El Card. Bertone recuerda, en la consagración de dos nuevos obispos, que tienen que
ser maestros de santidad
Viernes, 4 jul (RV).- Su Eminencia el cardenal Tarcisio Bertone presidió ayer en la
Basílica Vaticana la consagración episcopal de dos nuevos obispos: Mons. Bernardino
Auza y Mons. Piergiuseppe Vacchelli. En su homilía el cardenal Secretario de Estado
recordó las palabras del Santo Padre el domingo cuando afirmó que “sobre el fundamento
de los Apóstoles, la Iglesia es ‘una, santa, apostólica y católica’, Iglesia de todos
los pueblos, que no se identifica con una sola nación, ni con una sola cultura o un
sólo Estado, sino que es siempre Iglesia de todos, llamada a reunir a la humanidad
más allá de cualquier frontera, para que, en medio de las divisiones de este mundo,
haga posible la paz de Dios y la fuerza reconciliadora de su amor”.
La dimensión
de la unidad y de la catolicidad del ministerio episcopal emerge, de manera singular,
también en la diversidad de tareas que el Papa confía a sus obispos. Mons. Bernardino
Auza, filipino, con una larga experiencia en el servicio diplomático de la Iglesia,
ha sido nombrado nuevo nuncio en Haití; mientras que Mons. Piergiuseppe Vacchelli,
ha sido elegido secretario adjunto del dicasterio de la Evangelización de los Pueblos
y Presidente de las Obras Misionales Pontificias.
“Especialmente en nuestra
época es importante que los obispos -subrayó el cardenal Bertone- sean testigos y
maestros de santidad, capaces de transmitir fielmente, con el ejemplo y las palabras,
aquellas verdades que iluminan el corazón del hombre y lo conducen hacia la vida eterna.
Para que esto suceda, es necesario, en primer lugar que vosotros seáis conquistados,
como dice el Apóstol Pablo, por Cristo y señaléis, a cuantos encontréis, el camino
que conduce hacia Él”.
“Haciendo así - señaló e purpurado -, el obispo se
convierte en testigo de la esperanza de Cristo. “Al obispo pues, le espera la tarea
de profeta, testigo y siervo de la esperanza, con el deber de infundir y de proclamar
frente al mundo las razones de la esperanza cristiana”, como ha escrito el siervo
de Dios Juan Pablo II, en la exhortación apostólica post-sinodal Pastores gregis.