2008-03-20 16:42:21

Santa Misa Crismal: el Papa exhorta a los sacerdotes a que “nunca se anuncien a sí mismos, ni se inventen una Iglesia como les gustaría, sino que sean siervos de todos en la verdad y en amor


Jueves, 20 mar (RV).- En esta celebración eucarística «hemos querido renovar nuestro compromiso de vivir de forma cada vez más digna la vocación que hemos recibido», ha señalado Benedicto XVI al concluir la Santa Misa Crismal, que ha celebrado con los obispos y presbíteros presentes en Roma, esta mañana en la Basílica de San Pedro. Celebración en la que el Papa, como es tradicional, ha bendecido el crisma y el óleo de los catecúmenos y de los enfermos, subrayando el misterio de la Iglesia como sacramento de Cristo, que «santifica toda realidad y situación de vida».

Los sacerdotes deben tener el mundo despierto para Dios: que nunca se anuncien a sí mismos ni se inventen una Iglesia como les gustaría, sino que sean siervos de todos en el verdad y en amor. Esta ha sido la exhortación del Papa esta mañana en la Basílica Vaticana durante la Santa Misa Crismal que precede el Triduo Pascual. Durante el rito 1.600 presbíteros de la diócesis de Roma han renovado las promesas sacerdotales.

El Papa ha invitado a reflexionar sobre la llamada al sacerdocio y ha recordado que el sacerdote está llamado a vigilar, a vivir constantemente con la mirada puesta en Dios para que el mundo no se olvide de Él.

“El sacerdote debe ser alguien que vigila. Debe estar en guardia frente a las potencias amenazadoras del mal. Debe tener al mundo despierto para Dios. Debe ser alguien que esta de pie erguido frente a las corrientes del tiempo. Erguido en la verdad. Recto en el compromiso con el bien. El estar delante del Señor debe ser siempre, en lo más profundo, también hacerse cargo de los hombres ante el Señor que, a su vez, se hace cargo de todos nosotros ante el Padre. Y debe ser hacerse cargo de El, de Cristo, de su palabra, de su verdad, de su amor.

“El sacerdote – ha añadido el Papa- debe ser una persona recta” e impávido debe incluso estar dispuesto a aceptar ultrajes por el Señor. Benedicto XVI ha exhortado a los sacerdotes a no dejar nunca de aprender: aprender a rezar “siempre de nuevo y siempre de forma más profunda”; aprender a conocer al Señor en su Palabra para que el anuncio sea eficaz; y ha advertirlo del peligro de que el continuo uso de lo sagrado se convierta en una costumbre.

“Se apaga así el temor reverencial. Condicionados por todas las costumbres, no percibimos el hecho más grande, nuevo, sorprendente, de que Él mismo esté presente, nos hable, se done a nosotros. Contra esta dependencia de la realidad extraordinaria, contra la indiferencia del corazón debemos luchar sin tregua, reconociendo de nuevo nuestra insuficiencia y la gracia que hay en el hecho de que Él se entregue así en nuestras manos.

Fundamental es también la dimensión de la obediencia. “El siervo – ha afirmado el Papa- está a las órdenes de la Palabra: “que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Con estas palabras, Jesús en el huerto de los olivos ha resuelto la batalla definitiva contra el pecado, contra la rebelión del corazón abatido.

“El pecado de Adán consistía, en el hecho de que el quería realizar su voluntad y no la de Dios. La tentación de la humanidad es siempre la de querer ser totalmente autónoma, de seguir solo la propia voluntad y considerar que solo así nosotros seremos libres; que solo gracias a una semejante libertad sin límites el hombre sería completamente hombre. Pero precisamente así es como nos ponemos en el lado opuesto de la verdad”.

Solo somos libres – ha proseguido el Papa- si “compartimos nuestra libertad con los demás” y “si participamos de la voluntad de Dios. Esta obediencia fundamental que forma parte de la esencia del hombre, es mucho más concreta en el sacerdote”.

“Nosotros no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Él y su palabra, que no podemos idear por nosotros mismos. No inventamos la Iglesia como quisiéramos que fuera, sino que anunciamos la Palabra de Cristo de forma correcta solo en la comunión de su Cuerpo. Nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella. También se incluye aquí lo que Jesús predijo a Pedro: “Serás llevado donde no quieras”. Este dejarse guiar hacia donde no queremos es una dimensión esencial de nuestro servir, y es justamente así que nos hace libres. Siendo llevados, aunque pueda ser contrario a nuestras ideas y nuestros proyectos, experimentamos lo nuevo – la riqueza del amor de Dios”.

Por último el Papa ha aludido al gesto del lavatorio de los pies, con el que Cristo “el verdadero Sumo Sacerdote del mundo” afirma querer “ser el siervo de todos”.

“Con el gesto del amor hasta el límite Él lava nuestros pies sucios, con la humildad de su servicio nos purifica de la enfermedad de nuestra soberbia. Así nos hace capaces de ser comensales de Dios. Él se ha rebajado, y la verdadera ascensión del hombre se cumple ahora en nuestro rebajarnos con Él y hacia Él. Su elevación es la Cruz. Es el descenso más profundo y, como el amor llevado hasta el límite, es al mismo tempo el culmen de la ascensión, la verdadera “elevación” del hombre”.

Confiando el Crisma y los óleos a los obispos y sacerdotes, para que, por medio de su ministerio, la gracia divina fluya en las almas, brindando fortaleza y vida, Benedicto XVI ha reiterado la exhortación a «respetar, venerar y conservar con cuidado particular» estos signos de la gracia de Dios, para que las personas, los lugares y las cosas que serán signados con ellos, puedan resplandecer en la misma unidad de Dios, que por un don admirable de su amor ha querido que en los signos sacramentales se renovaran místicamente los eventos de la historia de la salvación».

Los óleos bendecidos en la Misa Crismal - como el aire, el agua y la luz - pertenecen a esa realidad elemental del cosmos que mejor expresa los dones de Dios creador, redentor y santificador. El aceite es una sustancia terapéutica y aromática cuya naturaleza asume un simbolismo bíblico-litúrgico de gran valor para expresar la unción del Espíritu que sana, ilumina, conforta y consagra de dones a todo el cuerpo de la Iglesia.

La liturgia de la bendición de los óleos expresa este simbolismo primordial y precisa el sentido sacramental de la Misa crismal de hoy, siendo ésta, una de las principales manifestaciones de la plenitud del sacerdocio del Obispo de Roma y un signo de la estrecha unión de los presbíteros con él. Junto al crisma, se bendicen los óleos de los catecúmenos, que luchan por vencer el espíritu del mal en vista del compromiso del Bautismo, y el óleo de los enfermos, para la unción sacramental. De este modo, el óleo cubre a todos los miembros de la Iglesia, desde sus orígenes hasta el final, expandiendo así por el mundo, ’el buen perfume’ de Cristo.

Entre los obispos presentes en Roma que han acompañado a Benedicto XVI en esta Misa Crismal, se encontraba también Mons. Fabio Duque Jaramillo, obispo de Armenia, en Colombia, que ha destacado ante nuestros micrófonos la exhortación del Papa a meditar en estos días de Cuaresma en la pasión, muerte y resurrección de Cristo. «Seguir el mismo camino de Jesús que nos lleva a la cruz, pero no nos deja en la cruz, sino que nos lleva a la resurrección»: RealAudioMP3

El Santo Padre no desmaya en sus exhortaciones, invitando a rezar por el diálogo, la reconciliación y la paz. Como hacía ayer por los sufrimientos de tantas personas en Tíbet. También lo ha hecho, recordamos, en varias oportunidades por Colombia. Este obispo colombiano nos habla asimismo de la incesante acción y oración de la Iglesia en su país en favor, precisamente del diálogo y de la paz: RealAudioMP3








All the contents on this site are copyrighted ©.