2008-12-13 16:23:13

Ante los conflictos y tensiones en la actual situación mundial, Benedicto XVI destaca la importancia de colaborar en favor de la justicia y la concordia entre los pueblos


Sábado, 13 dic (RV).- Benedicto XVI ha destacado la importancia, ante los conflictos y tensiones en la actual situación mundial, de las fructuosas relaciones que existen entre la Santa Sede e Italia y - mientras se acerca la fiesta de la Navidad del Señor Jesús - ha dirigido sus mejores deseos de paz y prosperidad al amado pueblo italiano y a toda la humanidad. Con estas palabras, el Papa ha concluido el discurso que ha pronunciado esta mañana, visitando la embajada italiana ante la Santa Sede: «Mi deseo de paz abraza a también a todos los países de la tierra, abarcando tanto a los representados oficialmente ante la Santa Sede como a todos los demás. Es un deseo de luz y de auténtico progreso humano, de prosperidad y de concordia. Realidades todas estas a las que podemos aspirar con confiada esperanza, porque son dones que Jesús ha traído al mundo naciendo en Belén. La Virgen María, que hace unos días veneramos como Inmaculada Concepción, obtenga de su Hijo, el Príncipe de la paz - para Italia y para el mundo entero - estos dones y todo verdadero bien anhelado».

Tras recordar las visitas que realizaron sus tres predecesores - los Siervos de Dios Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo II - el Papa se ha referido también a los recientes encuentros que ha mantenido con el presidente de la República de Italia y ha reiterado que «en la ciudad de Roma conviven pacíficamente y colaboran fructuosamente» el estado de esta nación y la Sede Apostólica. Como se recordará, el próximo mes de febrero, en la celebración del 80 aniversario de la firma de los Pactos de Letrán, subrayándose así la colaboración y los importantes vínculos diplomáticos, sociales y religiosos entre la Iglesia y este país: «Se trata de un entendimiento más importante y significativo que nunca en la actual situación mundial, en la que el perdurar de los conflictos y tensiones entre los pueblos hace cada vez más necesaria una colaboración entre todos aquellos que comparten los mismos ideales de justicia, solidaridad y paz».

Recordando su Encíclica Dios es Amor, Benedicto XVI ha reiterado que «es propio de la estructura fundamental del cristianismo la distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios (cf. Mt 22, 21), esto es, entre Estado e Iglesia» (Deus Caritas Este, 28). Distinción y autonomía que con alegría la Iglesia reconoce, respeta y acoge como gran progreso de la humanidad y como condición fundamental para la misma libertad de la Iglesia y el cumplimiento de su misión universal de salvación entre todos los pueblos.

Al mismo tiempo, el Papa ha hecho hincapié en que la Iglesia siente como tarea suya, siguiendo lo que establece su propia doctrina social -«a partir de lo que es conforme a la naturaleza de todo ser humano» (Ibid)- dar un impulso renovado a las fuerzas morales y espirituales en la sociedad, contribuyendo a abrir las voluntades a las auténticas exigencias de bien. En este contexto, Benedicto XVI ha subrayado la importancia de la colaboración entre Iglesia y Estado y el valor que tienen para la vida privada y pública los principios éticos que la Iglesia contribuye a garantizar y promover con la dignidad humana de la persona y el bien común de la misma sociedad.

El Santo Padre ha querido expresar su profunda gratitud por la preciada contribución que esta sede diplomática, en particular, y las autoridades italianas en general, ofrecen generosamente para que la Santa Sede pueda desarrollar libremente su misión universal. Finalmente, Benedicto XVI ha calificado como «verdaderamente significativo» el que la representación diplomática italiana ante la Santa Sede se encuentre, desde 1929, en el mismo lugar donde vivió san Carlos Borromeo cuando era joven y ejercía el cargo de colaborador del Romano Pontífice en la Curia Romana, guiando la que se define normalmente como ‘diplomacia de la Santa Sede.

La visita del Santo Padre había empezado con un momento de oración en la Capilla del antiguo e histórico edificio que acoge la embajada de Italia ante la Santa Sede, el ‘Palazzo Borromeo’. Palacio y capilla cuyo nombre está indisolublemente ligado, precisamente a la vida de san Carlos Borromeo y que acaba de ser restaurada y bendecida hace algunos días por el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone.

El Pontífice ha evocado la profunda conversión que impulsó a san Carlos Borromeo a una vida evangélica y que le llevó, siendo obispo, a la Archidiócesis de Milán. Entregándose plenamente a su ministerio episcopal, promoviendo la reforma de la Iglesia según el espíritu del Concilio de Trento y mostrando una cercanía constante a la población. En particular, durante los años de la peste, por lo que se le llamó el «Ángel» de los que sufrían esta enfermedad. «La vivencia humana y espiritual de san Carlos Borromeo muestra cómo la gracia divina puede transformar el corazón del hombre y hacerlo capaz de un amor a los hermanos que llega al sacrificio de sí mismo».







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