2008-02-16 16:58:21

Finalizan los ejercicios espirituales de Cuaresma y el Papa señala la humildad de Cristo hacia los apóstoles como clave para comprender la esencia del sacerdocio


Sábado, 16 feb (RV).- El sacerdocio de Jesús es un ejemplo sorprendente de humildad y de solidaridad que es necesario volver a descubrir para poder participar en profundidad. Con este pensamiento, el Papa ha sellado la conclusión de los ejercicios espirituales de Cuaresma en el Vaticano, predicados por el cardenal jesuita, Albert Vanhoye. El Papa ha dado las gracias al purpurado. Que minutos antes había tenido la última meditación sobre el tema de la relación entre el sacerdocio ministerial y el corazón sacerdotal de Cristo.

La reflexión y la escucha vividos en la discreción de la capillita lateral reservada al Papa – a la derecha del altar de la capilla Redemptoris Mater – mientras los ojos se detenían, de manera prolongada, en la imagen de Jesús arrodillado que lava los pies a los apóstoles, ha transcurrido la semana de ejercicios espirituales de cuaresma de Benedicto XVI. Él mismo lo ha recordado al final de las meditaciones que este año ha pronunciado el cardenal jesuita, Albert Vanhoye. Una imagen, la del Lavatorio de los pies, que, en cierto modo, ha dado “cuerpo” a las palabras del predicador: en ella, la figura de Pedro que pide que le sea lavada la cabeza y que en sus manos, según Benedicto XVI, expresa la dificultad de comprender la real, la gran dimensión del sacerdocio de cristo, cuya esencia – ha añadido dirigiéndose al cardenal Vanhoye – está puesta en la extrema humildad de Jesús, retratada en la imagen: “Por medio de sus meditaciones esta imagen me ha hablado. He visto que precisamente aquí, en este comportamiento, en este acto de extrema humildad se realiza el nuevo sacerdocio de Jesús. Y se realiza precisamente en el acto de solidaridad con nosotros, con nuestras debilidades, nuestro sufrimiento, nuestras pruebas, hasta la muerte. Así he visto también con ojos nuevos el vestido rojo de Jesús, que nos habla de su sangre. Él así, señor cardenal, nos ha enseñado como la sangre de Jesús estaba, por causa de su oración, “oxigenada” por el Espíritu Santo. Y de esta manera se ha convertido en fuerza de resurrección y fuente de vida para nosotros”.

Benedicto XVI ha alabado la “competencia teológica” y la “profundidad espiritual” que han entretejido las reflexiones del cardenal Vanhoye: nos han permitido, ha afirmado, “aprender de nuevo” qué es el sacerdocio de Cristo y qué es el nuestro, “a entrar en la participación en el sacerdocio de Cristo y de esta manera recibir también el corazón nuevo, el corazón de Jesús, como centro del misterio de la nueva Alianza. Es precisamente sobre la estrecha relación entre el corazón de Jesús y el ministerio de los sacerdotes de lo que el purpurado jesuita había impregnado la última meditación de esta mañana. En el Antiguo Testamento, ha subrayado con claridad, el sacerdocio no tiene ninguna relación con el corazón. Se trata de una constatación triste pero verdadera, ha observado: en estos textos milenarios se habla muchas veces del corazón del rey – posiblemente con poesía retórica – pero jamás del corazón que administra el culto: “El culto antiguo no tiene ninguna relación con el corazón. El culto definido por la ley, se lleva a cabo con ritos convencionales, externos. El sacerdote debe cumplir los ritos, nada más. Jesús ha sustituido este rito externo, convencional con un culto personal, existencial, que habla de su corazón”.

Después el Cardenal Vanhoye ha aludido a algunos pasajes de la Biblia y ha manifestado que el modelo llega con el Nuevo Testamento: el corazón perfecto de Jesús – un corazón en plena comunión con el Padre – que con la Encarnación y la Pasión se transforman profundamente por un acto suyo de suprema generosidad.

“Para ser sacramento de Cristo sacerdote, el obispo, el presbítero debe estar unido al corazón de Cristo en sus dos disposiciones fundamentales: la docilidad hacia Dios, la misericordia hacia los hombres. Debe tener un corazón filial hacia Dios Padre y un corazón fraterno hacia las personas humanas”.







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