Julio: Intención general para el Apostolado de la Oración
Lunes, 30 jun (RV).- «Para que crezca el número de quienes, como voluntarios, prestan
sus servicios a la Comunidad cristiana con generosa y pronta disponibilidad». Es la
intención general que Benedicto XVI presenta - al Apostolado de la Oración para el
mes de julio.
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Y
para reflexionar sobre la intención del Santo Padre, el Apostolado de la Oración presenta
las palabras que Benedicto XVI dedica - en su Encíclica Dios es Amor - precisamente
a «los colaboradores que desempeñan en la práctica el servicio de la caridad en la
Iglesia». Recordando que «ya se ha dicho lo esencial». Es decir que «no han de inspirarse
en los esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino dejarse
guiar por la fe que actúa por el amor (cf. Ga 5, 6)», El Santo Padre hace hincapié
en que «han de ser, pues, personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas
cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor
al prójimo. El criterio inspirador de su actuación debería ser lo que se dice en la
Segunda carta a los Corintios: « Nos apremia el amor de Cristo » (5, 14).
Hace
tan sólo unos días, en su discurso a los obispos de Honduras, que han realizado su
visita ad limina apostolorum el Papa se refería al papel y misión de la caridad de
los laicos afianzada en la doctrina social de la Iglesia, para llevar el mensaje de
Cristo a toda la sociedad:
“Un aspecto importante del ministerio pastoral
consiste en trabajar sin descanso para que los fieles sean cada vez más conscientes
de que, en virtud de su bautismo y confirmación, están llamados a vivir la plenitud
de la caridad participando en la misma misión salvífica de la Iglesia (cf. Lumen gentium,
33). Ellos, mediante el testimonio de su vida cristiana, pueden llevar a todos los
sectores de la sociedad la luz del mensaje de Cristo, atrayendo a la comunidad eclesial
a aquéllos cuya fe se ha debilitado o se encuentran alejados de ella. Los fieles laicos
necesitan, por tanto, intensificar su relación con Dios y adquirir una sólida formación,
especialmente en cuanto se refiere a la doctrina social de la Iglesia. De esta manera,
como fermento en medio de la masa, podrán cumplir su misión de transformar la sociedad
según el querer de Dios (cf. ibíd., 31)”.
«La conciencia de que, en Cristo,
Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte, tiene que llevarnos a vivir
no ya para nosotros mismos, sino para Él y, con Él, para los demás. Quien ama a Cristo
ama a la Iglesia y quiere que ésta sea cada vez más expresión e instrumento del amor
que proviene de Él», señala asimismo Benedicto XVI en su Encíclica Deus Caritas Est,
recordando luego que «el colaborador de toda organización caritativa católica quiere
trabajar con la Iglesia y, por tanto, con el Obispo, con el fin de que el amor de
Dios se difunda en el mundo. Por su participación en el servicio de amor de la Iglesia,
desea ser testigo de Dios y de Cristo y, precisamente por eso, hacer el bien a los
hombres gratuitamente». Palabras que el mismo Santo Padre ha reiterado, una vez más,
a los mismos obispos hondureños y que se extienden a todos los sucesores de los Apóstoles
como ‘primeros responsables del servicio de la caridad’. Ésta era su exhortación a
seguir mostrando el rostro misericordioso de Dios a todos los necesitados:
Al
igual que el anuncio de la Palabra y la celebración de los sacramentos, el servicio
de la caridad forma parte esencial de la misión de la Iglesia (cf. Deus caritas est,
25). De ahí que los Obispos, como sucesores de los Apóstoles, sean los primeros responsables
de este servicio de caridad en las Iglesias particulares (cf. ibíd., 32). Sé bien
cuánto os aflige la pobreza, junto al aumento de la violencia, la emigración, la destrucción
del medio ambiente, la corrupción o las carencias en la educación, entre otros graves
problemas. Como ministros del Buen Pastor habéis desplegado, de palabra y de obra,
una intensa labor de ayuda a los necesitados. Os exhorto vivamente a seguir mostrando
en vuestro ministerio el rostro misericordioso de Dios, potenciando en todas vuestras
comunidades diocesanas y parroquiales un extenso y capilar servicio de caridad, que
llegue de modo especial a los enfermos, a los ancianos y a los encarcelados.