2008-05-12 15:43:18

En su cordial bienvenida al nuevo embajador de Israel y condenando el antisemitismo, el Papa recuerda los derechos del pueblo palestino, con un nuevo apremiante llamamiento al diálogo y por la paz en Oriente Medio


Lunes, 12 may (RV).- En su cordial bienvenida al nuevo embajador israelí, Benedicto XVI ha renovado sus mejores deseos en el 60 aniversario del establecimiento del estado de Israel, haciendo hincapié en la esperanza de ver pronto una época de mayor dicha, cuando una paz justa resuelva finalmente el conflicto con los palestinos. Tras destacar el aprecio de la Santa Sede por el valor de sus relaciones diplomáticas con Israel - establecidas hace quince años - y el deseo de desarrollarlas fortaleciendo el respecto, la estima y la colaboración, el Papa ha subrayado importantes áreas de interés mutuo.

Refiriéndose a la importancia de la herencia judeocristiana citada por el nuevo embajador de Israel, Benedicto XVI ha reiterado el común anhelo y el firme compromiso de «promover numerosas formas de acción social y humanitaria en todo el mundo, combatiendo todas las formas de discriminación racial». El Santo Padre ha recordado que los «cristianos en Tierra Santa mantienen largas y buenas relaciones con los musulmanes y los judíos» y ha reiterado su preocupación por el sufrimiento de las comunidades cristianas en Oriente Medio y la constante tensión entre judíos y palestinos.

«La Santa Sede reconoce la necesidad legítima de Israel de seguridad y autodefensa, condenando con firmeza todas las formas de antisemitismo», sin olvidar que «todos los pueblos tienen derecho a justas oportunidades de prosperar». Benedicto XVI ha renovado su llamamiento al gobierno de Israel para que prosigan sus esfuerzos con el fin de aliviar también los sufrimientos de la comunidad palestina. Permitiéndole la libertad necesaria para llegar a sus legítimos trabajos, incluyendo el recorrido a sus lugares de culto, con el fin de que también los palestinos puedan gozar de mayor paz y seguridad.

Recordando que estos importantes temas se pueden enfocar sólo en el contexto más amplio del proceso de paz de Oriente Medio, el Papa ha afirmado que «la Santa Sede acoge con satisfacción el compromiso manifestado por el gobierno de Israel de impulsar la esperanza reencendida en Annapolis». Y ruega para que «no se defrauden esas esperanzas y expectativas».

Como destacó en su reciente discurso ante las Naciones Unidas en Nueva York, para alcanzar la resolución de los conflictos es necesario explorar todos los caminos diplomáticos posibles. Con constante atención incluso también ante «cualquier atisbo de diálogo o anhelo de reconciliación, por débil que pueda parecer». Benedicto XVI ha afirmado que «cuando todos los pueblos de Tierra Santa vivan en paz y armonía, en dos estados soberanos independientes uno al lado del otro, el beneficio para la paz del mundo será inestimable e Israel será verdaderamente ‘luz de las naciones’ (Is 42:6). Ejemplo resplandeciente que el mundo deberá seguir en la resolución de los conflictos».

Compartiendo el entusiasmo y esperando que se desarrollen los intercambios culturales y académicos entre las instituciones católicas de todo el mundo y las de Tierra Santa, Benedicto XVI ha afirmado que el diálogo fraternal que se desarrolla en ámbito internacional entre los cristianos y los judíos «está brindando importantes frutos y es necesario que prosiga con empeño y generosidad».

«Las ciudades santas de Roma y de Jerusalén representan una fuente de fe y sabiduría de importancia central para la civilización occidental y, por ello, los lazos entre Israel y la Santa Sede tienen mayores y profundas resonancias, que no se circunscriben formalmente en la dimensión jurídica de nuestras relaciones», ha añadido el Papa, refiriéndose más adelante también a los acuerdos que se han firmado hasta el momento entre Israel y la Santa Sede. Con el anhelo de que se avance asimismo en otras negociaciones, con respecto a asuntos económicos y fiscales y en lo que se refiere a las visas para los religiosos y religiosas. Con el fin de que la iglesia católica pueda realizar libremente su misión en las tareas religiosas, morales, educativas y caritativas en «la tierra donde nació».







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