2008-05-20 13:06:01

Se llama hijo del hombre: Renovar la fórmula del Credo


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Martes, 20 may (RV).- Cristo es Dios encarnado, sin embargo se llama a sí mismo Hijo del hombre. Durante esta nueva serie de programas de Radio Vaticano vamos a dar un salto cualitativo respecto a la serie anterior. El salto consiste en pasar de la búsqueda desde el hombre hacia Dios a buscarle desde lo que Dios mismo nos ha revelado su Hijo. El salto no es otro que el de la fe. Salto desde la búsqueda con nuestras propias fuerzas a la búsqueda desde la revelación. Cristo es la revelación de Dios al hombre, pero desde el hombre. Jesús se llama a sí mismo Hijo del hombre.


Hemos venido hablando en la serie de programas “Seguimos tus huellas”, sobre la religión como búsqueda de Dios por parte del hombre de todo tiempo y lugar. Era una búsqueda humana; en esta nueva serie “Se llama Hijo el hombre”, será Dios hecho hombre quien venga al encuentro del hombre que ha buscado. Y acabábamos la serie anterior concluyendo que la religión verdadera no se va a definir por criterios intelectuales o culturales, sino que la religión verdadera es la vibración total de Dios en mí. Ahora bien esa vibración se articula en la cultura que la acoge y la vive primero como adhesión al Dios que se revela, como fe, pero, en segundo lugar, esa fe se ha de articular en formulaciones humanas, en lo que llamamos artículos de de fe.


La fe no es creer las verdades que me trasmita otra persona, sino creerla a ella. Y cuando la fe es una relación ya no es un creer en algo, sino en Alguien, es un creer en Ti, no en las cosas que me digan de Ti, sino en Ti. Esto es lo que nos trasmitieron los Apóstoles, que eran unos pobres pescadores, pero supieron resumirlo en el símbolo apostólico: “Creo en Dios, Padre todopoderoso - Dios es persona - y en Jesucristo su Hijo y en el Espíritu Santo”. Hemos de recordar que el Credo Apostólico se escribió en griego, y ese “creo en” está dicho con la partícula “eis”, que significa “hacia”, expresa mi adhesión a, es dinámico, de movimiento. Creer, es moverse hacia... Esta es la relación: creer es ir hacia el amado de forma definitiva. Esta es la relación que establece la fe.


Además hay que recordar que este Credo apostólico no cometió el error de la traducción española, que hasta puede ser herética. El Credo de los Apóstoles solamente relaciona este "eis" con Dios. Aunque suene mal, vamos a sustituir el "en" por el “hacia”, para entendernos. Tendríamos que decir "Creo hacia Dios Padre Todopoderoso, creo hacia su Hijo y creo hacia el Espíritu Santo". Y al acabar el Credo suprime el "eis" y dice así: "y creo la Santa Madre Iglesia": "la", no "en", ni “hacia”. Porque como la Iglesia está dentro de Dios, al creer en Dios y caminar hacia él, acepto lo que está en él, que es la Santa Madre Iglesia, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos, la vida eterna. Estas son cosas que están pegadas a Dios, no caminamos hacia ellas, sino por ellas hacia Dios. La fe es creer en una persona, lo que no es personal no es objeto directo de fe, en todo caso es objeto indirecto. No caminamos hacia la Iglesia, hacia la resurrección, el perdón... Ya somos Iglesia, estamos resucitados y perdonados.


Esto es lo que decimos al creer en la palabra o en los dogmas, en las “fórmulas”. Lo que ha sucedido en Cristo ya sucede en los que confiesan su nombre. Cuando el hombre recibe el torrente de Dios y se deja inundar por él, sucede el Hombre-Dios, que es Jesucristo. Es el primero de los hermanos el que nos dice a qué alturas somos llamados. Yo soy llamado a la misma altura que él.


Bien, pues esta fórmula del Credo no es una filosofía, es una persona viva. Dios y el hombre son, en Cristo, la misma cosa: no es por una parte hombre y por otra Dios, no, esto es herético. Confesamos que Cristo es hombre y Dios, pero para expresarlo mejor habría que decir Cristo es hombre porque es Dios, porque nadie puede ser hombre sin ser Dios. Nosotros solamente somos medio hombres y sólo medio Dios, pero el día que seamos “Hombre” de verdad entonces Dios será todo en todos. "Cuando Dios sea todo en todos" (1ª Cor. 15, 28), estaremos en Él.


Pero partimos del nombre que se daba Jesús a sí mismo: Jesús se llamaba a sí mismo Hijo del hombre, este es el tema de esta nueva serie de programas sobre la fe cristiana.








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