2008-01-06 15:17:53

Benedicto XVI recuerda que para salir de las tinieblas, la humanidad tiene necesidad de esperanza y valentía en favor de la paz y la justicia, contra abusos, egoísmos, y pobreza


Domingo, 6 ene (RV).- «Una vez más, el cielo y la tierra, el cosmos y la historia, se llaman y se responden». En su homilía de la Santa Misa que ha presidido en esta solemnidad -en la Basílica de San Pedro- el Papa ha reiterado que «celebramos a Cristo, Luz del mundo, y su manifestación a las gentes». Tras reflexionar sobre los textos bíblicos que responden a algunas preguntas fundamentales de la humanidad, como el origen del universo, del género humano, del mal. Y del por qué hay tantas lenguas y civilizaciones, el Santo Padre ha recordado las consecuencias de la culpa de Adán y Eva, de su orgullo semejante al que puso en marcha la torre de Babel, que sembró la división.

El plan divino de la salvación está en curso desde hace unos cuatro mil años y ha tenido su culmen en el misterio de Cristo, que sigue pidiendo ser acogido en la historia: «Que permanece siempre como historia de fidelidad de parte de Dios y, lamentablemente también, de infidelidad de parte de nosotros los hombres. La misma Iglesia, depositaria de la bendición, es santa y está compuesta por pecadores, marcada por la tensión entre el ‘ya’ y el todavía no’. En la plenitud de los tiempos Jesucristo ha venido a dar cumplimiento a la alianza: él mismo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el Sacramento de la fidelidad de Dios a su diseño de salvación para toda la humanidad, para todos nosotros».

En Jesucristo Dios ha mostrado su rostro, «se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres», extendiendo su bendición a todos los pueblos, a la Iglesia universal y a toda la humanidad. Una humanidad que para salir de las tinieblas tiene necesidad de esperanza y valentía: «No se puede decir que la globalización sea sinónimo de orden mundial, todo lo contrario. Los conflictos por la supremacía económica y el acaparamiento de los recursos energéticos, hídricos y de las materias primas dificultan el trabajo de cuantos, en todo ámbito, se esfuerzan por construir un mundo justo y solidario. Es necesaria una esperanza más grande, que permita dar prioridad al bien común de todos, por encima del lujo de pocos y de la miseria de muchos».

Haciendo hincapié en la esperanza que tanto necesita la humanidad, Benedicto XVI ha reiterado lo que destaca en su reciente Encíclica: «Esta gran esperanza -he escrito en la Encíclica Spe salvi- sólo puede ser Dios... pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano. El Dios que se ha manifestado en el Niño de Belén y en el Crucificado y Resucitado. Si hay una gran esperanza, se puede perseverar en la sobriedad. Si falta la verdadera esperanza, se busca la felicidad en la ebriedad, en lo superfluo, en los excesos, arruinándose a sí mismos y al mundo. Por lo tanto, la moderación no es sólo una regla ascética, sino también un camino de salvación para la humanidad. Es evidente que sólo adoptando un estilo de vida sobrio, acompañado por un compromiso serio en favor de una justa distribución de las riquezas, será posible instaurar un orden de desarrollo justo y sostenible».

Esperanza y valentía, ha enfatizado el Santo Padre, evocando a los Reyes Magos y encomendando a la Madre de Dios nuestra peregrinación en la tierra: «Por ello, es necesario que haya hombres que nutran una gran esperanza y que posean mucha valentía. La valentía de los Magos, que emprendieron un largo viaje siguiendo una estrella y que supieron arrodillarse ante un Niño y ofrecerle sus dones preciosos. Todos tenemos necesidad de esta valentía, anclada en una firme esperanza. Que nos la obtenga María, acompañándonos en nuestra peregrinación terrenal con su materna protección».

Sin olvidar los lazos entre la Epifanía y Pentecostés, puesto que vemos en los Magos los pueblos que se unen preanunciando ‘la Iglesia políglota’, Benedicto XVI ha recordado nuevamente el Amor fiel y tenaz de Dios, que nunca falta a su alianza de generación en generación.

El ‘misterio’, de la esperanza en la historia, de una bendición para todos los seres humanos, a pesar de las divisiones: «Por cierto, este diseño, está siendo contrastado por fuerzas de división y de abusos, que laceran a la humanidad debido a la causa del pecado y del conflicto de egoísmos. La Iglesia está al servicio de este ‘misterio’ de bendición para toda la humanidad. Ella cumple plenamente su misión sólo cuando refleja en sí misma la luz de Cristo Señor, y así ayuda a los pueblos del mundo en el camino de la paz y del auténtico progreso».








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