El Papa ha recibido esta mañana en audiencia a los obispos de la Conferencia Episcopal
de Ecuador en visita ad limina, una oportunidad -como ha subrayado Benedicto XVI -
para poner en práctica el mandato que el Señor dirigió al Apóstol Pedro de confirmar
a los hermanos en la fe
Jueves, 16 oct (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a los obispos
de la Conferencia Episcopal de Ecuador en visita ad limina, una oportunidad -como
el Papa ha subrayado- para poner en práctica el mandato que el Señor dirigió al Apóstol
Pedro de confirmar a los hermanos en la fe. Ante todo el Papa les ha manifestado su
profundo pesar por la muerte del cardenal Antonio José González Zumárraga, arzobispo
emérito de Quito, “quien con tanta abnegación y fidelidad –ha dicho- ha servido a
la Iglesia hasta el final de sus días”. El papa ha asegurado sus oraciones al Señor
por su eterno descanso y para que acreciente la fecunda labor realizada por tan ejemplar
pastor.
El Santo Padre, movido por la solicitud de Pastor de la Iglesia universal,
ha asegurado sentirse muy unido a las preocupaciones de los obispos, y en este sentido
les ha alentado a proseguir con esperanza la generosa entrega al servicio de las Comunidades
diocesanas que les han confiado. Además el Pontífice ha constatado con satisfacción
que una de las iniciativas pastorales más urgentes para la Iglesia en Ecuador es la
realización de la “gran misión” convocada por el Episcopado Latinoamericano en Aparecida,
y que ha sido confirmada en el Tercer Congreso Americano Misionero, celebrado en Quito
el pasado mes de agosto.
“También hoy, como en todas las épocas y lugares,
ha dicho Benedicto XVI, los hombres tienen necesidad de un encuentro personal con
Cristo, en el que puedan experimentar la belleza de su vida y la verdad de su mensaje”.
Y añadió:
“Para hacer frente a los numerosos desafíos de vuestra misión, y
en medio de un ambiente cultural y social que parece olvidar las raíces espirituales
más profundas de su identidad, os invito a abriros con docilidad a la acción del Espíritu
Santo, para que, impulsados por su fuerza divina, se renueve el ardor misionero de
los inicios de la predicación evangélica, así como del primer anuncio del Evangelio
en vuestras tierras. Para ello, resulta necesario llevar a cabo un generoso esfuerzo
de difusión de la Palabra de Dios, de tal manera que nadie se quede sin este imprescindible
alimento espiritual, fuente de vida y de luz. La lectura y meditación de la Sagrada
Escritura, en privado o en comunidad, llevará a la intensificación de la vida cristiana,
así como a un renovado impulso apostólico en todos los fieles”.
Por otra parte,
el Papa ha destacado la plena consciencia de que este esfuerzo misionero se apoya
de una manera especial en los sacerdotes. Y en este contexto el Santo Padre ha recomendado
a los prelados ecuatorianos el acompañamiento de los presbíteros con la oración, afecto
y cercanía, asegurándoles, además, una adecuada formación permanente que les ayude
a mantener vibrante su vida sacerdotal. Asimismo Benedicto XVI ha pedido a los obispos
que sigan alentando a los religiosos en su testimonio de vida consagrada, “que tantos
frutos de santidad y de evangelización han dado en esas tierras, y animarlos para
que, fieles a su carisma y en plena comunión con los Pastores, prosigan en su abnegado
servicio a la Iglesia”.
El Santo Padre ha destacado a continuación que “ante
la escasez de clero en muchas zonas de su país, los obispos ecuatorianos están decididamente
empeñados en implicar a todos los grupos, movimientos y personas de sus diócesis en
una amplia y generosa pastoral vocacional, sembrando en los jóvenes la pasión por
la figura de Jesús y los grandes ideales del Evangelio”.
“En esta importante
etapa de la historia –dijo-, la Iglesia en Ecuador necesita un laicado maduro y comprometido
que, con una sólida formación doctrinal y una profunda vida interior, viva su vocación
específica: iluminar con la luz de Cristo toda la realidad humana, social, cultural
y política (cf. Lumen gentium n. 31). A este respecto, quiero agradecer el esfuerzo
que lleváis a cabo, no sin grandes sacrificios, para reclamar la atención de la sociedad
sobre aquellos valores que hacen la vida humana más justa y solidaria. Si bien la
actividad de la Iglesia no puede confundirse con el quehacer político (cf. Deus caritas
est, n. 28), ha de ofrecer al conjunto de la comunidad humana su propia contribución
a través de la reflexión y de los juicios morales, incluso sobre aquellas cuestiones
políticas que afectan de modo especial a la dignidad de la persona” (cf. Gaudium et
spes, n. 76).
Por último, Benedicto XVI ha exhortado al episcopado ecuatoriano
a prestar una atención especial a la acción caritativa de sus Iglesias, en la que
se haga presente el amor misericordioso de Cristo, sobre todo a las personas que pasan
necesidad, los ancianos, los niños, los emigrantes, así como a las mujeres abandonadas
o maltratadas. Y aludiendo a la reciente canonización de santa Narcisa de Jesús Martillo
Morán, el Papa ha resaltado que se pone de manifiesto la fecundidad espiritual de
sus comunidades.
Sigue, a continuación, el discurso completo del Papa a los
obispos ecuatorianos:
Queridos Hermanos en el Episcopado:
1. Con gran
alegría os recibo en vuestra visita ad limina, que con tanto deseo he esperado, y
que me ofrece la oportunidad de poner en práctica el mandato que el Señor dirigió
al Apóstol Pedro de confirmar a los hermanos en la fe (cf. Lc 22, 32). Antes de nada,
permítanme manifestarles mi profundo pesar por la muerte del Cardenal Antonio José
González Zumárraga, Arzobispo emérito de Quito, quien con tanta abnegación y fidelidad
ha servido a la Iglesia hasta el final de sus días. Ruego al Señor por su eterno descanso
y para que acreciente la fecunda labor realizada por tan ejemplar Pastor. Agradezco
las amables palabras que me ha dirigido Mons. Antonio Arregui Yarza, Arzobispo de
Guayaquil y Presidente de la Conferencia Episcopal, con las que ha expresado vuestros
sentimientos de afecto y comunión, así como los principales anhelos que animan vuestra
misión de sucesores de los Apóstoles. También yo, movido por la solicitud de Pastor
de la Iglesia universal, me siento muy unido a vuestras preocupaciones y os aliento
a proseguir con esperanza la generosa entrega al servicio de las Comunidades diocesanas
que se os han confiado.
2. Constato con satisfacción que una de las iniciativas
pastorales que consideráis más urgentes para la Iglesia en Ecuador es la realización
de la “gran misión” convocada por el Episcopado Latinoamericano en Aparecida (cf.
Documento Conclusivo, n. 362), y que ha sido confirmada en el Tercer Congreso Americano
Misionero, celebrado en Quito el pasado mes de agosto. El llamado que el Señor Jesús
dirigió a sus discípulos, enviándoles a predicar su mensaje de salvación y hacer discípulos
suyos a todos los pueblos (cf. Mt 28, 16-20), debe ser para toda la comunidad eclesial
un motivo constante de meditación y la razón de ser de toda acción pastoral. También
hoy, como en todas las épocas y lugares, los hombres tienen necesidad de un encuentro
personal con Cristo, en el que puedan experimentar la belleza de su vida y la verdad
de su mensaje. Para hacer frente a los numerosos desafíos de vuestra misión, y
en medio de un ambiente cultural y social que parece olvidar las raíces espirituales
más profundas de su identidad, os invito a abriros con docilidad a la acción del Espíritu
Santo, para que, impulsados por su fuerza divina, se renueve el ardor misionero de
los inicios de la predicación evangélica, así como del primer anuncio del Evangelio
en vuestras tierras. Para ello, resulta necesario llevar a cabo un generoso esfuerzo
de difusión de la Palabra de Dios, de tal manera que nadie se quede sin este imprescindible
alimento espiritual, fuente de vida y de luz. La lectura y meditación de la Sagrada
Escritura, en privado o en comunidad, llevará a la intensificación de la vida cristiana,
así como a un renovado impulso apostólico en todos los fieles.
3. Por otra
parte, sois plenamente conscientes de que este esfuerzo misionero se apoya de una
manera especial en los sacerdotes. Como padres y hermanos, llenos de amor y de reconocimiento
hacia vuestros presbíteros, debéis acompañarles con la oración, afecto y cercanía,
asegurándoles, además, una adecuada formación permanente que les ayude a mantener
vibrante su vida sacerdotal. Asimismo, seguid alentando a los religiosos en su testimonio
de vida consagrada, que tantos frutos de santidad y de evangelización han dado en
esas tierras, y animarles para que, fieles a su carisma y en plena comunión con los
Pastores, prosigan en su abnegado servicio a la Iglesia. Al mismo tiempo, y ante
la escasez de clero en muchas zonas de vuestro País, estáis decididamente empeñados
en implicar a todos los grupos, movimientos y personas de vuestras diócesis en una
amplia y generosa pastoral vocacional, sembrando en los jóvenes la pasión por la figura
de Jesús y los grandes ideales del Evangelio. Este esfuerzo ha de ir acompañado del
máximo cuidado en la selección y en la preparación intelectual, humana y espiritual
de los seminaristas. De esta manera, fieles a las enseñanzas del Magisterio y con
la conciencia clara de ser ministros de Cristo Buen Pastor, podrán asumir con gozo
y responsabilidad las exigencias del futuro ministerio.
4. En esta importante
etapa de la historia, la Iglesia en Ecuador necesita un laicado maduro y comprometido
que, con una sólida formación doctrinal y una profunda vida interior, viva su vocación
específica: iluminar con la luz de Cristo toda la realidad humana, social, cultural
y política (cf. Lumen gentium n. 31). A este respecto, quiero agradecer el esfuerzo
que lleváis a cabo, no sin grandes sacrificios, para reclamar la atención de la sociedad
sobre aquellos valores que hacen la vida humana más justa y solidaria. Si bien la
actividad de la Iglesia no puede confundirse con el quehacer político (cf. Deus caritas
est, n. 28), ha de ofrecer al conjunto de la comunidad humana su propia contribución
a través de la reflexión y de los juicios morales, incluso sobre aquellas cuestiones
políticas que afectan de modo especial a la dignidad de la persona (cf. Gaudium et
spes, n. 76). Entre ellas cabe destacar, también por su importancia para el futuro
de vuestro Pueblo, la promoción y estabilidad de la familia, fundada sobre el vínculo
del amor entre un hombre y una mujer, la defensa de la vida humana desde el primer
momento de su concepción hasta su término natural, así como la responsabilidad de
los padres en la educación moral de sus hijos, en la que se transmite a las nuevas
generaciones los grandes valores humanos y cristianos que han forjado la identidad
de vuestros pueblos. Os exhorto encarecidamente también a que prestéis una atención
especial a la acción caritativa de vuestras Iglesias, en la que se haga presente el
amor misericordioso de Cristo, sobre todo a las personas que pasan necesidad, los
ancianos, los niños, los emigrantes, así como a las mujeres abandonadas o maltratadas.
5. Queridos
Hermanos, la reciente canonización de santa Narcisa de Jesús Martillo Morán, pone
de manifiesto la fecundidad espiritual de vuestras comunidades. Que el ejemplo y la
intercesión de esta joven santa ecuatoriana conceda una renovada vitalidad y mayor
celo apostólico a todas vuestras Iglesias particulares, para que llenas de fe y esperanza
se lancen a la apasionante tarea de sembrar el Evangelio en el corazón de todos los
hombres y mujeres de esa bendita tierra. Al término de este encuentro fraterno,
os reitero mi aliento en vuestra tarea pastoral y os ruego que llevéis el saludo y
la cercanía del Papa a vuestros sacerdotes, diáconos y seminaristas, a los misioneros,
religiosos y religiosas, y a todos los fieles laicos. Con estos fervientes deseos,
e invocando la protección de la Virgen María, os imparto con afecto la Bendición Apostólica.