Alentando la labor de los obispos paraguayos, en la conclusión de su visita “ad limina
Apostolorum”, el Papa se une a sus preocupaciones y anhelos de pastores de Cristo,
y ruega al Señor que sostenga a sus sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas
y fieles laicos, que se consagran a la causa del Evangelio
Jueves, 11 sep (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI se reunió colectivamente con un
grupo de 16 prelados de la Conferencia episcopal de Paraguay a quienes dirigió un
discurso como corolario de su quinquenal visita "ad limina Apostolorum".
El
Santo Padre tomó la palabra tras el saludo de Mons. Ignacio Gogorza Izaguirre, obispo
de Encarnación y Presidente del episcopado del Paraguay, que en nombre de todos manifestó
la alegría de realizar con Benedicto XVI su primera "Visita ad limina", para expresar
la filial adhesión de todos los obispos paraguayos y su confirmación en la fe. El
Papa les dijo ante todo a estos queridos Hermanos en el Episcopado, que con gran afecto
y alegría los recibía en este encuentro conclusivo de su visita ad limina. Y destacó
que en ella tienen la ocasión de estrechar aún más sus lazos de comunión con el Sucesor
de Pedro y, junto a las tumbas de los Apóstoles, renovar su fe en Jesucristo resucitado,
verdadera esperanza de todos los hombres.
Benedicto XVI manifestó su viva
gratitud al presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya por las amables palabras
que le dirigió en nombre de todos. Y añadió textualmente:
“También yo, movido
por la solicitud por todas las Iglesias (cf. 2 Co 11, 28), me uno a vuestras preocupaciones
y anhelos de Pastores de Cristo, y ruego al Señor que sostenga a todos vuestros sacerdotes,
religiosos, religiosas, seminaristas y fieles laicos, que con verdadero amor se consagran
a la causa del Evangelio”.
El Santo Padre les dijo asimismo que los retos pastorales
que deben afrontar son realmente grandes y complejos. Por esta razón no dudó en afirmar
que “frente a un ambiente cultural que intenta marginar a Dios de las personas y de
la sociedad, o que lo considera como un obstáculo para alcanzar la propia felicidad,
es urgente un vasto esfuerzo misionero que, poniendo a Jesucristo en el centro de
toda acción pastoral, dé a conocer a todos la belleza y la verdad de su vida y de
su mensaje de salvación. Y añadió:
“Los hombres tienen
necesidad de ese encuentro personal con el Señor que les abra las puertas a una existencia
iluminada por la gracia y el amor de Dios. En este sentido, la presencia de testimonios
veraces de auténtica vida cristiana, junto a la santidad de los pastores, es una exigencia
de perenne actualidad tanto en la Iglesia como en el mundo. Por eso, queridos Hermanos,
conscientes de que uno de los dones más preciosos que podéis ofrecer a vuestras comunidades
es vuestro propio ministerio episcopal, os aliento a que a través de una vida santa,
entretejida de amor a Dios, de fidelidad eclesial y de entrega generosa al Evangelio,
lleguéis a ser verdaderos modelos para vuestra grey (cf. 1P 5, 3)”.
El Santo
Padre explicó además a estos pastores paraguayos que los Obispos, juntamente con el
Papa, y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo
(cf. Christus Dominus, 2). Y agregó que el mismo Obispo, además de ser el principio
visible y fundamento de la unidad en la propia Iglesia particular, es también el vínculo
de la comunión eclesial y el punto de engarce entre su Iglesia particular y la Iglesia
universal (cf. Pastores gregis, 55). Por esta razón, Benedicto XVI les dijo:
“Como Sucesor
del Apóstol Pedro, os animo a seguir trabajando con todas vuestras fuerzas para acrecentar
la unidad en vuestras comunidades diocesanas, así como con esta Sede Apostólica. Esa
unidad por la que rezó el Señor Jesús, de modo especial en la Última Cena (cf. Jn
17, 20-21), es fuente de verdadera fecundidad pastoral y espiritual”.
Refiriéndose
a los sacerdotes, el Papa afirmó más adelante que con toda razón ocupan un lugar principal
en los corazones de sus obispos; puesto que ellos, por la imposición de las manos,
han sido configurados más estrechamente con el Buen Pastor y participan de su sacerdocio
como verdaderos administradores de los misterios divinos (cf. 1 Co 4, 1), para el
bien de sus hermanos.
De ahí que el Obispo de Roma los animara a ofrecerles,
junto a su cercanía y aprecio por su labor, una adecuada formación permanente que
les ayude a revitalizar su vida espiritual (cf. 2 Tm 4, 14), para que, movidos por
un hondo sentido de amor y obediencia a la Iglesia, trabajen sin descanso ofreciendo
a todos el único alimento que puede saciar la sed de plenitud del hombre, Jesucristo
nuestro Salvador.
Después de manifestar su complacencia al comprobar efectivamente
que una de sus prioridades es la pastoral juvenil y vocacional; el Papa dijo a los
obispos paraguayos que “es preciso dedicar a los seminaristas los medios humanos y
materiales necesarios que les ayuden a adquirir una sólida vida interior y una apropiada
preparación intelectual y doctrinal, especialmente por lo que se refiere a la naturaleza
e identidad del ministerio sacerdotal”. Además, Benedicto XVI dijo que su reconocimiento
y gratitud se dirigía también hacia los religiosos, por el celo y amor con que han
anunciado la fe cristiana desde los inicios de la evangelización de sus tierras. Y
los invitó a seguir siendo testimonios de vida auténticamente evangélica a través
de sus votos de castidad, pobreza y obediencia; a la vez que agregó:
“El mensaje cristiano,
para poder llegar hasta el último rincón del mundo, necesita la colaboración indispensable
de los fieles laicos. Su vocación específica consiste en impregnar de espíritu cristiano
el orden temporal y transformarlo según el designio divino (cf. Lumen gentium, 31).
Los Pastores, por su parte, tienen el deber de ofrecerles todos los medios espirituales
y formativos necesarios (cf. ibíd., 37) para que, viviendo coherentemente su fe cristiana,
sean verdadera luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13)”.
Por otra
parte, el Pontífice destacó que un aspecto significativo de la misión propia de los
seglares es el servicio a la sociedad a través del ejercicio de la política. Dado
que pertenece al patrimonio doctrinal de la Iglesia que “el deber inmediato de actuar
en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos”
(Deus caritas est, 29). Hay que alentarles, por tanto –añadió–, a que vivan con responsabilidad
y dedicación esta importante dimensión de la caridad social, para que la comunidad
humana de la que forman parte con todo derecho progrese en la justicia, en la honradez,
en la defensa de los verdaderos y auténticos valores, como la salvaguarda de la vida
humana, del matrimonio y de la familia, contribuyendo de esta manera al verdadero
bien humano y espiritual de toda la sociedad.
Antes de despedirse de los obispos
paraguayos el Santo Padre les dijo que sabe cuántos esfuerzos están haciendo para
aliviar las necesidades de su pueblo que afligen su corazón de Pastores. Y les pidió
que en su ministerio sean “imagen viva y cercana de la caridad de Cristo” para todos
sus hermanos, “especialmente los que más sufren, los marginados, los ancianos, los
enfermos y los encarcelados”.
Por último, y después de reiterar a estos amados
Hermanos su agradecimiento y afecto por sus esfuerzos cotidianos al servicio de la
Iglesia; el Papa les dijo que ruega al Señor para que este encuentro consolide su
unión mutua y los fortalezca en la fe, en la esperanza y en la caridad. Al mismo tiempo,
les pidió que lleven a sus sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y a todos
sus fieles diocesanos, el saludo, la cercanía y la oración del Papa. Y encomendando
a la intercesión de la Virgen María de Caacupé a estos pastores, así como a sus intenciones
y proyectos pastorales, el Pontífice les impartió con todo su afecto una especial
Bendición Apostólica.