Misa exequial por la fundadora del Movimiento de los Focolares: el Papa elogia la
figura de “una mujer de fe intrépida”, y agradece a Dios por el servicio "silencioso
e incisivo” de Chiara Lubich, siempre en sintonía con el magisterio de la Iglesia
Miércoles, 19 mar (RV).- Benedicto XVI destacó ayer la figura de Chiara Lubich, definiéndola
un generoso testigo de Cristo que se consumió sin reservas en la difusión del mensaje
evangélico en todos los ámbitos de la sociedad contemporánea, y siempre atenta a los
signos de los tiempos. En el mensaje leído ayer por la tarde en la misa exequial por
la fundadora del Movimiento de los Focolares, el Papa elogió la figura de “una mujer
de fe intrépida”, y quiso dar gracias a Dios por el servicio de Chiara Lubich a la
Iglesia “un servicio silencioso e incisivo, siempre en sintonía con el magisterio
de la Iglesia.
En su mensaje el Santo Padre subraya que la herencia de esta
mujer, cuya capacidad profética le permitió no sólo ser fiel al Magisterio de los
Papas sino que incluso lo anticipó, pasa a su familia espiritual. Además le desea
a ésta que “la Virgen María, constante modelo de referencia de Chiara, ayude a cada
focolarino y focolarina a proseguir el mismo camino, contribuyendo a lograr que cada
vez más la Iglesia sea casa y escuela de comunión”.
Miles de personas participaron
dentro y fuera de la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma en esta misa exequial
en la que católicos, cristianos de otras confesiones, así como personas de diferentes
religiones o no creyentes, dieron su adiós a esta promotora de la unidad, fallecida
a los 88 años, el pasado 14 de marzo. Media hora de aplausos saludó al féretro de
Chiara Lubich fundadora de un Movimiento que en la actualidad está presente en 182
países.
El cardenal Bertone, quien presidió las exequias, recordó en la homilía
que “la noticia de su muerte ha suscitado un gran pesar en todos los ambientes, entre
miles de hombres y mujeres de los cinco continentes, creyentes y no creyentes, potentes
y pobres de la tierra. Exponentes de otras Iglesias cristianas y de distintas religiones
se han unido al coro de admirada estima y profunda participación. Incluso los medios
de comunicación han resaltado el trabajo desarrollado por ella difundiendo el amor
evangélico entre personas de cultura, fe y formación distinta”.
El cardenal
Bertone enmarcó la vida de Chiara Lubich en el siglo XX, un siglo que “no deberá ser
recordado sólo por las maravillosas conquistas realizadas en el campo de la técnica
y de la ciencia y por el progreso económico que no ha eliminado, sino que por el contrario
ha acentuado la injusta repartición de los recursos y los bienes entre los pueblos;
un siglo que no pasará a la historia solo por los esfuerzos desplegados para construir
la paz y que por desgracia no han impedido crímenes horrendos contra la humanidad,
y guerras y conflictos que siguen ensangrentando vastas regiones de la tierra”.
“Pero
a pesar de las muchas contradicciones, ha dicho el cardenal, el siglo pasado es un
siglo donde Dios ha suscitado innumerables y heroicos hombres y mujeres que, mientras
aliviaban las heridas de los enfermos y compartían la suerte de los pequeños, de los
pobres y de los últimos, dispensaban el pan de la caridad a vidas destrozadas por
la violencia, la injusticia, el pecado”. En este contexto el purpurado ha recordado
a algunos pioneros de la caridad que la Iglesia ya señala como santos y beatos: como
don Guanella, don Orione, don Calabria, la Madre Teresa de Calcuta y otros muchos.
“Ha
sido también el siglo donde han nacido tantos movimientos eclesiales, y Chiara Libich,
como ha recordado el cardenal Bertone, encuentra su lugar en esta constelación con
un carisma propio y que se distingue por su fisonomía y acción apostólica”. La fundadora
del Movimiento de los Focolares, «con estilo silencioso y humilde», no creó «instituciones
de asistencia y de promoción humana», sino que se dedicó «a encender el fuego del
amor de Dios en los corazones».
«Suscita personas que ellas mismas sean amor,
que vivan el carisma de la unidad y de la comunión con Dios y con el prójimo; personas
que difundan el amor-unidad, haciendo de sí mismos, de sus casas, de su trabajo un
"hogar”, en el que ardiendo el amor contagia e incendia todo lo que está a su lado».