A pesar de la “emergencia educativa” actual Benedicto XVI sostiene que sigue siendo
posible educar para hacer el bien, una meta común a la que debe contribuir cada individuo
Sábado, 23 feb (RV).- A pesar de la incertidumbre y de la imposición mediática de
los modelos distorsionados “también en nuestro tiempo educar bien es posible”. Este
ha sido el mensaje de Benedicto XVI dirigido a 50 mil fieles de la diócesis de Roma,
guiados por el cardenal vicario, Camilo Ruini, reunidos en la plaza de san Pedro para
escuchar las reflexiones del Papa sobre la “emergencia educativa”. Unas reflexiones
manifestadas ya por el Pontífice en su carta firmada el pasado 21 de enero y entregada
hoy a los romanos.
A los jóvenes en particular, Benedicto XVI ha pedido que
acojan el patrimonio del cristianismo para un sano crecimiento moral, cultural y espiritual.
Pero el “gran desafío” de la educación, el Papa lo ha planteado ante los denominados
“sujetos activos” en los campos de la formación juvenil: padres, profesores, catequistas.
Las palabras del Santo Padre han hablado al corazón de cada categoría retomando y
ampliando algunas de las consideraciones escritas en la carta enviada a la diócesis
hace un mes.
El concepto cardinal de la carta y el discurso en la plaza son
los mismos: “hoy -ha afirmado el Pontífice- existe una difundida preocupación ante
“la gran emergencia educativa” que parece confundir a los educadores, llevándolos
a dar un paso atrás más, en lugar de afrontar el desafío.
“Educar no ha sido
nunca fácil. Y hoy parece todavía más difícil, por ello tantos padres y profesores
parecen tentados a renunciar al propio deber. Demasiada incertidumbre y demasiadas
dudas, en efecto, circulan en nuestra sociedad. Es difícil, en esta situación, proponer
a las nuevas generaciones cosas válidas y ciertas, reglas de comportamiento y objetivos
por los cuales merezca la pena gastar la propia vida”.
Estamos aquí hoy -ha
afirmado el Papa- “también y sobre todo porque nos sentimos sostenidos por una gran
esperanza y una fuerte confianza”. Esperanza y confianza que nacen de la fe en Cristo
y de los valores del Evangelio y que responden al ansia de quien -en familia, en la
escuela, o en la iglesia- experimenta las complicaciones en la transmisión de una
herencia “de fe y cultura” particularmente, rica en una ciudad como Roma. Aquí, Benedicto
XVI, a diferencia de la carta en la cual ofrecía indicaciones concretas, ha preferido
animar una a una las distintas categorías de educadores. A los padres les ha pedido
que permanezcan unidos siempre en el amor recíproco porque esta fidelidad alimenta
a los hijos de serenidad: “El cariño que sentís por los hijos debe daros el estilo
y la valentía del verdadero educador, con un coherente testimonio de vida y también
la firmeza necesaria para templar el carácter de las nuevas generaciones, ayudándolas
a distinguir con claridad el bien del mal y a construirse, a su vez, sólidas reglas
de vida, que les sostengan en las pruebas futuras”.
Incomprensiones y desilusiones,
- ha proseguido el Papa, dirigiéndose a los profesores- que no deben desanimar a los
que están llamados a transmitir a los jóvenes el conocimiento y no sólo el conocimiento.
“Vuestra tarea por lo tanto no puede limitarse a transmitir nociones e informaciones,
dejando a parte la gran pregunta respecto a la verdad, sobre todo a aquella verdad
que puede ser la guía de la vida. Sois, a pleno título y derecho, los educadores:
a vosotros, en estrecha sintonía con los padres, se os confía la noble arte de la
formación de la persona”.
Para el clero, las religiosas y los catequistas la
exhortación de Benedicto XVI ha sido igualmente clara: para que los muchachos “toquen
con la propia mano” la amistad con Jesús, el único camino es el del “testimonio sincero
y valiente de la libertad que hace libres”. Por lo tanto, el Papa dirigiéndose al
gran número de jóvenes que abarrotaban la plaza les ha dicho: “no sois solamente objeto
de vuestra educación, sois también los protagonistas: “Vosotros mismos estáis llamados
a ser los artífices de vuestro crecimiento moral, cultural y espiritual. Os toca a
vosotros mismos acoger libremente en el corazón, en la inteligencia y en la vida el
patrimonio de verdad, de bondad y de belleza que se ha formado a través de los siglos
y que tiene en Jesucristo su piedra angular. Os corresponde a vosotros renovar y desarrollar
ulteriormente este patrimonio, liberándolo de tantas mentiras y suciedades que a menudo
lo hacen irreconocible y provocan en vosotros desconfianza y desilusión”.
Dios
“es el huésped secreto de nuestros corazones”, que quiere e ilumina nuestro bien,
ha concluido Benedicto XVI. “De Él nos podemos fiar”.