Reunión anual de la Fundación Populorum Progressio
Miércoles, 9 jul (RV).- El Consejo de Administración de la Fundación Populorum Progressio
celebra su reunión anual de este año, a partir de hoy 9 y hasta el 12 de este mes
de julio, en Guadalajara, México, para deliberar sobre la financiación de diversos
proyectos en favor de las comunidades indígenas, mestizas y afro-americanas campesinas
pobres de América Latina.
Es el cometido que le asignó el Siervo de Dios Juan
Pablo II, cuando creó, precisamente, la Fundación Populorum Progressio en 1992, con
ocasión del V Centenario del comienzo de la Evangelización de América Latina.
«Que
esta fundación sea signo y testimonio del deseo cristiano de fraternidad y de solidaridad
auténtica», indicaba Juan Pablo II en el Quirógrafo con el que instituía esta Fundación.
El Papa Wojtyla recordaba que su predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, el 26 de
marzo de 1969, fecha en que se celebraba el segundo aniversario de su encíclica Populorum
progressio, instituyó un fondo para ayudar a los campesinos pobres y para promover
la reforma agraria, la justicia social y la paz en América Latina, de acuerdo con
las orientaciones emanadas de los Episcopados de este continente.
En 2007,
esta Fundación cumplió 15 años de intensa actividad y realizó su reunión anual en
Roma, celebrando también el cuadragésimo aniversario de la encíclica de Pablo VI.
Con estas efemérides, sus miembros fueron recibidos en audiencia por Benedicto XVI.
Tras agradecerles por «el continuo trabajo que llevan a cabo en favor de los
más pobres», Benedicto XVI exhortó a perseverar en «los principios que han distinguido
su empeño en favor de la dignidad de todo ser humano y de la lucha contra la pobreza».
Benedicto
XVI quiso subrayar dos características de la Fundación. En primer lugar, que el desarrollo
de los pueblos debe tener como principio pastoral una visión antropológica global
de la persona humana, aspecto que el artículo segundo de los Estatutos de la Fundación
llama ‘promoción integral’. Esta promoción integral tiene en cuenta el aspecto social
y material de la vida, así como el anuncio de fe, la cual da al hombre el sentido
pleno de su ser. A menudo, la verdadera pobreza del hombre es la falta de esperanza,
la ausencia de un Padre que dé sentido a la propia existencia: «con frecuencia, la
raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios» (Deus caritas
est, 31).
La segunda característica que destacó Benedicto XVI es la ejemplaridad
del método de trabajo de la Fundación, modelo para toda estructura de ayuda. Los proyectos
son estudiados por un Consejo de Administración, compuesto por Obispos de diversas
áreas de América Latina, los cuales hacen una valoración de los mismos. De este modo,
la decisión está en manos de quienes conocen bien los problemas de aquellas poblaciones
y sus necesidades concretas. Así, por un lado, se evita un cierto paternalismo, siempre
humillante para los pobres y que frena su propia iniciativa y, por otro, los fondos
llegan en su totalidad a los más necesitados sin perderse en grandes procesos burocráticos.
Y
como había afirmado en su viaje pastoral a Aparecida, la Iglesia en aquellas naciones
afronta enormes desafíos, pero al mismo tiempo es la ‘Iglesia de la esperanza’, que
siente la necesidad de luchar en favor de la dignidad de todo hombre, de una verdadera
justicia y contra la miseria de nuestros semejantes. América Latina – recordó también
Benedicto XVI - es una parte del mundo, rica por sus recursos naturales, donde las
diferencias en el nivel de vida deben dar paso a ese espíritu evangélico de compartir
los bienes. Pues «frente a la secularización, la proliferación de las sectas y la
indigencia de tantos hermanos, es apremiante formar comunidades unidas en la fe, como
la Sagrada Familia de Nazaret, en las que el testimonio alegre de quien se ha encontrado
con el Señor sea la luz que ilumine a quienes están buscando una vida más digna».