2008-12-01 17:34:59

El Papa subraya la libertad de enseñanza e investigación en la Universidad frente a los intereses económicos y políticos y advierte ante los peligros de las tecnologías informáticas para las nuevas generaciones, desconcentradas y aisladas en una realidad cada vez más virtual


Lunes, 1 dic (RV).- Benedicto XVI ha recibido en audiencia, al final de esta mañana, a los docentes y alumnos de la universidad italiana de Parma, que, para conmemorar sus antiguas raíces, ha elegido como figura representativa a san Pedro Damián, cuyo milenario de nacimiento se acaba de celebrar. Encuentro en el que el Papa ha reflexionado sobre la particular actualidad de este santo camaldulense en lo que se refiere al ambiente universitario de nuestros días, poniendo de relieve que supo sintetizar la vida eremítica y la actividad eclesial, en una «armónica tensión entre los dos polos fundamentales de la existencia humana: la soledad y la comunión».

Tras recordar que la actividad universitaria fue su primer ámbito de trabajo, durante largos años, y que nunca ha dejado de seguirla y de sentirse espiritualmente ligado a ella, Benedicto XVI, se ha referido a las muchas veces que ha tenido la posibilidad de hablar en diversos ateneos. Como fue, precisamente en la universidad de Parma, en 1990. Cuando reflexionó sobre «‘los caminos de la fe’ en medio de los cambios del tiempo presente», en particular, en lo que concierne a Europa.

Haciendo hincapié en la herencia espiritual que nos ha dejado san Pedro Damián, el Papa ha reiterado la validez de su mensaje y la importancia de la universidad para nuestro tiempo. Ante los desafíos que deben afrontar las nuevas generaciones debido al desarrollo de las tecnologías informáticas, la carencia de principios unificadores, los grandes interrogativos que interpelan la conciencia del hombre contemporáneo, el sentido auténtico de las reformas y de la libertad.

El Santo Padre ha señalado el dúplice riesgo que la difusión de las nuevas tecnologías informáticas presenta para las nuevas generaciones: «Por una parte, el peligro de ver que se reduce cada vez más la capacidad de concentración y de aplicación mental, en el plano personal. Por otra, el de aislarse individualmente en una realidad cada vez más virtual. Por lo que la dimensión social se dispersa en mil fragmentos, al tiempo que la personal se encierra en un ensimismamiento, tendiendo a cerrarse a relaciones constructivas con el prójimo y con la diversidad. Sin embargo la universidad, por su misma naturaleza vive precisamente gracias al virtuoso equilibrio entre el momento individual y el comunitario, entre la investigación y la reflexión de cada uno, el compartir y la confrontación abiertos a los demás, en un horizonte que tiende a lo universal».

Luego, Benedicto XVI ha recordado que «también nuestra época, así como la de Pedro Damián está marcada por particularismos e incertidumbres, debido a la carencia de principios unificadores»: «Los estudios académicos deberían, sin duda alguna, contribuir a cualificar el nivel formativo de la sociedad. No sólo en el plano de la investigación científica entendida en su sentido estricto, sino también, en general, ofreciendo a los jóvenes la posibilidad de madurar intelectual, moral y civilmente, confrontándose con los grandes interrogativos que interpelan la conciencia del hombre contemporáneo».

«Si se desea que un ambiente humano mejore en calidad y eficiencia, en primer lugar es necesario que cada uno comience reformándose a sí mismo, corrigiendo lo que puede perjudicar el bien común o, de alguna manera, obstaculizarlo», ha señalado asimismo el Santo Padre. Poniendo de relieve que la historia enumera a san Pedro Damián entre los grandes reformadores de la Iglesia - alma de la Reforma gregoriana, que marcó el paso del primer milenio al segundo – Benedicto XVI ha subrayado la importancia del genuino concepto de reforma, mencionando la que se refiere a la universitaria en general y, en particular, en la actualidad en Italia:

«Pienso que, teniendo en cuenta las debidas proporciones, sigue siendo siempre válido este enseñamiento: las modificaciones estructurales y técnicas son eficaces efectivamente si están acompañadas de un serio examen de conciencia de parte de los responsables en todos los niveles. De parte de cada docente, de cada alumno, de cada empleado técnico y administrativo».

Antes de concluir su denso discurso, el Santo Padre ha querido destacar el concepto de libertad, enlazado con el de reforma: «La validez de una reforma de la Universidad no puede dejar de verificarse sino en su libertad: libertad de enseñanza, libertad de investigación, libertad de la institución académica en relación con los poderes económicos y políticos. Ello no significa un aislamiento de la Universidad de la sociedad, ni ensimismamiento, ni mucho menos perseguir intereses meramente privados, aprovechando recursos públicos. ¡Ciertamente, no es ésta la libertad cristiana! Verdaderamente libre, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia, es aquella persona, aquella comunidad y aquella institución que responde plenamente a su propia naturaleza y a su propio fin. Y la vocación de la Universidad es la formación científica y cultural de las personas para el desarrollo de toda la comunidad social y civil».







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