Visita oficial al palacio del Quirinal del Santo Padre Benedicto XVI, en la fiesta
litúrgica de san Francisco de Asís, fundador de la Orden de los franciscanos, patrono
de Italia
Sábado, 4 oct (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI realizó esta mañana a las 11,00
una visita oficial al presidente de la República Italiana, Honorable, Giorgio Napolitano,
en el Palacio del Quirinal. En su alocución, el Papa se refirió a la libertad religiosa,
el respeto a la vida y a la dignidad humana; la formación de las nuevas generaciones
y la convivencia pacifica del Estado y de la Iglesia para promover y servir al bien
de la persona y de la sociedad italiana.
Benedicto XVI fue acompañado por
una delegación vaticana, encabezada entre otros, por los cardenales Tarcisio Bertone,
secretario de Estado; Giovanni Lajolo, presidente de la Pontifica Comisión para el
Estado de la Ciudad del Vaticano y Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia episcopal
italiana. Ésta es la segunda vez que Benedicto XVI es recibido en el Quirinal, el
palacio que en el pasado y durante más de dos siglos fue precisamente, residencia
de los Romanos Pontífices.
Precisamente este argumento histórico fue el que
abrió el discurso del Papa tras saludar a las autoridades civiles y políticas presentes
y agradecer en particular al mandatario italiano, la visita que hizo a la Ciudad del
Vaticano en noviembre de 2006, poco después de habar sido elegido para la Suprema
magistratura Italiana, y por el concierto que le dedicó el pasado 24 de abril, en
el aniversario del inicio de su Ministerio petrino.
El Papa quiso atribuir
un valor más profundo y simbólico a esta visita recordando que varios de sus predecesores
vivieron y gobernaron la Iglesia Universal desde esa sede, experimentando pruebas
y persecuciones, como lo fue para Pío VI y Pío VII, ambos arrancados con violencia
de su sede episcopal y arrastrados al exilio. Y afirmó textualmente:
“En
un determinado punto de la historia este palacio se convirtió casi en un signo de
contradicción, cuando por una parte, Italia anhelaba constituirse como un estado Unitario,
y por la otra, la Santa Sede, estaba preocupada por conservar su propia independencia
para garantizar su misión universal. Un contraste que duro decenios y que fue motivo
de sufrimientos para aquellos que sinceramente amaban a la Patria y a la Iglesia”.
El
Papa dijo además que esta cuestión se resolvió de forma definitiva e irrevocable con
la firma de los Pactos Lateranenses, el 11 de febrero de 1929, que regula las relaciones
entre la Iglesia y el Estado italiano. Sin embargo, sólo diez años después del acuerdo,
por primera vez un Pontífice, el siervo de Dios Pío XII entró nuevamente en el Quirinal
desde 1870. Después de recordar algunas palabras de su predecesor, Pío XII, en las
que poéticamente se refiere a las dos colinas, la del Vaticano y la del Quirinal,
Benedicto XVI confirmó con satisfacción que hoy en la ciudad de Roma conviven pacíficamente
y colaboran fructuosamente el Estado Italiano y la Sede Apostólica.
“También
mi visita confirma que el Quirinal y el Vaticano no son dos colinas que se ignoran
o se enfrentan con hastío, son mas bien, lugares que simbolizan el respeto mutuo de
la soberanía del estado y de la Iglesia, dispuestos a cooperar juntos para promover
y servir al bien integral de la persona humana y del pacífico desarrollo de la convivencia
social”.
El Santo Padre dedicó su segunda reflexión a la figura de san Francisco
de Asís, patrono de Italia de quien hoy celebramos su fiesta litúrgica. El Papa también
destacó que en su discurso -durante la firma de los pactos lateranenses- Pío XI se
refirió a san Francisco, mientras diez años después, junto a santa Catalina de Siena
fue confirmado como patrono de Italia, por Pío XII en un momento en que las amenazas
de guerra se cernían dramáticamente sobre Italia y Europa. Benedicto XVI retomó algunas
palabras de su predecesor el Siervo de Dios Juan Pablo II durante su visita al Quirinal
en 1985, en la que sostenía que ninguna figura encarnaba mejor que san Francisco el
espíritu italiano.
Al respecto, el Santo Padre subrayó que en este santo,
cuya figura atrae a creyentes y no creyentes, sigue representando la perenne misión
de la Iglesia, incluso en su relación con la sociedad civil, es decir, proponiendo
el mensaje de salvación del Evangelio, y contribuyendo a la edificación de una sociedad
fundada en la verdad y la libertad; en el respeto de la vida y de la dignidad humana,
y en la justicia y la solidaridad social:
“Por lo tanto, como he recordado
en otras circunstancias, la “Iglesia no tiene miras de poder, ni pretende privilegios
o aspira a posiciones de ventaja económica o social. Su único fin es el de servir
al hombre, inspirándose, como norma de suprema conducta, en las palabras y el ejemplo
de Jesucristo que vivió haciendo el bien y curando a todos”.
En este contexto,
Benedicto XVI reafirmó que para que la Iglesia pueda cumplir su misión, debe gozar
del derecho a la libertad religiosa, tal como lo establece la declaración universal
de los derechos humanos de la que se conmemoran 60 años. El Papa recordó las palabras
que pronunció en abril de este año, en la sede de la ONU cuando dijo que no se puede
limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino
que se debe considerar la dimensión pública de la religión y la posibilidad de que
los creyentes contribuyan al desarrollo social. En este contexto el Santo Padre recordó
la importancia de la educación de las nuevas generaciones como clave indispensable
para permitir el acceso a un futuro inspirado en los valores del humanismo cristiano.
“Espero que la aportación de la comunidad católica sea acogida por todos con el mismo
espíritu de disponibilidad con el que es ofrecido. No hay razones para temer un abuso
contra la libertad por parte de la Iglesia y de sus miembros, los cuales esperan que
les sea reconocida la libertad de no traicionar su propia conciencia iluminada por
el Evangelio”.
Y tras expresar su profundo afecto por el pueblo italiano,
el Santo Padre Benedicto XVI invocó la protección de la Santísima Virgen María y de
san Francisco sobre toda la nación, mientras impartió su bendición apostólica.