2008-03-28 13:58:19

Reflexiones en familia


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Viernes, 28 mar (RV).- Es la Pascua, y la pascua es vida y renovación, inicio y cambio. Pero para vivirlo plenamente necesitamos acercarnos realmente al significado pleno de la comunión, el amor y el perdón. Porque son estos realmente los sentimientos que nos invita a vivir la pascua. El pasado viernes hablamos de la esperanza del amor, como la esencia de nuestras vidas y la promesa real del mañana.

El perdón es una actitud de vida, una estrategia constante de supervivencia, de convivencia, del ejercicio pleno del amor. Si se miran bien las cosas, sea en relación con Dios, sea en relación con los demás, casi podría decirse que la vida es un diálogo de perdones. Porque si en el humano está el error, la equivocación, en el amor está el perdón, es la condición de vida. La palabra perdón será la última palabra que se diluirá en los labios del agonizante, la última paloma que alzará el vuelo cuando se acabe la vida.

Estas frases realmente son del poeta español León Felipe, en una confesión al término de sus días, que escribió en un pequeño texto haciendo alusión justamente a la necesidad del perdón como sanación, como reconciliación, como libertad. El texto dice:

"Soy ya tan viejo. Y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido y no puedo pedirle perdón. Ya no puedo hacer otra cosa que arrodillarme ante el primer mendigo. Y besarle la mano. Yo no he sido bueno, quisiera haber sido mejor. Estoy hecho de un barro que no está bien cocido todavía. ¡Tenía que pedir perdón a tanta gente! Pero todos han muerto. ¿A quién pido perdón ya? ¿A ese mendigo? ¿No hay nadie más en España, en el mundo, a quien yo deba pedirle perdón? Voy perdiendo la memoria y olvidando las palabras, ya no recuerdo bien, voy olvidando? olvidando? olvidando?"
Y termina diciendo: "Las palabras se me van como palomas de un palomar desahuciado y viejo y sólo quiero que la última palabra, la última palabra pegadiza y terca que recuerde al morir sea ésta: perdón".

Diariamente escuchamos noticias de grandes conflictos y controversias, de pueblos hermanos en discordia, pero también de las diferencias con nuestros vecinos, con nuestra propia familia. Y todos soñamos con la paz, con la convivencia y la hermandad, y para seguir soñando en la paz lo que se necesitan no son nuevos mecanismos de negociación, ni nuevos personajes en los escenarios del diálogo, sino eso tan difícil que cada día se vuelve más lejano e imposible: la capacidad de perdonar.

Sin perdón, no habrá paz. Y no se trata de manejar el concepto en términos de una vieja moralidad, de juridicismos, hechizos o de simples técnicas terapéuticas, sino en la dimensión de honradez humana, de sinceridad ética, de limpieza interior en la que se generan todo los grandes dones de la condición humana. En la raíz misma de la generosidad que ennoblece al alma, es decir entender y asumir el perdón como un don.

"Perdonare", en latín, tiene un bello matiz. Esa partícula "per", implica repetición, insistencia, realización de una acción hasta el fin, hasta las últimas consecuencias. Y el verbo "donare" es dar, obsequiar, regalar. Un regalo curativo, sanador. Para el que lo da y para quien lo recibe. Al perdonar, acabo con los rencores y las retaliaciones.

El perdón es la condición de vida que está en el amor, en la entrega y donación a los demás.
 Texto: Alma García
Locución: Alina Tufani








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