Lunes, 24 dic (RV).- El pesebre ha llegado hoy a todos los hogares y como es tradicional,
desde que en 1982 el Siervo de Dios Juan Pablo II impusiera esta costumbre, también
en la plaza de san Pedro del Vaticano hoy se ha presentado el belén y el árbol de
Navidad que adornan el centro de la plaza, porque esta noche resuena el: "Hoy nos
ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.
Como recordaba el propio Juan
Pablo II, el nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al pasado.
En efecto, ante Él se sitúa la historia humana entera: nuestro hoy y el futuro del
mundo son iluminados por su presencia. Él es «el que vive» (Ap 1, 18), «Aquél que
es, que era y que va a venir» (Ap 1, 4). Ante Él debe doblarse toda rodilla en los
cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua debe proclamar que Él es el Señor
(cf. Flp 2, 10-11). Al encontrar a Cristo, todo hombre descubre el misterio de su
propia vida.
Porque Jesús es la verdadera novedad que supera todas las expectativas
de la humanidad y así será para siempre, a través de la sucesión de las diversas épocas
históricas. La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que Él ha realizado con
su muerte y resurrección son, pues, el verdadero criterio para juzgar la realidad
temporal y todo proyecto encaminado a hacer la vida del hombre cada vez más humana.
Pero
al mismo tiempo que ponemos nuestro pesebre en casa, con ese rayo de la noche de Navidad,
rayo del nacimiento de Dios, que no es sólo el recuerdo de las luces del árbol junto
al pesebre en casa, en la familia o en la iglesia parroquial, sino algo más. Es la
chispa de luz más profunda de la humanidad a quien Dios ha visitado, esta humanidad
acogida de nuevo y asumida por Dios mismo; asumida en el Hijo de María en la unidad
de la Persona divina: el Hijo Verbo. La Navidad hay que vivirla con espíritu puro
alejándonos de la mentalidad materialista, como recordaba recientemente el Papa Benedicto
XVI evocando las palabras de san Juan el Bautista: “Mediante el Evangelio, Juan el
Bautista, continúa hablando a través de los siglos a todas las generaciones. Sus claras
y duras palabras resultan saludables para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo,
en el que el modo de vivir y percibir la Navidad está resentido por desgracia demasiado
a menudo, por la mentalidad materialista”.
La Navidad que hoy celebramos tiene
que ser un encuentro de cada uno de nosotros con Jesucristo, un encuentro puro en
el que no hay cabida para materialismo alguno. En esta noche santa se cumple la antigua
promesa: el tiempo de la espera ha terminado, y la Virgen da a luz al Mesías.