El director de la OIT subraya la estrecha relación entre la Declaración de los Derechos
del Hombre y la Doctrina Social de la Iglesia
Sábado, 13 dic (RV).- El director general de la Organización Internacional del Trabajo,
Juan Somavia, subrayó la estrecha relación entre la Declaración de los derechos humanos
y la Doctrina Social de la Iglesia, denunciando al mismo tiempo que hay billones para
salvar la economía financiera en la actual crisis pero no para luchar contra la pobreza,
el paro y la escasa protección social.
En la conmemoración, en el Vaticano,
del 60 aniversario de la Declaración de los Derechos del Hombre con un concierto al
que también asistió el Santo Padre, tuvo lugar un acto conmemorativo que se abrió
con la reflexión del cardenal Renato Raffaele Martino, y un importante discurso del
director general de la Organización Mundial de Trabajo (OIT), Juan Somavia, del que
destacamos algunos puntos fundamentales.
En primer lugar Somavia reconoció
que la esencia de esos derechos se encuentra en la dignidad del ser humano y subrayó
la estrecha relación entre la Declaración de la ONU, la Doctrina Social de la Iglesia
y la Constitución de la OIT, en su misión de promover y proteger esa dignidad, transformado
los valores en política y la política en acciones, para organizar la sociedad en modo
que se respete la dignidad de los pueblos.
Al hablar de las dificultades para
llevar a cabo ese proyecto se refirió a la actual crisis económica, precedida por
el aumento de los productos alimentarios, y convertida en crisis real, pero sobre
todo en crisis de valores. ¿Cómo es que hay billones para salvar la economía financiera
– se preguntó- y no para luchar contra la pobreza, el paro, la escasa protección social?
¿Qué ha pasado con ese mínimo de justicia social?
La importancia de esta justicia
se encuentra en la posibilidad de un trabajo digno para hombres y mujeres que han
de atender a sus familias y llevar los hijos a la escuela. Un trabajo digno es aquel
donde la gente viene respetada, se puede organizar y decir una palabra. Un trabajo
digno es aquel que supera las simples leyes del mercado, porque es la fuente de la
dignidad personal y de la estabilidad familiar. Su Santidad el Papa Benedicto XVI
ha dicho que el trabajo está en la base del desarrollo de la persona y de la sociedad,
-subrayó-, y es una base para la paz.
El director de la OIT cifró en cuatro
los objetivos para conseguir y posibilitar ese trabajo digno: la creación de empleo
y de un ambiente que permita la inversión y el desarrollo de la empresa, el respeto
al derecho al trabajo, la protección social según las posibilidades de cada economía,
con la igualdad entre sexos y ausencia de discriminación, para facilitar el diálogo
entre gobiernos, empresarios y trabajadores y el fomento de la solidaridad y cooperación
internacional.
Respecto a los riesgos de la globalización, Juan Somavía recordó
que ya antes de la crisis actual, había un malestar creciente por las desigualdades
estridentes y los desequilibrios que aquella comporta. “Demasiados hombres y mujeres
trabajaban en economías formales e informales, grupos sociales muy vulnerables que
incluyen trabajadores emigrantes procedentes de pueblos indígenas y tribales, víctimas
de la discriminación y la exclusión. Muchos ven en la marcha actual de la globalización,
la desembocadura en el vacío ético. Y justamente por eso es tan importante la opción
preferencial de la Iglesia por los pobres. Hemos de recordar que los mercados deberían
operar en un contexto guiado por los valores fundamentales de los seres humanos, de
sus derechos, de la familia y del bien común.
El director general de la OIT
ofreció a continuación posibles soluciones, con el imperativo de alcanzar algunos
equilibrios, como el de la relación entre la política y la función reguladora del
Estado, “porque de hecho hemos sobrevalorado los mercados, minusvalorado al Estado
y devaluado la dignidad del trabajo”.
“En segundo lugar, un equilibrio entre
la dimensión económica, social y ambiental de la vida, o lo que es lo mismo una aproximación
a un desarrollo sostenible. Tercero, un equilibrio entre la economía financiera y
la economía real. El sistema financiero debe retomar su principio básico, el de contribuir
a la inversión productiva facilitando el comercio y apoyando las necesidades razonables
del consumo. Y cuarto, un equilibrio entre capital y trabajo, puesto que en estas
dos últimas décadas el valor del trabajo ha ido cediendo progresivamente”.
“Como
nos recordaba Juan Pablo II, en la Misa Jubilar de los Trabajadores del año dos mil:
“Todos deben trabajar a fin de que nuestro sistema económico no descomponga el orden
fundamental de la prioridad del trabajo sobre el capital, del bien común sobre el
interés privado”. En la búsqueda de un equilibrio, hemos de obtener la fuerza de la
Rerum Novarum, que ha nos ha suministrado una ‘brújula moral’ para guiar el comportamiento
con un “compromiso por la justicia”.
El director general de la OIT concluyó
invitando a una democracia más participativa, porque tenemos un sistema multilateral
insuficiente, que no produce la coherencia política necesaria hoy día. De ahí la necesidad
de un nuevo tipo de gobierno global, para una comunidad global que no sólo incluya
a los gobiernos. Es necesario un acuerdo que agrupe a las organizaciones internacionales
que tratan sobre finanzas, comercio, desarrollo y trabajo para reforzar juntos políticas
y programas de creación de empleo, protección social y necesidades semejantes.