Cristo es nuestra esperanza ante las dificultades de la vida y María es la Estrella
de la esperanza que colabora en la iniciativa de salvación de toda la humanidad
Lunes, 31 ene (RV).- “Cristo es nuestra esperanza confiable” ante las dificultades
de la vida y María es la “Estrella de la esperanza” que “colabora en la iniciativa
de salvación de toda la humanidad”. Así el Papa lo manifestó durante la Celebración,
en la Basílica Vaticana, de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima
Madre de Dios y el Te Deum de acción de gracias al finalizar el año.
En la
homilía Benedicto XVI recordó el “déficit de esperanza y de confianza en la vida”
entendido como mal “oscuro” de la sociedad occidental e invitó a trabajar para responder
a la actual “emergencia educativa”. Al final de esta solemne celebración el Santo
padre se trasladó al nacimiento que se encuentra en la Plaza de san Pedro donde permaneció
en oración unos minutos.
Cantar la acción de gracias por el año que llega a
su fin y por aquello que se entrevé. Un año que lleva a dirigir la mirada hacia aquel
que es eterno pero confiándose a “María de Nazaret, mujer singular” llamada a compartir,
porque es Madre del salvador, la misión del Hijo.
“Misión que para nosotros
y para la salvación de todos los hombres”: de esta manera el Papa recordó lo que escribe
San Pablo en la Carta a los Gálatas durante la Celebración de las Primeras Vísperas
de la Solemnidad de María Santísima Madre de dios y el Te Deum. “Contemplándola –añadió
Benedicto XVI– la Iglesia divisa en Ella los rasgos de la propia fisonomía”.
María
vive la fe y la caridad; María es una criatura, salvada también ella por el único
Salvador; María colabora en la iniciativa de salvación de la entera humanidad. Así
María constituye para la Iglesia la propia imagen más fidedigna: Aquella en la cual
la Comunidad eclesial debe continuamente descubrir el sentido auténtico de su vocación
y del propio misterio.
Pero, ¿por que dar gracias con el Te Deum? Porque el
Verbo encarnado -dijo el Papa– transforma desde el interior la existencia humana.
Se ha hecho como nosotros para hacernos como Él: hijos en el Hijo, por lo tanto hombres
libres de la ley del pecado”. Y en la oración pediremos la ayuda del señor para que
socorra nuestra ciudad donde existen “graves carencias y pobreza –añadió el Santo
Padre– pesando sobre la vida de las personas y de las familias, impidiéndoles mirar
al futuro con confianza”.
El Papa también, en su homilía, se dirigió a los
jóvenes: “Son atraídos por una falsa exaltación, o mejor, profanación del cuerpo y
de la banalización de la sexualidad; ¿cómo no enumerar luego los múltiples desafíos
que, ligados al consumismo y al secularismo, interpelan a los creyentes y los hombres
de buena voluntad? Para decirlo todo en una palabra, también en Roma se advierte aquel
déficit, de esperanza y de confianza en la vida, que constituye el mal “oscuro”
de la moderna sociedad occidental.
Tantas sombras pues a las que no les falta
la esperanza, al centro la última Encíclica. Esperanza en el compromiso hacia la “gran
emergencia educativa” un desafío recordado ya el 11 del junio pasado por el Papa en
el encuentro con los participantes al Convenio pastoral de la Diócesis de Roma. Benedicto
XVI exhorta a la comunidad a transmitir los valores-base de la existencia y del recto
comportamiento, exalta el trabajo llevado en este sentido en las parroquias, por los
movimientos eclesiales y de las asociaciones, por la pastoral familiar. Recuerda las
iniciativas misioneras que hacer partícipes a los jóvenes, veloces a comprometerse
a testimoniar el evangelio. Jóvenes seguros en su sí a la Iglesia como los 28 diáconos
que serán ordenados en abril en Roma donde se percibe la necesidad de nuevas iglesias,
sobre todo en la periferia y donde por lo menos icho están en estado de construcción.
El señor –recordó el Papa– es nuestra esperanza: “Pero nuestra esperanza es
siempre esencialmente también esperanza para los demás. Pidamos al Señor que haga
de cada uno de nosotros un auténtico fermento de esperanza en los diversos ambientes,
para que se pueda construir para la entera ciudad un futuro mejor”.
Un deseo
confiado a la maternal intercesión de María, Madre de Dios y estrella de la Esperanza
como Benedicto XVI le gusta llamarla en su “Spe Salvi”. Al final de la celebración
el Santo Padre se trasladó al nacimiento de colocado en el centro de la Plaza de san
Pedro para rezar ante Él.