Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo: Benedicto XVI preside la concelebración
eucarística en la basílica vaticana e impone el palio a 40 nuevos arzobispos metropolitanos.
Ante el materialismo del mundo, el Papa exhorta a la “unidad interior, aquella que
proviene de la paz de Dios”
Domingo, 29 jun (RV).- Benedicto XVI, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro
y Pablo ha concelebrado esta mañana la Misa solemne en la basílica vaticana en la
que ha participado el Patriarca Ecuménico Bartolomé I. Durante la ceremonia litúrgica,
el Pontífice ha impuesto el palio (estola símbolo de la dignidad arzobispal y de la
unión con el Papa) a 40 arzobispos metropolitanos nombrados en este último año, que
han concelebrado la liturgia eucarística con el Santo Padre. Entre ellos se encontraba
el español Mons. Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Tudela.
El
Patriarca Ecuménico ha sido acogido por el Papa antes de empezar la liturgia eucarística,
a la entrada de la misma Basílica de San Pedro. Ambos, Bartolomé I y Benedicto XVI
han pronunciado sendas homilías, y han recitado juntos la profesión de fe, impartiendo
al final la bendición. Durante la misa el patriarca de Constantinopla, primo inter
pares entre los patriarcas ortodoxos, ha recitado junto al Papa el credo niceno en
lengua original griega, según el uso litúrgico de las Iglesias bizantinas, como gesto
de ecumenismo.
En su homilía, Benedicto XVI ha recordado que ya desde la antigüedad
la Iglesia de Roma celebra la solemnidad “de los grandes Apóstoles Pedro y Pablo,
como única fiesta en el mismo día”. “A través de su martirio -ha dicho- ellos se han
convertido en hermanos, y juntos, son los fundadores de la nueva Roma cristiana”.
Mediante el martirio, la fe y el amor que ambos profesaron, los dos apóstoles nos
indican donde está la verdadera esperanza. “Y son fundadores de un nuevo tipo de ciudad,
que debe formarse siempre de nuevo en medio de la vieja ciudad humana, la cual queda
amenazada por las fuerzas del pecado y del egoísmo de los hombres.
“En virtud
de su martirio, Pedro y Pablo están en recíproca relación para siempre. Una imagen
preferida de la iconografía cristiana es el abrazo de los dos Apóstoles en camino
hacia el martirio. Podemos decir: su martirio, en lo más profundo, es la realización
del abrazo fraterno. Ellos mueren por el único Cristo y, en el testimonio por el cual
dan la vida, son una sola cosa”.
“Al menos dos veces Pedro y Pablo se encontraron
en Jerusalén; luego el camino de ambos los lleva a Roma”, ha dicho el Papa. ¿Pero
por qué los dos llegaron a Roma? Pablo vino voluntariamente a la capital del imperio.
Para él se trataba de una etapa en su camino hacia España, hacia el extremo de la
tierra, según el concepto entonces del mundo.
“Pablo considera que su misión
es la realización del mandato recibido por Cristo de llevar el Evangelio hasta los
últimos confines del mundo entonces conocido. En mitad de este recorrido se encuentra
Roma”.
“Para Pablo, que a menudo llega a los lugares donde el Evangelio todavía
no ha sido anunciado, Roma es una excepción”, ha explicado Benedicto XVI. “Llegar
a Roma forma parte de la universalidad de su misión como enviado a todos los pueblos.
Ir a Roma para él es la expresión de la catolicidad de su misión. Roma debe hacer
visible la fe a todo el mundo, debe ser el lugar del encuentro de la única fe”.
El
Apóstol Pedro, en cambio, que según la orden de Dios, fue el primero en abrir la puerta
a los paganos, dejó la presidencia de la Iglesia cristiano-judaica al Apóstol Jaime,
el menor, para dedicarse a su verdadera misión: el ministerio para la unidad de la
única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos.
Si el deseo de san Pablo
de ir a Roma, ha afirmado el Papa, subraya la palabra “católica”. El camino de san
Pedro hacia Roma, como representante de los pueblos del mundo, está bajo la palabra
“una”. Su tarea es crear la unidad de la Iglesia de todos los pueblos.
“Es
ésta la misión permanente de Pedro: hacer que la Iglesia no se identifique nunca con
una sola nación, con una sola cultura, o con un único estado. Que sea siempre la Iglesia
de todos. Que reúna a la humanidad más allá de cualquier frontera y, en medio de las
divisiones de este mundo, haga presente la paz de Dios, la fuerza reconciliadora de
su amor”.
Gracias a la técnica, a la red mundial de información, y a la globalización
existen hoy en el mundo maneras nuevas de unidad, ha señalado el Papa. Pero, sin embargo,
estos intereses comunes provocan también nuevos contrastes. “En medio de esta unidad
externa, basada en las cosas materiales, tenemos gran necesidad de unidad interior,
aquella que proviene de la paz de Dios”. Luego, Benedicto XVI dirigiéndose a los 40
arzobispos metropolitanos a los que ha impuesto el palio, les ha hablado de sus nuevas
responsabilidades. Y les ha recordado que “el palio, tejido con la lana de los corderos
que el Obispo de Roma cada año bendice en la fiesta de la Cátedra de Pedro, es el
símbolo del rebaño de Cristo, que ellos presiden”.
“Cuando nos ponemos el palio
sobre los hombros -ha dicho el Papa- aquel gesto nos recuerda el Pastor que toma sobre
sus hombros a la oveja perdida”. “Los padres de la Iglesia han visto en aquella oveja
la imagen de toda la humanidad que se ha perdido y que no encuentra el camino de casa”,
ha explicado el Santo Padre. “El palio se convierte así en el símbolo de nuestro amor
por el Pastor de Cristo y, nuestro amar junto a Él se convierte en símbolo de la llamada
a amar a los hombres como los ama Cristo.
Benedicto XVI ha señalado después
un segundo significado del “palio”, inseparable del primero: “la colegialidad”. “Nadie
es único Pastor -ha afirmado- todos somos sucesión de los Apóstoles”. “La comunión
entre nosotros forma parte del ser Pastores y lleva a la comunión con Pedro y con
su sucesor como garantía de la unidad”
“De este modo el palio nos habla de
la catolicidad de la Iglesia, de la comunión universal de Pastores y rebaños. Y nos
remite a la apostolicidad: a la comunión con la fe de los Apóstoles, sobre la que
se funda la Iglesia. Nos habla de la ecclesia una, catholica, apostolica y naturalmente,
uniéndonos a Cristo, nos habla precisamente del hecho de que la Iglesia es sancta
y que nuestro operar es un servicio a su santidad”.
Bartolomé I guía
la delegación fraterna de la Iglesia de Constantinopla La gran fiesta de
los santos Pedro y Pablo, patronos de esta Iglesia de Roma ha traído este año la grata
presencia de una delegación fraterna de la Iglesia de Constantinopla, que este año,
por la coincidencia con la apertura del Año Paulino está guiada por el mismo Patriarca,
Su Santidad Bartolomé I.
El Patriarca ha pronunciado también esta mañana una
homilía en la que en primer lugar ha querido recordar la personal participación de
Benedicto XVI en el Fiesta Patronal de Constantinopla, en la memoria del apóstol san
Andrés.
“Festejamos la memoria de Pablo – ha dicho Bartolomé I- el 29 de junio
en Occidente y en Oriente”, pero en Oriente los días precedentes a esta festividad
y según una tradición antigua se preparan mediante el ayuno observado en honor del
apóstol de los gentiles.
El Patriarca de Constantinopla ha hablado también
del diálogo teológico entre ambas iglesias “en fe, verdad y amor”, gracias a la ayuda
divina y que continúa avanzando a pesar de las notables dificultades y problemáticas
que todavía subsisten. Bartolomé I ha expresado su deseo y ha asegurado sus oraciones
para que estas dificultades sean superadas y que los problemas disminuyan lo más rápido
posible para alcanzar el objeto del deseo final para gloria de Dios.
Su Santidad
Bartolomé I se ha declarado conocedor del trabajo personal de Benedicto XVI en este
sentido, que no dejará ningún cabo suelto junto a sus ilustres colaboradores a través
de un perfecto allanamiento del camino hacia un logro positivo de los trabajos del
diálogo.