El Papa recibe a los participantes en el congreso de las Facultades de Comunicación
de Universidades Católicas y subraya que “la información debe estar siempre inspirada
en la justicia y en la solidariedad, respetando siempre el valor y la dignidad de
las personas”
Viernes, 23 may (RV).- Benedicto XVI ha recibido a los participantes al congreso de
las Facultades de Comunicación de las Universidades Católicas organizado por el Consejo
Pontificio para las Comunicaciones Sociales, reunidos en Roma para reflexionar sobre
la identidad y la misión de las escuelas y de los ateneos en la comunicación católica.
El Santo Padre ha señalado que es “la misma comunicación la que revela a la persona
y crea relaciones auténticas con la comunidad y que permite a los seres humanos madurar
en conocimiento, sabiduría y amor. “A la luz del mensaje bíblico, la comunicación
-ha recordado el Pontífice- refleja nuestra participación en el creativo, comunicativo
y unificador Amor trinitario que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.
“La
información -ha resaltado el Papa- debe estar siempre inspirada en la “justicia” y
en la “solidariedad”, respetando en cualquier circunstancia, el valor y la dignidad
de toda persona, que tiene derecho a no ser herida en su vida privada”. Es importante
también “promover la verdad en la información y hacer reflexionar a las personas ante
los acontecimientos, con el objetivo de educar a los hombres de hoy para edificar
un mundo mejor”.
Benedicto XVI ha dicho que sería “una tragedia para el futuro
de la humanidad si los nuevos instrumentos de comunicación, que permiten compartir
el conocimiento y la información, no fueran accesibles a los que ya están marginados
económica y socialmente”. Esto sólo contribuiría “a agrandar la distancia que separa
a estas personas de las nuevas redes que se están desarrollando al servicio de la
socialización humana, la información y el aprendizaje”
Por otro lado, sería
igualmente grave que la tendencia globalizante en el mundo de las comunicaciones debilitara
o eliminara las costumbres tradicionales y las culturas locales, de manera especial
las que han logrado fortalecer los valores familiares y sociales, el amor, la solidaridad
y el respeto a la vida. En ese contexto, deseo expresar mi aprecio a aquellas comunidades
religiosas que, no obstante los altos costos financieros o los innumerables recursos
humanos, han abierto Universidades Católicas en los países en vías de desarrollo.
El
Santo Padre ha agradecido que muchas de estas instituciones estuvieran presentes en
el acto de hoy.
Sus esfuerzos asegurarán a los países donde se encuentran el
beneficio de la colaboración de hombres y mujeres jóvenes que reciben una formación
profesional profunda, inspirada en la ética cristiana, que promueve la educación y
la enseñanza como un servicio a toda la comunidad. Valoro de manera particular su
compromiso por ofrecer una esmerada educación para todos, independientemente de la
raza, condición social o credo, lo cual constituye la misión de la Universidad Católica.
A
los docentes universitarios y de escuelas católicas, el Santo Padre ha recordado que
la “identidad” no es simplemente una cuestión de número de estudiantes, sino una cuestión
de convicción y de creer verdaderamente en el misterio de la encarnación y en el misterio
del hombre”. Al respecto, oigamos a la decana de la Pontificia Universidad de Salamanca
que participa en el congreso.