Audiencia general: el Papa señala que la crisis económica que está afectando a toda
la humanidad, paradójicamente puede ser una ocasión para redescubrir los valores típicos
de la Navidad, como la simplicidad, la amistad y la solidaridad
Miércoles, 17 dic (RV).- “Por el clima que la distingue, la Navidad es una fiesta
universal. Incluso los no creyentes pueden percibir en esta anual celebración cristiana
algo de extraordinario y trascendente”. Benedicto XVI ha dedicado la última audiencia
general del año (los próximos miércoles, 24 y 31 de diciembre, son días festivos)
para hablar de esta fiesta que “canta el don de la vida”.
La Navidad ha recordado
el Pontífice “es un acontecimiento que habla al corazón del hombre, es la fiesta que
celebra el nacimiento de un niño, que es siempre un evento que trae alegría. Tener
en el regazo a un recién nacido suscita conmoción y da ternura”, ha afirmado el Papa.
La
Navidad y el establo de la cueva de Belén -ha proseguido el Santo Padre- invitan a
los cristianos a pensar en los niños que nacen “en gran pobreza en muchas regiones
del mundo”, a los que “no son acogidos, a los que vienen rechazados”, “a los que no
llegan a sobrevivir por falta de cuidados y atenciones”. “¿Cómo no pensar en aquellas
familias que quisieran un hijo y en cambio no pueden tenerlo?
Pero “bajo el
empuje de un consumismo hedonista, la Navidad puede perder desgraciadamente el significado
espiritual, para reducirse a un simple intercambio de regalos comerciales”, ha señalado
Benedicto XVI. Sin embargo, “las dificultades, la incertidumbre y la misma crisis
económica mundial que está afectando en estos meses a tantas familias y a la entera
humanidad”, ha referido el Papa de manera paradójicamente positiva, “podrían ser una
ocasión y un estímulo para redescubrir el candor de la simplicidad, la amistad y la
solidaridad, que son los valores típicos de la Navidad”.
Efectivamente ha
reafirmado el Papa: “la Navidad, despojada de las incrustaciones consumistas y materiales,
puede ser una ocasión para acoger, como regalo personal, el mensaje de esperanza que
emana del misterio del nacimiento de Cristo”. Todo esto sin embargo no basta para
acoger en su plenitud el valor de la fiesta para la cual nos estamos preparando.
“Sabemos
que se trata del acontecimiento central de la historia: la Encarnación del Verbo divino
para la redención de la humanidad”. “Se renueva un año más el alto misterio de nuestra
salvación”. “La nueva redención es la felicidad eterna”. “Abramos, pues nuestro corazón
-ha exhortado el Pontífice- a la alegría pura.
En Navidad no nos limitamos
a conmemorar el nacimiento de un gran personaje; no celebramos simplemente y en abstracto
el misterio del nacimiento del hombre, o el misterio de la vida. En Navidad, ha explicado
el Papa, “recordamos algo mucho más concreto e importante para los hombres, algo esencial
para la fe cristiana: recordamos una verdad que san Juan resume en estas palabras:
‘el Verbo se ha hecho carne’”.
Para intentar abrir el corazón a esta verdad
que es la Navidad, que ilumina toda la existencia humana es necesario reconocer nuestras
limitaciones. En la cueva de Belén Dios se nos muestra como un humilde niño para vencer
nuestra soberbia. Se ha hecho pequeño para liberarnos de la humana pretensión de grandeza,
se ha encarnado libremente para hacernos libres, libres de amarlo.
El Papa
ha invitado a los fieles a meditar sobre “el sentido de nuestra existencia en esta
oportunidad privilegiada que nos brinda la solemnidad de la Navidad”. “Por una parte
-ha dicho- la Navidad nos ayuda a reflexionar sobre el dramatismo de la historia,
en la que los hombres heridos por el pecado van en busca perennemente de la felicidad;
y por otra parte nos exhorta a meditar sobre la bondad misericordiosa de Dios”. El
Santo Padre ha exhortado a prepararse a la Navidad “con humildad y simplicidad; a
acoger la Navidad de Cristo, como un evento capaz de renovar nuestra existencia”.
Al
finalizar la Audiencia General, Su Santidad el Papa ha tenido un breve encuentro,
en una sala contigua a la Aula Pablo VI, con los participantes al Coloquio promovido
por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligiosos sobre el tema: “Responsabilidad
de los líderes religiosos, especialmente en tiempo de crisis”. En el coloquio han
participado 12 representantes católicos guiados por el cardenal Jean Louis Tauran,
presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso y 12 exponentes musulmanes
encabezados por Mohamed Ahmed Sherif, secretario general de la Conferencia de la Asociación
Islámica mundial, con sede en Trípoli.
Benedicto XVI ha expresado su satisfacción
por el encuentro, animándoles a todos ellos en su cometido. Los participantes en el
encuentro han difundido un comunicado final en el que se reafirma el papel de las
religiones en la construcción de la paz y de la justicia en el mundo y se recuerda
también la responsabilidad de los líderes religiosos hacia los jóvenes para que no
sean víctimas del fanatismo y del radicalismo. El próximo encuentro se ha decidido
que sea dentro de dos años en Trípoli (Libia).
Este ha sido el resumen
que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra
lengua presentes en el Aula Pablo VI:
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy comienza la novena de Navidad,
que nos prepara inmediatamente para la fiesta en la que conmemoramos el nacimiento
del Señor, fiesta que canta también el don de la vida. La contemplación del Niño Dios
en el pesebre nos hace pensar en los niños pobres, en los que, concebidos, son rechazados
o, apenas nacidos, no tienen medios para sobrevivir. Descubramos los auténticos valores
de la Navidad, dejando de lado todo lo que ensombrece su genuino significado. En estos
días santos, los cristianos no conmemoramos el surgir de un gran personaje, y menos
aún el comienzo de una nueva estación. La Navidad recuerda un hecho fundamental: en
la oscuridad de la noche de Belén se hizo una gran luz. El Creador del universo se
encarnó uniéndose indisolublemente a la naturaleza humana y, sin dejar de ser realmente
Dios de Dios y luz de luz, se hizo al mismo tiempo verdadero hombre. El Verbo encarnado
es una Persona que se interesa por cada persona, es el Hijo de Dios vivo, que se hizo
pequeño para vencer nuestra soberbia y hacernos auténticamente libres, libres para
amarlo.
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua
española, en particular a los alumnos del Instituto “Ángel de Saavedra”, de Córdoba,
y a los demás grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos. Pidamos
a la Virgen María y a san José, que nos ayuden a prepararnos a la celebración de la
Navidad con el gozo de la fe, y que el encuentro con el Niño Jesús nos haga personas
abiertas a las necesidades de los hermanos. Feliz Navidad.
Como
siempre el Santo Padre, antes de finalizar la audiencia se ha dirigido a los jóvenes,
a los enfermos y a los recién casados. Queridos amigos, os agradezco vuestra participación
en este encuentro. Dentro de unos días será Navidad e imagino que en vuestras casas
estaréis finalizando el nacimiento, que constituye más que nunca una sugestiva representación
del Misterio de la Natividad de Cristo. Deseo que un elemento tan importante, no solamente
de nuestra fe, sino también de la cultura y del arte cristiano, continúe formando
parte de esta gran Solemnidad: en el fondo es un sencillo y elocuente modo de recordar
a Jesús que, haciéndose hombre, ha venido “para habitar entre nosotros”.