Después de la caída de comunismo, la Iglesia del Cáucaso debe mantener íntegra su
identidad. Es la exhortación de XVI a los obispos de esta región, recibidos en la
Ciudad del Vaticano con motivo de la su visita ad Limina
Jueves, 24 abr (RV).- Después de la caída del comunismo, es menester ser testigos
del Evangelio ante tantos desafíos sociales y culturales. Así lo ha subrayado el Papa
en el discurso a los obispos del Cáucaso, invitando a los fieles de Armenia, Azerbaiyán
y Georgia a defender la familia, ayudar a los necesitados y a comprometerse en un
diálogo fraterno con los ortodoxos y con los seguidores de otras religiones.
El
Pontífice ha subrayado que la región del Cáucaso “es una tierra rica de historia y
de cultura, crisol de civilizaciones y encrucijada de caminos entre Oriente y Occidente”
y ha recordado la reciente visita a aquellas tierras del cardenal Bertone. “Tras la
caída de la Unión Soviética -ha destacado- las poblaciones caucásicas han conocido
cambios sociales significativos en el camino del progreso, pero padecen todavía situaciones
difíciles”. Muchos, ha dicho el Papa, son “los pobres, los parados y los refugiados
que las guerras han alejado de sus casas dejándoles de hecho en grave situación precaria”.
Benedicto XVI ha exhortado a los prelados a ser “guías sabios y seguros del
pueblo de Dios”, a sostener a las familias que “de él son las células vivas”. Hoy,
ha añadido el Papa “a causa de la mentalidad inculcada en la sociedad y heredada del
periodo comunista”, las familias se encuentran con grandes dificultades y están marcadas
por aquellas heridas y por aquellos atentados a la vida humana que, por desgracia,
se registran también en tantas otras partes del mundo.
Sin embrago, ha constatado
el Santo Padre, “los acontecimientos dramáticos del pasado siglo no han apagado la
llama del Evangelio que, en el curso de las generaciones, ha encontrado en el Cáucaso
un terreno fértil”. Y ello, ha proseguido Benedicto XVI, “a pesar de los enfrentamientos
violentos, tanto internos como procedentes del exterior, que han causado muchas víctimas,
entre las cuales la Iglesia cuenta con muchos mártires de la fe”.
“Vuestra
actividad pastoral, ha sido la exhortación del Papa a los prelados caucásicos, se
desarrolla en un territorio donde “quedan todavía hoy muchos desafíos sociales y culturales
y donde la comunidad católica constituye una pequeña grey, que vive su propia fe en
contacto con otras confesiones cristianas y otras religiones”. En el Cáucaso, ha recordado
el Papa, conviven “católicos de rito armenio, latino y caldeo con ortodoxos, armenio-apostólicos,
judíos y musulmanes”. En este contexto multirreligioso el Santo Padre ha animado a
los católicos ha intensificar la propia colaboración con las otras Iglesias y con
los seguidores de otras religiones. Además el Papa ha deseado que del “dialogo establecido
entre católicos y ortodoxos, crezca aquella fraternidad que debe caracterizar las
relaciones entre Iglesias, respetuosas una de otra, a pesar de las diferencias todavía
existentes”.
Una parte del discurso, el Pontífice lo ha dedicado a las vocaciones
sacerdotales y a la vida consagrada. En Armenia, Azerbaiyán y Georgia las futuras
generaciones deben “contar con un clero que sea santo, que viva con alegría la propia
vocación y que se dedique con generosidad al cuidado de todos los fieles”. También,
el Papa ha alabado la actividad caritativa de la Iglesia en el Cáucaso, en favor de
los pobres y las personas con dificultades, y ha animado a los fieles “a testimoniar
con la vida el amor de Cristo, sin segundos fines”. Y finalmente, ha invitado a los
obispos a incidir en la formación de las conciencias de los fieles, “según la ética
evangélica, con una atención privilegiada por los jóvenes.