2007-11-30 15:38:45

Presentada la segunda encíclica de Benedicto XVI “Spe salvi”, sobre la esperanza cristiana


Viernes, 30 nov (RV).- Benedicto XVI ha firmado esta mañana en la biblioteca del palacio Apostólico su segunda encíclica titulada “Spe salvi”, título entresacado de un pasaje de la carta de san Pablo a los romanos: “En esperanza fuimos salvados”. Este documento ha sido después presentado en la Oficina de prensa de la Santa Sede.
“La redención, la salvación no es simplemente un dato de hecho, -escribe el Papa, en la introducción de la carta-encíclica- se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y, si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”. Por ello “el elemento distintivo de los cristianos” es “el hecho que tienen un futuro: saben que su vida no acaba en el vacío”.

El Papa subraya que “el mensaje cristiano no es solo ‘informativo’, sino ‘performativo’ (que forma) eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta obscura del tiempo, del futuro ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva”.

Esta encíclica de unas 80 páginas en su traducción en español y que consta de 50 párrafos, finaliza con una invocación a María. “El reino de Jesús era distinto de cómo lo habían podido imaginar los hombres. Este reino comenzó en aquella hora y ya nunca tendrá fin. Por eso Tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza, Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra enséñanos a creer, esperar y a amar contigo e indícanos el camino hacia su Reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino. Dado en Roma, junto a san Pedro el 30 de noviembre, fiesta del apóstol san Andrés del año 2007 tercero de mi pontificado”

En la Conferencia de prensa de presentación han participado el cardenal Georges Marie Martin Cottier, dominico, Pro-Teólogo emérito de la Casa Pontificia y el cardenal Albert Vanhoye, jesuita, profesor emérito de Exégesis del Nuevo Testamento del Pontificio Instituto Bíblico.

“La conclusión de la primera parte de la Encíclica es clara -ha dicho el cardenal Albert Vanhoye- nosotros tenemos necesidad de las esperanzas, pequeñas y grandes, que día a día nos mantienen en el camino de la vida. Pero sin la gran esperanza, que debe superarlo todo, estas no bastan”. “La gran esperanza es Dios. Dios es el fundamento de la esperanza. No cualquier Dios, sino aquel Dios con rostro humano que nos ha amado hasta el final. Solo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día sin perder el ánimo de la esperanza”.

La segunda parte de la Encíclica -ha proseguido el purpurado- describe los lugares de aprendizaje y de ejercicio de la esperanza” que se refieren, de manera concreta, a la vida cristiana. Vienen contemplados tres lugares: la oración como escuela de la esperanza; Actuar y sufrir, como empeño cotidiano de la esperanza; y el Juicio final de Dios como lugar de aprendizaje y de ejercicio de la esperanza, como liberación del mal. “En esta última parte la Encíclica ofrece reflexiones profundas sobre el terrible problema de mal y de la justicia”.

Por su parte el cardenal Martin Cottier ha presentado la encíclica Spe salvi bajo el aspecto filosófico. La amplia meditación sobre la esperanza como dimensión esencial de la existencia cristiana, con su belleza y su fuerza liberadora, que ofrece la encíclica, contiene también una invitación a reflexionar en profundidad sobre la situación espiritual de nuestro tiempo, preguntándose sobre algunos grandes testigos de la modernidad y de la conciencia y de su crisis. “Debemos revelar -ha dicho el purpurado- que la encíclica habla de la relación entre la esperanza, la salvación y la fe; el diálogo entre razón y fe; la esperanza como redención del hombre contra las ideologías terrenas.








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