Durante el Ángelus el Papa insta, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a alejarse
en Navidad de la mentalidad materialista
Domingo, 9 dic (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI ha dado inicio a su alocución previa
al Ángelus de este segundo domingo de Adviento, recordando -a los miles de peregrinos
presentes en la plaza de san Pedro del Vaticano- la celebración ayer de la solemnidad
de la Inmaculada Concepción, “madre de Jesús y madre nuestra, Estrella de la esperanza
de cada hombre”.
Hoy en cambio el Evangelio nos presenta la figura austera
del Precursor, que Mateo introduce diciendo: “Por aquellos días aparece Juan el Bautista,
proclamando en el desierto de Judea: ‘Convertíos, porque el Reino de los Cielos está
cerca’ (Mt 3,1-2)”. Su misión, ha explicado el Papa, era la de preparar y allanar
el camino ante el Mesías, llamando a los pueblos de Israel a arrepentirse de los propios
pecados.
“Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego”
(Mt 3-10). Con estas palabras el evangelista Mateo ponía en guardia, sobre todo ante
la hipocresía de quien se sentía al seguro por el simple hecho de pertenecer al pueblo
elegido –ha recordado Benedicto XVI- pero, ante Dios, nadie tiene títulos de los que
vanagloriarse, y a Él hay que llevarle los “frutos dignos de conversión” (Mt 3,8).
“Mientras
prosigue el camino del Adviento, mientras nos preparamos a celebrar la Navidad de
Cristo –ha dicho el Papa- se oye en nuestras comunidades esta llamada de Juan el Bautista
a la conversión. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y a acoger al Hijo
de Dios que viene entre nosotros para dar testimonio del juicio divino”.
El
Santo Padre ha proseguido explicando que el Padre no juzga a nadie, sino que es el
Hijo el que tiene el poder de juzgar –como recuerda el evangelista Juan- “porque es
Hijo del hombre” (cfr Jn 5,22.27). “Y es hoy en el presente –ha exhortado el Santo
Padre- que se juega nuestro destino futuro; y es con el comportamiento concreto que
tenemos en esta vida, que decidimos nuestra suerte eterna”.
Estas palabras
las ha pronunciado Benedicto XVI para recordar que es en el momento de la muerte cuando
seremos juzgados. “El Padre celestial que en el nacimiento de su Hijo único nos ha
manifestado su amor misericordioso –ha señalado después el Papa- nos llama a seguir
sus huellas haciendo, como Él, de nuestra existencia un don de amor”.
“Mediante
el Evangelio, Juan el Bautista, continúa hablando a través de los siglos a todas las
generaciones –ha matizado el Papa- Sus claras y duras palabras resultan saludables
para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el que el modo de vivir y percibir
la Navidad está resentido por desgracia demasiado a menudo, por la mentalidad materialista”.
En
este sentido el Obispo de Roma ha finalizado su alocución recordando que la “voz”
del gran profeta nos pide que preparemos el camino al Señor que está por llegar “en
el desierto exterior e interior”.
Y tras el rezo mariano del Ángelus y el responso
por los fieles difuntos, el Santo Padre Benedicto XVI ha saludado, como es tradicional,
en varias lenguas. En italiano, ha recordado el encuentro –el próximo jueves 13 de
diciembre- con los universitarios romanos, a ellos les ha instado a prepararse para
la Navidad “invocando el don del Espíritu del saber para toda la comunidad universitaria”.
Y
en español, éstas han sido las palabras que el Papa ha dirigido a todos los fieles:
“Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española aquí presentes y a cuantos participan en el rezo
del Ángelus a través de la radio y la televisión. ¡Qué María, Estrella de la Esperanza,
brille sobre vosotros y guíe vuestros pasos en este tiempo de Adviento. ¡Feliz domingo!”.