Los cuatro puntos del Mensaje sinodal: “La Voz de la Palabra: la Revelación”; “El
Rostro de la Palabra: Jesucristo”; “La Casa de la Palabra: la Iglesia”; y “Los Caminos
de la Palabra: la Misión”
Viernes, 24 oct (RV).- En presencia de Benedicto XVI y con el canto de la Ora Tertia,
en el Aula del Sínodo de los Obispos, ha tenido lugar la vigésimo primera Congregación
general de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre, “La
Palabra de Dios en la Vida y en la misión de la Iglesia”.
Los trabajos se
dedicaron a la presentación y votación del Mensaje, que ha sido aprobado. Luego, al
final de esta mañana, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el presidente y el
vicepresidente de la comisión para el Mensaje de esta Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos - el Arzobispo Gianfranco Ravasi, Presidente del Pontificio
Consejo para la Cultura, y Mons. Santiago Jaime Silva Retamales, Obispo Auxiliar de
Valparaíso, Chile - han intervenido, en una conferencia de prensa.
«La Voz
de la Palabra: la Revelación»; «El Rostro de la Palabra: Jesucristo»; «La Casa de
la Palabra: la Iglesia» y «Los Caminos de la Palabra: la Misión». Son los cuatro
puntos del Mensaje, que acaba con la conclusión, de los Padres sinodales reunidos
en Roma, para la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
«A
los hermanos y hermanas ‘paz ... y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor
Jesucristo. La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo en la
vida incorruptible’. Con este saludo tan intenso y apasionado san Pablo concluía su
Epístola a los cristianos de Éfeso» (6, 23-24). Con estas mismas palabras, los Padres
sinodales, comienzan su «mensaje dirigido al inmenso horizonte de todos aquellos que
en las diferentes regiones del mundo siguen a Cristo como discípulos y continúan amándolo
con amor incorruptible».
Un Mensaje que encomiendan ante todo a los Pastores,
a los tantos y generosos catequistas y a todos aquellos que guían en la escucha y
en la lectura amorosa de la Biblia. Los Padres sinodales proponen este Mensaje como
«un viaje espiritual que se desarrollará en cuatro etapas y desde lo eterno y lo infinito
de Dios nos conducirá hasta nuestras casas y por las calles de nuestras ciudades.
La
voz de la Palabra: La Revelación. La voz divina que penetra en la historia, herida
por el pecado humano y atormentada por el dolor y la muerte. La voz del Señor en camino
con la humanidad para ofrecer su gracia, su alianza y su salvación. Una voz que baja
a las páginas de las Sagradas Escrituras, que nosotros leemos ahora en la Iglesia,
con la guía del Espíritu Santo que ha sido donado a ella y a sus pastores como luz
de la verdad.
Luego, aparece el Rostro. Es Jesucristo, Hijo del Dios eterno
e infinito, pero también hombre mortal, ligado a una época histórica, a un pueblo
y a una tierra. Él vive la existencia fatigosa de la humanidad hasta la muerte, pero
resucita glorioso y vive por siempre. Él hace perfecto nuestro encuentro con la Palabra
de Dios. Para que comprendamos que las Escrituras son palabras humanas que debemos
comprender y estudiar que custodian en su interior la luz divina, que sólo con el
Espíritu Santo podemos vivir y contemplar.
El mismo Espíritu Santo que conduce
al tercer punto de este Mensaje e itinerario espiritual: La Casa de la Palabra divina,
es decir la Iglesia, que a su vez se sujeta en cuatro pilares ideales. La enseñanza
– leer y comprender la Biblia en el anuncio, en la catequesis, en las homilías, con
una proclamación que implique mente y corazón. La Eucaristía, fuente y culmen de la
vida y de la misión de la Iglesia. La oración y la comunión fraterna.
La
última etapa de este Mensaje y camino espiritual – Los caminos de la Palabra: La Misión
– recuerda la importancia de que la Palabra de Dios recorra las calles del mundo,
que hoy son también las de la comunicación informática, televisiva y virtual. La Biblia
debe entrar en las familias, para que padres e hijos la lean, recen con ella y sea
para las familias una lámpara para los pasos en el camino de la existencia.
Las
Sagradas Escrituras deben entrar también en las escuelas y en los ámbitos culturales.
Porque durante siglos han sido la referencia capital del arte, de la literatura, de
la música, del pensamiento y de la misma ética común. Una bandera de la belleza espiritual,
en la fe y en la cultura, en un mundo a menudo desfigurado.
La Palabra de
Dios - para usar una significativa imagen paulina - «no está encadenada» (2Tm
2, 9) a una cultura; es más, aspira a atravesar las fronteras y, precisamente el Apóstol
fue un artífice excepcional de inculturación del mensaje bíblico dentro de
nuevas coordenadas culturales. Es lo que la Iglesia está llamada a hacer también hoy,
mediante un proceso delicado pero necesario, que ha recibido un fuerte impulso del
magisterio del Papa Benedicto XVI, señala asimismo este Mensaje, que añade que la
Iglesia «tiene que hacer que la Palabra de Dios penetre en la multiplicidad de las
culturas y expresarla según sus lenguajes, sus concepciones, sus símbolos y sus tradiciones
religiosas. Sin embargo, debe ser capaz de custodiar la sustancia de sus contenidos,
vigilando y evitando el riesgo de degeneración».
La Biblia se presenta también
como el clamor del dolor que sube desde la tierra, saliendo al paso del grito de los
oprimidos y del lamento de los infelices. Tiene en su culmen la cruz de Cristo. Y
La presencia del Hijo de Dios ilumina con su luz pascual, su esperanza y su gloria
la oscuridad del mal y de la muerte. Por los caminos del mundo - recuerdan también
los Padres sinodales – caminan con nosotros los hermanos y hermanas de las otras Iglesias
y comunidades cristianas que, aun en las separaciones, viven una real unidad aunque
no sea plena, por medio de la veneración y el amor hacia la Palabra de Dios.
Por
los caminos del mundo encontramos a menudo a hombres y mujeres de otras religiones
que escuchan y practican fielmente los dictámenes de sus libros sagrados y que con
nosotros pueden edificar un mundo de paz y de luz. Porque Dios quiere que «todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1 Tm 2,4),
reitera el Mensaje sinodal que se dirige con palabras conmovedoras también a «nuestros
hermanos y hermanas perseguidos o asesinados a causa de la Palabra de Dios y el testimonio
que dan al Señor Jesús (cf. Ap 6, 9): como testigos y mártires nos cuentan
la fuerza de la palabra (Rm 1, 16), origen de su fe, su esperanza y su amor
por Dios y por los hombres».
En la conclusión se invita a hacer ahora un «silencio
para escuchar con eficacia la Palabra del Señor» y a mantener «el silencio luego de
la escucha porque seguirá habitando, viviendo en nosotros y hablándonos. Hagámosla
resonar al principio de nuestro día, para que Dios tenga la primera palabra y dejémosla
que resuene dentro de nosotros por la noche, para que la última palabra sea de Dios».
Benedicto
XVI ha invitado a todos los participantes en esta asamblea sinodal a un almuerzo que
tendrá lugar mañana, sábado 25 de octubre, en la Casa de Santa Marta en el Vaticano,
«en señal de común alegría por la conclusión de las intensas jornadas de trabajos».