Escuchar el programa Viernes, 28 mar
(RV).- Es la Pascua, y la pascua es vida y renovación, inicio y cambio. Pero para
vivirlo plenamente necesitamos acercarnos realmente al significado pleno de la comunión,
el amor y el perdón. Porque son estos realmente los sentimientos que nos invita a
vivir la pascua. El pasado viernes hablamos de la esperanza del amor, como la esencia
de nuestras vidas y la promesa real del mañana.
El perdón es una actitud de
vida, una estrategia constante de supervivencia, de convivencia, del ejercicio pleno
del amor. Si se miran bien las cosas, sea en relación con Dios, sea en relación con
los demás, casi podría decirse que la vida es un diálogo de perdones. Porque si en
el humano está el error, la equivocación, en el amor está el perdón, es la condición
de vida. La palabra perdón será la última palabra que se diluirá en los labios del
agonizante, la última paloma que alzará el vuelo cuando se acabe la vida.
Estas
frases realmente son del poeta español León Felipe, en una confesión al término de
sus días, que escribió en un pequeño texto haciendo alusión justamente a la necesidad
del perdón como sanación, como reconciliación, como libertad. El texto dice:
"Soy ya tan viejo. Y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido y no puedo pedirle
perdón. Ya no puedo hacer otra cosa que arrodillarme ante el primer mendigo. Y besarle
la mano. Yo no he sido bueno, quisiera haber sido mejor. Estoy hecho de un barro que
no está bien cocido todavía. ¡Tenía que pedir perdón a tanta gente! Pero todos han
muerto. ¿A quién pido perdón ya? ¿A ese mendigo? ¿No hay nadie más en España, en el
mundo, a quien yo deba pedirle perdón? Voy perdiendo la memoria y olvidando las palabras,
ya no recuerdo bien, voy olvidando? olvidando? olvidando?" Y termina diciendo:
"Las palabras se me van como palomas de un palomar desahuciado y viejo y sólo quiero
que la última palabra, la última palabra pegadiza y terca que recuerde al morir sea
ésta: perdón".
Diariamente escuchamos noticias de grandes conflictos y controversias,
de pueblos hermanos en discordia, pero también de las diferencias con nuestros vecinos,
con nuestra propia familia. Y todos soñamos con la paz, con la convivencia y la hermandad,
y para seguir soñando en la paz lo que se necesitan no son nuevos mecanismos de negociación,
ni nuevos personajes en los escenarios del diálogo, sino eso tan difícil que cada
día se vuelve más lejano e imposible: la capacidad de perdonar.
Sin perdón,
no habrá paz. Y no se trata de manejar el concepto en términos de una vieja moralidad,
de juridicismos, hechizos o de simples técnicas terapéuticas, sino en la dimensión
de honradez humana, de sinceridad ética, de limpieza interior en la que se generan
todo los grandes dones de la condición humana. En la raíz misma de la generosidad
que ennoblece al alma, es decir entender y asumir el perdón como un don.
"Perdonare",
en latín, tiene un bello matiz. Esa partícula "per", implica repetición, insistencia,
realización de una acción hasta el fin, hasta las últimas consecuencias. Y el verbo
"donare" es dar, obsequiar, regalar. Un regalo curativo, sanador. Para el que lo da
y para quien lo recibe. Al perdonar, acabo con los rencores y las retaliaciones.
El
perdón es la condición de vida que está en el amor, en la entrega y donación a los
demás. Texto: Alma García Locución: Alina Tufani