2008-01-03 14:09:19

Cristo es nuestra esperanza ante las dificultades de la vida y María es la Estrella de la esperanza que colabora en la iniciativa de salvación de toda la humanidad


Lunes, 31 ene (RV).- “Cristo es nuestra esperanza confiable” ante las dificultades de la vida y María es la “Estrella de la esperanza” que “colabora en la iniciativa de salvación de toda la humanidad”. Así el Papa lo manifestó durante la Celebración, en la Basílica Vaticana, de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y el Te Deum de acción de gracias al finalizar el año.

En la homilía Benedicto XVI recordó el “déficit de esperanza y de confianza en la vida” entendido como mal “oscuro” de la sociedad occidental e invitó a trabajar para responder a la actual “emergencia educativa”. Al final de esta solemne celebración el Santo padre se trasladó al nacimiento que se encuentra en la Plaza de san Pedro donde permaneció en oración unos minutos.

Cantar la acción de gracias por el año que llega a su fin y por aquello que se entrevé. Un año que lleva a dirigir la mirada hacia aquel que es eterno pero confiándose a “María de Nazaret, mujer singular” llamada a compartir, porque es Madre del salvador, la misión del Hijo.

“Misión que para nosotros y para la salvación de todos los hombres”: de esta manera el Papa recordó lo que escribe San Pablo en la Carta a los Gálatas durante la Celebración de las Primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de dios y el Te Deum. “Contemplándola –añadió Benedicto XVI– la Iglesia divisa en Ella los rasgos de la propia fisonomía”.

María vive la fe y la caridad; María es una criatura, salvada también ella por el único Salvador; María colabora en la iniciativa de salvación de la entera humanidad. Así María constituye para la Iglesia la propia imagen más fidedigna: Aquella en la cual la Comunidad eclesial debe continuamente descubrir el sentido auténtico de su vocación y del propio misterio.

Pero, ¿por que dar gracias con el Te Deum? Porque el Verbo encarnado -dijo el Papa– transforma desde el interior la existencia humana. Se ha hecho como nosotros para hacernos como Él: hijos en el Hijo, por lo tanto hombres libres de la ley del pecado”. Y en la oración pediremos la ayuda del señor para que socorra nuestra ciudad donde existen “graves carencias y pobreza –añadió el Santo Padre– pesando sobre la vida de las personas y de las familias, impidiéndoles mirar al futuro con confianza”.

El Papa también, en su homilía, se dirigió a los jóvenes: “Son atraídos por una falsa exaltación, o mejor, profanación del cuerpo y de la banalización de la sexualidad; ¿cómo no enumerar luego los múltiples desafíos que, ligados al consumismo y al secularismo, interpelan a los creyentes y los hombres de buena voluntad? Para decirlo todo en una palabra, también en Roma se advierte aquel déficit, de esperanza y de confianza en la vida, que constituye el mal “oscuro” de la moderna sociedad occidental.

Tantas sombras pues a las que no les falta la esperanza, al centro la última Encíclica. Esperanza en el compromiso hacia la “gran emergencia educativa” un desafío recordado ya el 11 del junio pasado por el Papa en el encuentro con los participantes al Convenio pastoral de la Diócesis de Roma. Benedicto XVI exhorta a la comunidad a transmitir los valores-base de la existencia y del recto comportamiento, exalta el trabajo llevado en este sentido en las parroquias, por los movimientos eclesiales y de las asociaciones, por la pastoral familiar. Recuerda las iniciativas misioneras que hacer partícipes a los jóvenes, veloces a comprometerse a testimoniar el evangelio. Jóvenes seguros en su sí a la Iglesia como los 28 diáconos que serán ordenados en abril en Roma donde se percibe la necesidad de nuevas iglesias, sobre todo en la periferia y donde por lo menos icho están en estado de construcción.

El señor –recordó el Papa– es nuestra esperanza: “Pero nuestra esperanza es siempre esencialmente también esperanza para los demás. Pidamos al Señor que haga de cada uno de nosotros un auténtico fermento de esperanza en los diversos ambientes, para que se pueda construir para la entera ciudad un futuro mejor”.

Un deseo confiado a la maternal intercesión de María, Madre de Dios y estrella de la Esperanza como Benedicto XVI le gusta llamarla en su “Spe Salvi”. Al final de la celebración el Santo Padre se trasladó al nacimiento de colocado en el centro de la Plaza de san Pedro para rezar ante Él. 







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