencia una celebración familiar, obviamente fue una humilde familia de Nazaret
la protagonista de la llegada del Mesías, y ello ha marcado esta época como un período
para compartir en familia, estrechar los afectos, encontrarnos con nuestras raíces,
volver a nuestros orígenes y celebrar en comunidad nuestra identidad cristiana.