El Papa resalta la posibilidad del ser humano de decidir, si practicar la justicia
o la iniquidad, si abrazar el amor y el perdón o la venganza y el odio homicida, “de
esto depende nuestra salvación personal pero también la salvación del mundo”
Sábado, 22 nov (RV).- Nuestra salvación personal y la del mundo depende de nuestra
libre decisión de acoger la justicia y el amor de Dios: así lo ha manifestado el Papa
esta mañana en el aula Pablo VI a más de 3 mil fieles procedentes de la archidiócesis
de Amalfi-Cava de Tirreni, llegados a Roma en peregrinación, con las reliquias del
patrono, san Andrés, que se conservan desde el siglo IV en la cripta de la catedral.
El
Santo Padre en la vigilia de la Solemnidad de Cristo Rey ha invitado a dirigir la
mirada hacia Jesús, Señor del Universo, nuestra esperanza, “Pastor bueno, dispuesto
a cuidar de sus ovejas perdidas, reunirlas para que pastoreen y para que después puedan
reposar en lugar seguro”.
“Con paciencia, Él va a la búsqueda de la oveja
descarriada, cuida a que está enferma. Solo en Él podemos encontrar la paz que Él
nos ha conquistado con el precio de su sangre, cargando sobre sí con los pecados del
mundo y obteniendo para nosotros la reconciliación”.
Cristo es el Pastor bueno
y misericordioso pero también el Juez justo que en el Juicio Final separará los buenos
de los malos. Pero “decisivo será el criterio del juicio”.
Este criterio del
juez justo es el amor, la caridad concreta con el prójimo, en particular con los “pequeños”
con las personas con mayor dificultad: hambrientos, sedientos, extranjeros, desnudos,
enfermos, presos. El rey declara solemnemente a todos que todo aquello que han hecho
o no han hecho a los demás, se lo han hecho o no lo han hecho a Él. Es decir, Cristo
se identifica con sus “hermanos más pequeños”, y el juicio final será el balance de
cuanto ya ha ocurrido en la vida terrena.
Y “esto es lo que interesa a Dios.
A Él -ha dicho el Papa- no le importa la realeza histórica, quiere reinar en el corazón
de las personas y desde allí en el mundo. Él es el Rey de todo el universo, pero el
punto crítico, la zona donde su Reino está en peligro es nuestro corazón, porque allí
Dios se encuentra con nuestra libertad”.
“Nosotros y solamente
nosotros podemos impedirle que reine en nosotros, y por lo tanto podemos poner obstáculo
a su realeza en el mundo: sobre la familia, sobre la sociedad, sobre la historia.
Nosotros, hombres y mujeres tenemos la posibilidad de escoger con quien queremos aliarnos:
si con Cristo y con sus ángeles o con el diablo y sus secuaces, por utilizar el mismo
lenguaje del Evangelio. Por lo tanto nos toca a nosotros decidir, si practicar la
justicia o la iniquidad, si abrazar el amor y el perdón o la venganza y el odio homicida.
De esto depende nuestra salvación personal pero también la salvación del mundo”.
Por
esto Jesús -ha concluido el Papa- quiere asociarnos a su realeza; es por eso que nos
invitar a colaborar en la llegada de su Reino de amor, de justicia y de paz.
“Nos
corresponde a nosotros responderle no con las palabras, sino con los hechos: escogiendo
el camino del amor eficaz y generoso hacia el prójimo. Nosotros permitimos a Él que
extienda su señorío en el tiempo y en el espacio”.