2008-02-14 13:54:47

La Santa Sede aprecia e impulsa los esfuerzos emprendidos en diversos ámbitos para combatir el tráfico de seres humanos. En el Foro internacional que se celebra en Viena, la Iglesia católica presenta medidas concretas contra este crimen espantoso y para ayudar a las víctimas


Jueves, 14 feb (RV).- En el Foro de la ONU contra el tráfico de seres humanos, que se está celebrando en Viena, la Santa Sede ha recordado que «aprecia e impulsa los esfuerzos emprendidos en varios ámbitos para combatir el tráfico de seres humanos, que es un problema multidimensional y uno de los fenómenos más vergonzosos de nuestra era».

Encabezando la Delegación de la Santa Sede, el Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, enfatizó ayer que «el tráfico de seres humanos es un delito espantoso contra la dignidad humana, que la doctrina social de la Iglesia católica mira como cimiento de los derechos humanos».

El Arzobispo Marchetto destacó el peligro real que sufren las numerosas personas que, ante la pobreza, así como la falta de oportunidades y de cohesión social, se ven impulsadas a dejar sus países de origen, buscando un futuro mejor. Sin olvidar que también hay otros factores que contribuyen a extender este crimen, como son los conflictos armados, la ausencia de reglas específicas y de estructuras socio-culturales en algunos países, así como la falta de conocimiento de sus propios derechos de parte de las mismas víctimas, Mons. Marchetto hizo hincapié en que «la Santa Sede alienta todas las iniciativas justas que contribuyen a suprimir este fenómeno inmoral y criminal y a promover la recuperación y el bienestar de las víctimas».

Citando el «Protocolo de Palermo y la sucesiva Convención regional que introdujeron una legislación capaz de luchar contra el tráfico de seres humanos», el Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes subrayó, en este contexto, la satisfacción de la Santa Sede ante el impulso brindado, recientemente, por el Consejo de Europa al Convenio contra este crimen. «La Santa Sede ha seguido constantemente la gravedad del tráfico de seres humanos», ha recordado Mons. Marchetto, evocando al Papa Pablo VI, que en 1970, estableció la Pontificia Comisión –hoy Consejo– para el cuidado y la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, dedicándose con especial esmero a las víctimas de este crimen, que son «los esclavos de la época moderna».

En esta misma perspectiva, este dicasterio pontificio ha organizado dos Congresos Mundiales. El primero, para la liberación de las mujeres de la calle y, el segundo, para los niños de la calle. Asimismo, la Santa Sede indica sin cesar que todos los esfuerzos para afrontar las actividades criminales relacionadas con este flagelo deben centrarse en los derechos humanos y dirigirse también a los que protagonizan la demanda de la explotación sexual. A los hombres –jóvenes y mayores– a los maridos y a los padres, para intervenir en las razones que motivan el maltrato y la falta de respeto de las mujeres. Entre las actividades concretas impulsadas por la Iglesia católica, Mons. Marchetto recordó las que han realizado numerosos Obispos y Conferencias Episcopales, citando algunos ejemplos como España, Nigeria e Irlanda. Actividades que han implicado además la acción directa de organizaciones e instituciones católicas, que asisten a las víctimas. Las escuchan, les brindan ayuda material, incluyendo la forma de escapar de quienes las esclavizan por medio de la violencia sexual. Creando hogares de acogida, promoviendo los pasos necesarios para la reinserción en la sociedad y patrocinando la prevención.

Mons. Marchetto presentó también la decidida actividad de la Iglesia católica en aquellos países que sufren violentos conflictos, como República Democrática del Congo, Sierra Leona y Liberia, para salvar a los niños soldado, que también acaban siendo vendidos. Son numerosas las acciones de la Iglesia católica, gracias también a las iniciativas que impulsan las congregaciones religiosas, en favor de estos menores. Se trata no sólo de salvarlos de semejantes horrores, sino también de curar sus heridas físicas y emocionales y de sostener a las familias y comunidades. Admitiendo que no existen soluciones fáciles, la Santa Sede subraya la importancia de tutelar a las víctimas del tráfico de seres humanos, de establecer penas justas para castigar este crimen y de promover medidas preventivas. La prevención abarca el conocimiento también de las causas de este horrible fenómeno, incluyendo la situación macro-económica.

Por lo que se refiere a la ayuda que se debe otorgar a las víctimas el Arzobispo Marchetto insistió en los cuidados médicos y psicológicos, así como en los permisos de residencia y de empleo que faciliten su reinserción social. Recomendando asimismo que cuando se les ayuda a volver a sus países de origen es indispensable acompañar esta ayuda con proyectos y microcréditos, que se podrían financiar con la incautación de las ganancias de los mismos traficantes. Y, como broche de oro de su intervención, Mons. Marchetto citó las palabras de Benedicto XVI en su Encíclica Spe Salvi: «La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana» (n. 38).







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