El presidente del Consejo pontificio para la cultura afirma, recordando las palabras
del Papa, que el concepto de verdad debe ser asumido en su máxima expansión, superando
“la limitación decretada por la razón a lo que es verificable experimentalmente y
abriéndose a la verdad en su totalidad”
Jueves, 27 nov (RV).- “La ciencia 400 años después de Galileo Galilei. El valor y
la complejidad ética de la investigación tecno-científica contemporánea” es el título
del congreso celebrado ayer por la tarde, con motivo del 60 aniversario de la fundación
de Finmecánica, el ente italiano que trabaja en el campo de la tecnología a todos
los niveles, desde la mecánica hasta la científica. Este encuentro contó con la
participación del cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado vaticano y de Mons.
Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura.
Mons.
Ravasi se refirió en su intervención a los muchos caminos que pasan entre la ciencia
y la teología y afirmó que, sin embargo, existe la necesidad de que un solo camino
“gire entorno a una cuestión que a nivel ideal y práctico hable de la verdad”. De
este modo citó el discurso del Siervo de Dios Juan Pablo II de 1980, al dirigirse
precisamente a los científicos y estudiantes en la catedral de Colonia, Alemania,
en que afirmaba que “cuando la ciencia es entendida como ‘un hecho técnico’ los procesos
de investigación conducen a un resultado de tipo técnico”.
El presidente del
Consejo Pontificio para la Cultura añadió que en materia de ‘conocimiento’, tiene
valor lo que conduce al resultado; aunque subrayó que actualmente en el mundo, este
proceso se reduce a un conjunto de fenómenos manipulables porque el objeto de la ciencia
es funcional y se la analiza en proporción a esta funcionalidad, colocando la verdad
en un plano superficial que, en ocasiones, es rechazado. Por eso recordó que Benedicto
XVI afirma que el concepto mismo de verdad debe ser asumido en su máxima expansión,
superando “la limitación decretada por la razón a lo que es verificable de modo experimental,
y abriéndose a la verdad en su totalidad. De ahí que, en este sentido, la teología
no sólo como disciplina histórica y humano-científica, sino como interrogativo sobre
la razón de la fe, debe tener su lugar en la universidad y en el amplio diálogo de
las ciencias, para propiciar una visión plena que no impone saltos de frontera, confundiendo
los modos específicos y los estatutos propios de cada disciplina, sino que constituye
el diálogo fecundo y las encrucijadas positivas en la búsqueda de la verdad que libera”.