El Pontífice denuncia «la racionalidad falsamente libre y desligada de toda referencia
religiosa y los fundamentalismos que falsifican la esencia de la religión, incitando
a la violencia y al fanatismo»
Lunes, 21 ene (RV).- «La enseñanza - y, en general, la educación - es una manifestación
concreta de la misericordia espiritual y una de las primeras obras de amor que la
Iglesia tiene la misión de ofrecer a la humanidad», ha reiterado esta mañana Benedicto
XVI, recordando que es expresión de la caridad de Cristo.
Al recibir a los
participantes en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica, el Santo
Padre ha destacado los temas de esta asamblea, «de gran interés y actualidad a los
que la Iglesia dirige su atención, en particular en este momento histórico». «Es
más que nunca oportuno que, en este tiempo nuestro, se reflexione sobre cómo hacer
actual y eficaz esta tarea apostólica de la Comunidad eclesial, encomendada a las
Universidades católicas y, en especial a las Facultades eclesiásticas».
Refiriéndose
a los proyectos de reforma de los estudios eclesiásticos de filosofía, que este dicasterio
está analizando y que están ya en su fase final de elaboración, Benedicto XVI ha subrayado
la dimensión metafísica y sapiencial de la filosofía y los desafíos que se presentan
hoy: «Las disciplinas eclesiásticas, sobre todo la teología, están sometidas hoy a
nuevos interrogativos, en un mundo tentado por una parte por el racionalismo, que
sigue la racionalidad falsamente libre y desligada de toda referencia religiosa y,
por otra, por los fundamentalismos, que falsifican la verdadera esencia de la religión
con su incitación a la violencia y al fanatismo».
También la escuela debe interrogarse
sobre la misión que debe cumplir en el actual contexto social - marcado por una evidente
crisis educativa - y la escuela católica, «abierta a todos» y «respetando la identidad
de cada uno no puede dejar de proponer su propia perspectiva humana y cristiana».
Ante las características intercultural e interreligiosa que se presentan como «un
nuevo desafío que la globalización y el pluralismo creciente agudizan aún más», el
Papa ha recordado la importancia de la acogida y de «no ignorar, ni anular la propia
identidad».
En lo que respecta a la importancia de la reforma de la formación
sacerdotal en los seminarios, Benedicto XVI ha evocado las indicaciones del Concilio
Vaticano II - en la perspectiva de la Iglesia-comunión – y de ofrecer a los sacerdotes
orientaciones útiles para dialogar con las culturas contemporáneas. Fortaleciendo
la formación humana y cultural, con el auxilio de las ciencias modernas y teniendo
en cuenta algunos factores sociales desestabilizadores presentes en el mundo de hoy,
que hacen que las nuevas generaciones sean frágiles. Como la condición de tantas familias
separadas, la crisis educativa y una violencia difundida.
Haciendo hincapié
en la necesidad de responder, con una adecuada formación, al anhelo de espiritualidad
que manifiestan en particular los jóvenes, el Papa ha deseado también que «no falten
en la Iglesia apóstoles y evangelizadores cualificados y responsables». Sin olvidar
el problema de las vocaciones, en particular al sacerdocio y la vida consagrada,
que si bien florecen en algunas partes del mundo, sin embargo en Occidente registran
una disminución. En este contexto, Benedicto XVI ha señalado que el documento sobre
la vocación al ministerio presbiteral, que está preparando la Congregación para la
Educación Católica será una gran ayuda.