2008-10-08 15:22:22

Cultura y Humanismo: “El rostro de Cristo en los rostros del hombre. Las Beatitudes y la Encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI”


Miércoles, 8 oct (RV).- Este sábado 11 de octubre se inaugura en Roma, el XII Congreso Internacional de investigación sobre el Rostro de Cristo bajo el tema: “El rostro de Cristo en los rostros del hombre. Las Beatitudes y la Encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI”. Durante dos días en la Pontifica Universidad Urbaniana se reflexionará sobre los diferentes rostros del hombre adoptados por Jesús en las narraciones evangélicas, -rostros que representan el amor, la ternura, la misericordia, la emoción, y el sufrimiento-, y la disposición del alma humana para ver este gesto.

El rostro de Dios viene citado varias veces en la Encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI, es por esto que se ha incluido como mensaje en este congreso. “Nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino”, escribe el Santo Padre en ese texto, recordando que “sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto”.

Recordando que Dios mismo se ha dado una « imagen »: en el Cristo que se ha hecho hombre. Ahora Dios revela su rostro precisamente en la figura del que sufre y comparte la condición del hombre abandonado por Dios, tomándola consigo. “Este inocente que sufre –prosigue el Pontífice- se ha convertido en esperanza-certeza: Dios existe, y Dios sabe crear la justicia de un modo que nosotros no somos capaces de concebir y que, sin embargo, podemos intuir en la fe. Sí, existe la resurrección de la carne”.

El Siervo de Dios Juan Pablo II, en ocasión de este Congreso en 2002, envió un mensaje a todos los participantes a quienes recordó que “el estudio sobre el rostro de Cristo, prefigurado en los Salmos y en los Profetas y descrito con riqueza de expresiones en el Nuevo Testamento, se convierte en vía e introducción a un conocimiento cristológico y antropológico cada vez más profundo”.

Por tanto, la contemplación del rostro de Cristo recupera y vuelve a proponer la teología vivida de los santos, que podemos considerar como el testimonio más iluminador del verdadero seguimiento de Jesús y como el apoyo más valioso para una eficaz catequesis cristiana en nuestro tiempo. Porque, como escribió de nuevo Juan Pablo II en 1998 en ocasión de la segunda cita de este congreso: “Conocer y contemplar el rostro de Dios es la aspiración del hombre de todos los tiempos. La dificultad, la desconfianza o la prohibición de representar a la divinidad surgen de la convicción de que toda tentativa de atribuir una imagen a Dios es inadecuada. Sin embargo, la antigua invocación del Salmo: «Brille sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro» (Sal 4, 7), introducía proféticamente en la revelación de Cristo, puesto que el Dios de la alianza revelaba su naturaleza de Ser personal, más aún, de Padre, que en la encarnación asumiría, en Cristo, un rostro humano y a la vez divino. Jesús mismo lo declara al apóstol Felipe: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9). En una sociedad como la nuestra, una reflexión atenta y orante sobre el santo rostro de Cristo no puede menos de contribuir a hacer más eficaz la evangelización, como, por otra parte, han confirmado la extraordinaria emoción y la sincera piedad suscitadas por la reciente ostensión de la Sábana santa de Turín”.







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