2008-10-30 13:03:16

Benedicto XVI recuerda, entre otros, el compromiso de Canadá y del Vaticano con otros países para apoyar la aplicación del Convenio para la interdicción de las minas antipersonales y para promover su universalización, al recibir a la nueva embajadora de esta nación ante la Santa Sede


Jueves 30 oct (RV).- El Santo Padre comenzó sus actividades públicas esta mañana a las 11,00 recibiendo en audiencia, en el palacio apostólico del Vaticano, a la Sra. Anne Leahy, nueva embajadora de Canadá ante la Santa Sede, quien presentó al Pontífice sus cartas credenciales.

Al dar su cordial bienvenida a la nueva embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de Canadá ante la Santa Sede, Benedicto XVI le agradeció los saludos calurosos transmitidos de parte del Gobernador General de esta nación, a la vez que le pidió que le exprese sus mejores deseos para su persona así como para todo el pueblo canadiense, deseando que la nueva legislatura que comienza en su país contribuya a la promoción del bien común y a la consolidación de una sociedad cada vez más fraterna.

Tras destacar que las relaciones diplomáticas entre Canadá y el Vaticano ya tiene una larga historia, puesto que pronto se celebrará el 40° aniversario de su establecimiento, el Papa recordó que sin embargo, los vínculos entre la Sede Apostólica y este país se remontan a varios siglos; relaciones que, dijo, dieron una inflexión particular a la presencia de la Iglesia. Por otra parte, Benedicto XVI aludió al hecho significativo de que el Papa Juan Pablo II haya efectuado tres viajes apostólicos a Canadá, el último de los cuales tuvo lugar en el año 2002 con motivo del XVII Jornada mundial de la juventud.

En efecto el Papa recordó que su venerado predecesor, decía a su llegada a Toronto, dirigiéndose al Primer Ministro: “Los canadienses son los herederos de un humanismo extraordinariamente rico, gracias a la asociación de numerosos elementos culturales. Pero el núcleo de su herencia, es la concepción espiritual y trascendente de la vida, fundada en la Revelación cristiana, que dio un impulso vital a su desarrollo como sociedad libre, democrática y solidaria, reconocida en todo el mundo como un canto a los derechos de la persona humana y su dignidad”.

Benedicto XVI manifestó asimismo a la diplomática su satisfacción por la revitalización de los vínculos de acuerdo entre la Iglesia Católica y las comunidades autóctonas del Canadá, cuya señal muy positiva fue la visita de uno de sus representantes a la Asamblea de la Conferencia episcopal canadiense. También se alegró por el compromiso de su país para desarrollar las colaboraciones multilaterales en favor de la solución de numerosos problemas que desafían a la humanidad en nuestro tiempo. Y dijo que el compromiso de Canadá en los esfuerzos de la Comunidad internacional para la investigación y la consolidación de la paz y la reconciliación en varias regiones del mundo es una contribución importante al establecimiento de un mundo más justo y más solidario donde se respeta a toda persona humana en su vocación fundamental.

El Papa subrayó además el “compromiso de Canadá, junto con la Santa Sede y otros países, para sostener la aplicación de la Convención para la interdicción de las minas ‘antipersonales’, promoviendo la universalización de este instrumento jurídico internacional”. Benedicto XVI reiteró asimismo el compromiso de la Sede Apostólica, aunado con el gobierno canadiense y otras naciones para impulsar la paz y la estabilidad y el desarrollo en la región de los Grandes Lagos en África.

Exhortando a reflexionar sobre los caminos que Cristo invita a trazar, el Santo Padre alentó a tutelar en todo momento la defensa y promoción de la vida y de la familia fundada en el matrimonio. Y ante las amenazas que manifiestan una preocupante regresión en la concepción y dignidad del ser humano, el Papa se refirió a la “necesidad de redefinir el sentido del ejercicio de la libertad y la importancia de sus orígenes divinos”. En particular, ante ciertas interpretaciones que señalan que “sólo el individuo puede decidir, la fisonomía, las características y las finalidades de la vida, de la muerte y del matrimonio”.

Además, al recordar que “el ejercicio de esta libertad implica la referencia a una ley moral natural, de carácter universal, que precede y une todos los derechos y deberes”, el Obispo de Roma manifestó su apoyo “a las iniciativas de los obispos canadienses en favor de la familia, y, por lo tanto, en favor de la dignidad humana de la persona”.

Sin olvidar el importante papel de las escuelas católicas en la educación humana y espiritual de la juventud, también en Canadá, el Papa reiteró el derecho inalienable de los padres por lo que respecta a la educación religiosa de sus hijos. Pues “contribuyendo a la transmisión de la fe a las nuevas generaciones, se prepara el diálogo entre los diferentes componentes de la nación, las escuelas católicas realizan una exigencia constante de la misión de la Iglesia, por el bien de todos, y enriquecen el conjunto de la sociedad canadiense”.

Entre los importantes signos de esperanza que se presentan en la actualidad, el Santo Padre manifestó su gran alegría por el buen logro del 49° Congreso Eucarístico Internacional, que se clausuró el pasado mes de junio. Y alentó a los canadienses a perseverar en su bella y larga tradición de apertura, en particular hacia las personan más frágiles. Benedicto XVI concluyó su denso discurso con el anhelo de que “el compromiso de los cristianos en la vida de la sociedad sea, cada vez más, expresión de un amor que busca el bien integral del hombre”.







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