El Papa preside la Santa Misa en la Basílica de Santa María de finibus terrae, donde
“los confines geográficos, culturales, étnicos, inclusive los religiosos son para
la iglesia una invitación a la evangelización desde la perspectiva de la comunión
de la diversidad”
Sábado, 14 jun (RV).- 45 mil los fieles que acudieron a la Basílica de Santa María
de Finibus Terrae, santuario mariano, para participar, ya sea dentro como fuera en
celebración Eucarística presidida por el Santo Padre… Recordamos que la tradición
quiere que sea en este santuario donde se coloca geográficamente la llegada de San
Pedro a la región occidental del planeta.
Ha sido en el marco de esta celebración
que la diócesis local y en particular su obispo, Mons. Vito De Grisantis, donó la
suma de 30 mil euros de colecta para una obra que difunda un mensaje de unidad y de
paz entre los jóvenes de Tierra Santa… capaz de promover la convivencia entre jóvenes
cristianos y musulmanes.
La última vez que un pontífice visitó Brindisi fue
en el año 1089, era Papa Urbano II, para bendecir la primera piedra de la catedral
que todavía existe. El puerto de Brindisi, ubicado al sur del territorio italiano
fue desde su origen, puerta hacia Oriente, cuyo umbral fue atravesado inclusive por
los hombres de la primera Cruzada. Quienes la conocen pueden afirmar que ya desde
entonces y a pesar de los siglos transcurridos Brindisi, llamada también “ciudad de
agua”, zona de tránsito, hacia el cercano oriente; mantiene intacta su vocación de
acogida… En efecto en este tercer milenio, sigue siendo la puerta con el mundo musulmán:
la puerta de entrada, para quien quiera buscar en Occidente la esperanza de una vida
mejor.
“Este viaje inicia con una peregrinación mariana”, dijo el Papa al comenzar
su homilía aludiendo al Santuario de Santa María de Finibus Terre. Tras agradecer
a todos por la acogida que le ha sido reservada y en particular al Obispo Vito de
Grisantis, a los obispos de la Región y al Metropolita de Lecce Mons. Cosmo Francesco
Ruppi. A los presbíteros, diáconos, personas consagradas y fieles el Papa evocó el
culto secular que en esta Basílica se rinde a la Santísima Virgen María, explicando
que por ello ha querido que la liturgia estuviera dedicada a Ella, “Estrella del mar
y Estrella de la Esperanza, Siempre Virgen y Reina del Cielo”… como reza un antiguo
himno de saludo que a su vez hace eco del saludo que el Ángel dirigió a la Madre de
Dios en Nazaret.
El Papa explicó que todos los títulos marianos se han gestado
desde el primer nombre con el cual el mensajero celeste se dirigió a la Virgen “Alégrate,
llena de Gracia” y, refiriéndose a la Anunciación, y tras evocar que la Madre de
Dios, sin violencia y mansamente respondiendo, con su “Sí”, nos libró, ya no de un
enemigo terreno, sino del antiguo adversario -dando un cuerpo humano a Aquel que le
habría aplastado la cabeza al malvado de una vez para siempre- Benedicto XVI recordó
que en el mar de la vida y de la historia, María resplandece como Estrella de la Esperanza:
“No brilla de luz propia, dijo, sino que refleja aquella de Cristo, sol surgido al
horizonte de la humanidad, de modo que siguiendo la Estrella de María podemos orientarnos
en el viaje y mantener la ruta hacia Cristo, especialmente en los momentos oscuros
y tempestuosos”.
“El apóstol Pedro conoció bien este experiencia por haberla
vivido en primera persona –dijo el Santo Padre. Una noche, mientras con los demás
discípulos estaba atravesando el lago de Galilea fue sorprendido por la tempestad.
Su barca, abandonada al movimiento de las ondas, no lograba navegar. En aquel momento
Jesús, caminando sobre las aguas, los alcanzó e invitó a Pedro a descender de la barca
y acercarse… Pedro dio algunos pasos entre las ondas pero sintió que se hundía y gritó
“Señor, sálvame”. Jesús lo sujetó de la mano y lo puso a salvo”.
Este episodio
así narrado por el Papa fue explicado por él como “la revelación de un signo en la
prueba que Pedro debía superar en el momento de la Pasión de Jesús. Cuando el Señor
fue arrestado, él tuvo miedo y lo negó tres veces: fue arrastrado por la tempestad.
Pero cuando sus ojos se cruzaron con la mirada de Cristo, la misericordia de Dios
nuevamente lo cubrió haciéndolo estallar en lágrimas, y elevándolo de su caída”.
“He querido evocar la historia de San Pedro, porque sé que este lugar y toda su
Iglesia están particularmente unidos al Príncipe de los Apóstoles. A él la tradición
hace resalir el primer anuncio del Evangelio en esta tierra: El Pescador, “pescado”
por Jesús, lanzó las redes hasta aquí, y hoy nosotros damos gracias por haber sido
objeto de esta “pesca milagrosa”, que se prolonga desde hace dos mil años; una pesca
que como escribe san Pedro “nos ha llamado de las tinieblas a su admirable luz”.
“Para
ser pescadores con Cristo, observó el Papa, es necesario antes que nada ser “pescados”
por Él. San Pedro es testigo de esta realidad, como lo es san Pablo, el gran convertido
de quien dentro de pocos días inauguraremos el bi-milenario de su nacimiento. Como
Sucesor de Pedro y Obispo de la Iglesia fundada sobre la sangre de estos dos eminentes
Apóstoles, añadió, he venido a confirmarlos en la fe en Jesucristo, único salvador
del hombre y del mundo”.
Aludiendo al Santuario y a la devoción mariana, Benedicto
XVI recordó que la fe de Pedro y la fe de María se conjugan precisamente en Finibus
Terrae, donde –dijo- se puede llegar al doble principio de la experiencia cristiana:
el mariano y el petrino. Ambos nos permiten “volver a partir de Cristo” y renovar
la fe, para que ésta responda a las exigencias de nuestro tiempo. María nos enseña
a permanecer siempre a la escucha del Señor en el silencio de la oración, y acoger
con generosa disponibilidad su Palabra con el deseo profundo de ofrecerse a Dios con
la propia vida concreta, para que hoy su Verbo eterno, con la potencia del Espíritu
Santo, pueda, una vez más, hacerse carne en nuestra historia…
“De finibus
terrae”: el nombre de este lugar santo es muy bello y sugestivo porque hace eco de
las últimas palabras de Jesús a sus discípulos y surge entre Europa y el Mediterráneo,
entre el Occidente y el Oriente, y nos recuerda que la iglesia no tiene fronteras
porque es universal”.
“Los confines geográficos, culturales, étnicos, inclusive
los confines religiosos son para la iglesia una invitación a la evangelización desde
la perspectiva de la comunión de la diversidad. La Iglesia existe –según la originaria
vocación y misión revelada a Abraham, para ser una bendición en beneficio de todos
los pueblos de la tierra, y para ser, con el lenguaje del Concilio Ecuménico Vaticano
II, signo e instrumento de unidad para todo el género humano” observo el Papa.
Benedicto
XVI elogió a la Iglesia local de esta región del sur de Italia, diciendo que “la Iglesia
en “Puglia” posee una destacada vocación a ser puente entre pueblos y culturas. Esta
tierra y este Santuario –añadió- son un baluarte en este sentido y me alegro en el
constatar que esta sensibilidad esta viva y es percibida con genuino espíritu evangélico.
En
la homilía que esta tarde pronunció en el marco de su visita pastoral al Santuario
Mariano de Finibus Terrae de Leuca, muy cerca de Brindisi, al sur de Italia; el Papa,
dirigiéndose a los fieles (alrededor de 45 mil), los llamó “queridos amigos”, para
añadir “nosotros lo sabemos bien porque el Señor Jesús fue muy claro, que la eficacia
del testimonio es proporcional a la intensidad del amor. De nada nos vale proyectarnos
hasta los extremos confines de la tierra, si antes no nos queremos y no nos ayudamos
los unos a los otros al interno de la comunidad cristiana”.
“La exhortación
del apóstol Pablo escuchada en la segunda lectura, añadió el Papa, es fundamental
no solo en la vida de familia eclesial sino también para el propio trabajo de animación
de la realidad social. En un contexto tendiente a incentivar cada vez más el individualismo,
el primer servicio de la iglesia es aquel de educar para el sentido social, el servicio
al prójimo, a la solidaridad y a la actitud de compartir. La Iglesia, dotada como
lo está por su Señor, de una carga espiritual que continuamente se renueva, se revela
capaz de ejercer un influjo positivo inclusive en el plano social, porque promueve
una humanidad renovada y relaciones humanas abiertas y constructivas, en el respeto
y en el servicio que da prioridad a los últimos y a los más débiles.
Aquí
en el Salento como en todo el sur de Italia, en el seno de las comunidades eclesiales,
hay lugares donde las jóvenes generaciones pueden aprender la esperanza, ya no como
una utopía, sino como confianza tenaz en la fuerza del bien. “El bien vence, a pesar
de que a veces pueda parecer vencido por la supremacía de la astucia, porque en realidad
sigue actuando en el silencio y en la discreción”.
Benedicto XVI explicó
que esta es la renovación social cristiana, basada en la transformación de las conciencia,
y sobre la formación moral y la oración y dijo que la oración, en particular, da la
fuerza de creer y luchar por el bien inclusive cuando humanamente nos podríamos ver
tentados al desaliento y a retroceder.
Más adelante aludiendo al discurso pronunciado
por el Obispo Vito de Grisantis, en la parte en que el prelado se refería a los enfermos
amorosamente atendidos por las religiosas Marcelinas, que ahora se preparan para inaugurar
una Casa de Cuidados paliativos para la asistencia y el cuidado físico y espiritual
de los enfermos incurables, es decir en fase terminal, y de sus familias; así como
al centro de rehabilitación y permanencia para discapacitados y personas especiales,
bajo el tierno cuidado de los Padres Trinitarios, el Papa quiso observar que estas
iniciativas son el signo elocuente del estilo típicamente eclesial de promoción humana
y social de la que poco antes hacía referencia.
En esta celebración participaron
autoridades civiles, por este motivo el Papa quiso tomar la ocasión para recordar
que la Comunidad cristiana no puede y no quiere sustituir las legítimas competencias
de las Instituciones, sino que, por el contrario, las estimula y las sostiene en sus
tareas en espíritu de colaboración por el bien de todos, y partiendo de las situaciones
de mayor dificultad.
Poco antes de concluir su homilía en el santuario de
Finibus Terrae, el Papa expresó su deseo de realizar, de modo espiritual, una peregrinación
a los varios Santuarios marianos del Salento, definidos por él como verdaderas gemas
engarzadas en esta península lanzada –dijo aludiendo a la forma de la península itálica-
como un puente sobre el mar. “La piedad mariana de las poblaciones ha sido formada
bajo el influjo maravilloso de la devoción de San Basilio a la Theo-tokos, la Madre
de Dios; una devoción cultivada por San Benedicto, Santo Domingo, San Francisco y
expresada en bellísimas iglesias y altares sagrados que deben ser cuidados y mantenidos
como signo de la rica herencia religiosa y civil de la gente del lugar”.