La Santa Sede aprecia e impulsa los esfuerzos emprendidos en diversos ámbitos para
combatir el tráfico de seres humanos. En el Foro internacional que se celebra en Viena,
la Iglesia católica presenta medidas concretas contra este crimen espantoso y para
ayudar a las víctimas
Jueves, 14 feb (RV).- En el Foro de la ONU contra el tráfico de seres humanos, que
se está celebrando en Viena, la Santa Sede ha recordado que «aprecia e impulsa los
esfuerzos emprendidos en varios ámbitos para combatir el tráfico de seres humanos,
que es un problema multidimensional y uno de los fenómenos más vergonzosos de nuestra
era».
Encabezando la Delegación de la Santa Sede, el Arzobispo Agostino Marchetto,
Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes,
enfatizó ayer que «el tráfico de seres humanos es un delito espantoso contra la dignidad
humana, que la doctrina social de la Iglesia católica mira como cimiento de los derechos
humanos».
El Arzobispo Marchetto destacó el peligro real que sufren las numerosas
personas que, ante la pobreza, así como la falta de oportunidades y de cohesión social,
se ven impulsadas a dejar sus países de origen, buscando un futuro mejor. Sin olvidar
que también hay otros factores que contribuyen a extender este crimen, como son los
conflictos armados, la ausencia de reglas específicas y de estructuras socio-culturales
en algunos países, así como la falta de conocimiento de sus propios derechos de parte
de las mismas víctimas, Mons. Marchetto hizo hincapié en que «la Santa Sede alienta
todas las iniciativas justas que contribuyen a suprimir este fenómeno inmoral y criminal
y a promover la recuperación y el bienestar de las víctimas».
Citando el «Protocolo
de Palermo y la sucesiva Convención regional que introdujeron una legislación capaz
de luchar contra el tráfico de seres humanos», el Secretario del Pontificio Consejo
para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes subrayó, en este contexto, la satisfacción
de la Santa Sede ante el impulso brindado, recientemente, por el Consejo de Europa
al Convenio contra este crimen. «La Santa Sede ha seguido constantemente la gravedad
del tráfico de seres humanos», ha recordado Mons. Marchetto, evocando al Papa Pablo
VI, que en 1970, estableció la Pontificia Comisión –hoy Consejo– para el cuidado y
la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, dedicándose con especial esmero a las
víctimas de este crimen, que son «los esclavos de la época moderna».
En esta
misma perspectiva, este dicasterio pontificio ha organizado dos Congresos Mundiales.
El primero, para la liberación de las mujeres de la calle y, el segundo, para los
niños de la calle. Asimismo, la Santa Sede indica sin cesar que todos los esfuerzos
para afrontar las actividades criminales relacionadas con este flagelo deben centrarse
en los derechos humanos y dirigirse también a los que protagonizan la demanda de la
explotación sexual. A los hombres –jóvenes y mayores– a los maridos y a los padres,
para intervenir en las razones que motivan el maltrato y la falta de respeto de las
mujeres. Entre las actividades concretas impulsadas por la Iglesia católica, Mons.
Marchetto recordó las que han realizado numerosos Obispos y Conferencias Episcopales,
citando algunos ejemplos como España, Nigeria e Irlanda. Actividades que han implicado
además la acción directa de organizaciones e instituciones católicas, que asisten
a las víctimas. Las escuchan, les brindan ayuda material, incluyendo la forma de escapar
de quienes las esclavizan por medio de la violencia sexual. Creando hogares de acogida,
promoviendo los pasos necesarios para la reinserción en la sociedad y patrocinando
la prevención.
Mons. Marchetto presentó también la decidida actividad de la
Iglesia católica en aquellos países que sufren violentos conflictos, como República
Democrática del Congo, Sierra Leona y Liberia, para salvar a los niños soldado, que
también acaban siendo vendidos. Son numerosas las acciones de la Iglesia católica,
gracias también a las iniciativas que impulsan las congregaciones religiosas, en favor
de estos menores. Se trata no sólo de salvarlos de semejantes horrores, sino también
de curar sus heridas físicas y emocionales y de sostener a las familias y comunidades.
Admitiendo que no existen soluciones fáciles, la Santa Sede subraya la importancia
de tutelar a las víctimas del tráfico de seres humanos, de establecer penas justas
para castigar este crimen y de promover medidas preventivas. La prevención abarca
el conocimiento también de las causas de este horrible fenómeno, incluyendo la situación
macro-económica.
Por lo que se refiere a la ayuda que se debe otorgar a las
víctimas el Arzobispo Marchetto insistió en los cuidados médicos y psicológicos, así
como en los permisos de residencia y de empleo que faciliten su reinserción social.
Recomendando asimismo que cuando se les ayuda a volver a sus países de origen es indispensable
acompañar esta ayuda con proyectos y microcréditos, que se podrían financiar con la
incautación de las ganancias de los mismos traficantes. Y, como broche de oro de su
intervención, Mons. Marchetto citó las palabras de Benedicto XVI en su Encíclica Spe
Salvi: «La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación
con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como
para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz
de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado
también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana» (n. 38).