El Papa comparte con los obispos húngaros su preocupación por la grave crisis de la
familia y lamenta que aún subsista la desconfianza típica de quienes han vivido el
comunismo y durante mucho tiempo bajo un clima de sospechas
Sábado, 10 may (RV).- Benedicto XVI ha recibido también a lo largo de la mañana a
los obispos de la Conferencia Episcopal de Hungría, al final de su visita ad limina
apostolorum. El Santo Padre en su discurso ha recordado el “largo período del régimen
comunista, que ha marcado duramente a la población húngara” notándose ahora las consecuencias.
El Papa ha señalado, por ejemplo, la dificultad que tiene la gente en confiar con
los demás, “típica de quien ha vivido largo tiempo bajo un clima de sospechas”.
El
Pontífice ha afirmado, que “el sentido de inseguridad ciudadana se ha acentuado además
por la actual coyuntura económica, que un desconsiderado consumismo no contribuye
a mejorar”. En este contexto ha dicho el Papa, la Iglesia ciertamente debe ser “maestra,
mostrándose siempre sobre todo “madre” de modo que “favorezca el crecimiento de recíproca
confianza y la promoción de la esperanza”.
Benedicto XVI ha subrayado que la
primera realidad que sufre las consecuencias de la difundida secularización es la
“familia” que está atravesando también en Hungría una “grave crisis”, cuyos síntomas
son: la disminución del número de matrimonios; el aumento de los divorcios; la multiplicación
de las parejas de hecho y de las uniones homosexuales. “Una situación que, unida a
la falta de subsidios para las familias numerosas, ha llevado a una drástica disminución
de los nacimientos, haciendo todavía más dramática la difundida práctica del aborto”.
Naturalmente,
ha observado el Santo Padre, la crisis de la familia “constituye un enorme desafío
para la Iglesia, porque se cuestiona la fidelidad conyugal y, más en general, los
valores sobre los que se funda la sociedad”. El Papa ha indicado que las primeras
víctimas de esta dificultad son los “jóvenes”, y en este sentido “ha apreciado vivamente
las muchísimas iniciativas que la Iglesia promueve, a pesar de los medios limitados
de que dispone, para animar el mundo de los jóvenes”, animando a “proseguir los esfuerzos
para la pastoral escolástica y universitaria”.
Otra preocupación que el Pontífice
comparte con los obispos húngaros: es la falta de sacerdotes, problema que se encuentra
también en otros países de Europa. “Es fundamental -ha dicho el Papa- que los sacramentos
de la Eucaristía y la Penitencia sean practicados con la máxima asiduidad y devoción
y sean administrados con generosidad a los fieles por los propios sacerdotes”.
A pesar de la secularización, Benedicto XVI ha querido subrayar que la Iglesia
Católica continúa siendo para muchísimos húngaros la Comunidad religiosa de pertenencia
y es un significativo punto de referencia. El Papa ha apreciado también el hecho de
que continúe viva la fe del pueblo, valorizándose iniciativas tradicionales, como
son las peregrinaciones a Roma, Mariazell, Czestochowa, Lourdes o Fátima y produciéndose
expresiones de devoción popular como es el fervor por los santos húngaros: Santa Elisabeth,
San Emerico y San Esteban.