2008-05-18 17:52:07

En su homilía de despedida en Génova, Benedicto XVI llama al diálogo en profundidad con los no católicos, los no cristianos, y con los no creyentes, creciendo en la dimensión misionera del Dios Amor


Domingo, 18 may (RV).- En su homilía de despedida de Génova, el Papa ha agradecido en primer lugar a los principales responsables su empeño, y ha donado algunas exhortaciones particulares a todos los presentes.

En primer lugar, les ha llamado a desarrollar con celo la formación espiritual y catequética, una formación “necesaria para vivir bien la vocación cristiana en el mundo de hoy”. En este sentido ha instado a todos los genoveses a cultivar una fe “capaz de dialogar en profundidad con todos, con los hermanos no católicos, con los no cristianos, y con los no creyentes”.

Benedicto XVI ha animado, con especial afecto a los seminaristas y jóvenes que se encuentran en el camino de la vocación, a no tener miedo a sentirse atraídos por la elección definitiva de un itinerario formativo serio y exigente, exhortando a todos, a “crecer en la dimensión misionera”.

“Queridos amigos –ha proseguido diciendo el Papa- mirad al futuro con confianza e intentad construirlo juntos, evitando facciosidades y particularismos, anteponiendo a los intereses legítimos, el bien común”. Y esto es posible, en una sociedad marcada por la globalización y el individualismo, gracias al testimonio que la Iglesia ofrece de comunión. “La Comunión eclesial, hoy como ayer, -ha recordado el Papa- es antes de nada, signo, pobre pero real, de Dios Amor, cuyo nombre está impreso en el ser profundo de cada persona y en cada experiencia de auténtica solidaridad”.

En su intensa homilía el Santo Padre ha explicado el significado de las lecturas de hoy que se han centrado en el “Dios es Amor, Amor Padre –Amor Hijo – Amor Espíritu Santo”, porque la fiesta de hoy nos invita a contemplar a Dios. Precisamente, sobre esta base, el Papa ha señalado que el hombre se tiene que reconocer como hijo de Dios. “Esta concepción de Dios y del hombre es la base de un correspondiente modelo de comunidad humana y de sociedad –ha proseguido explicando Benedicto XVI- Es un modelo que está antes de cualquier norma jurídica o institucional, e incluso antes de cualquier especificidad cultural. Un modelo de familia humana trasversal a todas las civilizaciones, que nosotros cristianos solemos expresar desde niños afirmando que los hombres son todos hijos de Dios, es decir, hermanos entre sí”.

Ésta es una verdad que desde el inicio está dentro de nosotros, es una concepción que se funda en la idea de Dios Trinidad, del hombre como persona –no como mero individuo- y de la sociedad como comunidad, no como mera colectividad. El Santo Padre ha pasado después a recordar las Encíclicas de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, y la suya propia, la Deus Caritas est, que vuelve a proponer, como ya lo hicieron sus predecesores, el ejercicio de la caridad concreta. El Papa ha finalizado con un deseo extraído de la oración de Moisés: “que el Señor camine siempre entre vosotros y haga de vosotros su herencia”.







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