2008-06-19 14:21:30

Con su anhelo de poder visitar a los cristianos en Tierra Santa y un nuevo apremiante llamamiento a los responsables de las naciones por la paz en Oriente Medio – la Tierra de Jesús, Líbano e Irak - el Papa pide el respeto de los derechos humanos, incluyendo una libertad religiosa verdadera


Jueves, 19 jun (RV).- En su audiencia a los participantes en la Asamblea de la Reunión de Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales – ROACO - exhortando, una vez más a los responsables internacionales en favor de la paz en Oriente Medio, Benedicto XVI ha reiterado su especial cercanía a los cristianos en Tierra Santa, y su profundo anhelo de poderlos visitar. Éste ha sido el nuevo apremiante llamamiento del Santo Padre que ha vibrado, este mediodía, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico:


«Dirijo un llamamiento a los responsables de las naciones para que se ofrezca a Oriente Medio y - en particular a Tierra Santa, Líbano e Irak - la anhelada paz y la estabilidad social en el respeto de los derechos fundamentales de la persona, incluyendo una libertad religiosa que sea real. Es la paz, en efecto, el único camino para afrontar también el grave problema de los prófugos y de los refugiados y para detener la emigración. En particular la cristiana que hiere profundamente a las Iglesias Orientales. Encomiendo estos anhelos al Beato Juan XXIII, amigo sincero de Oriente y Papa de la ‘Pacem in terris’. Invoco, sobre todos, la celestial intercesión de la Reina de Paz, al tiempo que imparto de corazón mi Bendición».

Destacando la importante misión de la Congregación para las Iglesias Orientales y de la ROACO, con la gratitud del Obispo de Roma y de toda la Iglesia católica, impulsados por la caridad de Cristo, el Papa ha manifestado su anhelo de poder visitar personalmente a estas comunidades:

«Queridos hermanos y hermanas, algunos colaboradores míos de la Curia Romana, entre ellos el Cardenal Prefecto de vuestra Congregación, han visitado recientemente a las comunidades latinas y orientales de Tierra Santa, haciéndose intérpretes del cariño y de la premura del Papa. Renuevo la expresión de mi especial gratitud a cuantos se preocupan por la causa de estas comunidades, que es vital para toda la Iglesia. Comparto sus pruebas y esperanzas y rezo ardientemente con el anhelo de poderlas visitar personalmente, así como rezo para que algunos señales de paz, que acojo con inmensa confianza, alcancen pronto su cumplimiento».

En su discurso, pronunciado en italiano, inglés, alemán y francés, el Papa se ha referido también a las comunidades católicas de Armenia y Georgia, que han centrado la atención de esta segunda sesión anual de la ROACO. Tras renovar su exhortación a la unidad, el Santo Padre ha evocado las palabras que dirigió, recientemente, a Su Santidad Karekin II: «Si nuestros corazones y nuestras mentes permanecen abiertas al Espíritu de comunión, Dios puede obrar milagros nuevamente en la Iglesia, restableciendo los lazos de unidad».

Benedicto XVI ha recordado también el sufrimiento de los cristianos iraquíes. Reiterando su dolor por el asesinato, hace tres meses, del Arzobispo Caldeo de Mosul, Paulos Faraj Rahho, el Papa ha destacado el testimonio de «este hombre que impulsó el diálogo y la paz, para su nación y el mundo entero».

Exhortando luego a que se persevere, también, en la ayuda que necesitan los cristianos en Irak y en los países de esta atormentada región, Benedicto XVI se ha referido asimismo, con gratitud y alivio a los recientes signos de diálogo y comprensión que se han producido en el Líbano:

«Expreso nuevamente mi anhelo de que el Líbano sepa responder con valentía a su vocación de ser - para Oriente Medio y para todo el mundo - un signo de la posibilidad efectiva de una coexistencia pacífica y constructiva entre los hombres».

En este contexto, el Papa ha recordado que el próximo domingo, los cristianos libaneses tendrán la alegría de participar, en Beirut, en la beatificación del padre Jacques Ghazir Haddad. Y ha deseado que el testimonio de este capuchino - que, «tocado por la cruz de Jesús», se entregó a los enfermos y a los pobres - «pueda tocar hoy el corazón de los jóvenes cristianos libaneses». Para que, a su vez, testimonien una vida evangélica al servicio de los más necesitados, como «fieles testigos de la fe católica en el mundo árabe».







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