2007-11-17 17:09:43

Benedicto XVI evoca el testimonio de Juan Pablo II y su llamamiento a científicos y políticos en favor de la «cultura de la vida» sin caer en la tentación de la eutanasia


Sábado, 17 nov (RV).- Benedicto XVI ha hecho hincapié - también este sábado - en el respeto incondicional que merece la vida humana, con especial atención cuando está marcada por la ancianidad y la enfermedad. En su discurso a los participantes en la Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, dedicada a los enfermos ancianos, el Papa ha recordado la actualidad de este tema «que debido al aumento de la edad media, interesa a una población cada vez más numerosa, que tiene múltiples necesidades y, al mismo tiempo, indudables recursos humanos y espirituales».

Ante quienes se preguntan si tiene sentido la existencia de un ser humano anciano y enfermo; si ante el desafío dramático de la enfermedad, no se debería aceptar la eutanasia ‘como liberación’ y si es posible vivir la enfermedad como una experiencia humana que hay que asumir con paciencia y valentía, el Papa ha reiterado con firmeza el respeto de la dignidad humana y el amor concreto con el que se debe aliviar el sufrimiento:

«La mentalidad eficientista de hoy tiende a menudo a marginar a estos nuestros hermanos y hermanas que sufren, como si fueran un ‘peso’ y ‘un problema’ para la sociedad. Sin embargo, el que tiene el sentido de la dignidad humana sabe que ellos deben ser respetados y sostenidos mientras afrontan serias dificultades ligadas a su estado. Aún más, es justo que, cuando es necesario se acuda al empleo de cuidados paliativos, que si bien no logren curar pueden aliviar los sufrimientos que derivan de la enfermedad. Además, junto con los indispensables cuidados clínicos, hay que mostrar una concreta capacidad de amar, porque los enfermos necesitan comprensión, consuelo y constante aliento y acompañamiento».

Tras recordar que los cristianos sabemos que la muerte es el «tránsito hacia el abrazo del Padre celestial, lleno de ternura y de misericordia» y la importancia de la familia y de los Sacramentos para arropar a los ancianos, aún más cuando están enfermos, Benedicto XVI ha evocado el testimonio de Juan Pablo II: «En numerosas ocasiones, mi venerado predecesor Juan Pablo II, que en especial durante su enfermedad ofreció un ejemplar testimonio de fe y de valentía, exhortó a los científicos y a los médicos a esmerarse en la investigación para prevenir y curar las enfermedades enlazadas con el envejecimiento, sin ceder nunca ante la tentación de acudir a prácticas que abrevian la vida anciana y enferma, prácticas que de hecho serían formas de eutanasia. Que no olviden los científicos, los investigadores, los médicos, los enfermeros, así como los políticos, los administradores y los agentes pastorales que ‘la tentación de la eutanasia, se presenta como uno de los síntomas más alarmantes de la « cultura de la muerte », que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar’».

Además de los agentes sanitarios - que tienen la misión específica de ser ‘ministros de la vida en todas sus fases - todos estamos llamados a custodiar la vida humana, don de Dios: «Es necesario un compromiso general para que la vida humana sea respetada no sólo en los hospitales católicos, sino en todo lugar donde se ofrecen cuidados médicos. Para los cristianos, es la fe en Cristo la que ilumina la enfermedad y la condición de la persona anciana, como cualquier otro evento y fase de la existencia. Jesús muriendo en la cruz ha dado al sufrimiento humano un valor y un significado trascendentes. Ante el sufrimiento y la enfermedad los creyentes están invitados a no perder la serenidad, porque nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Cristo. En Él y con Él es posible afrontar y superar toda prueba física y espiritual y, justo en el momento de mayor debilidad, experimentar los frutos de la Redención. El Señor resucitado se manifiesta en cuantos creen en Él, como el viviente que transforma la existencia dando sentido salvífico también a la enfermedad y a la muerte».

Invocando sobre los participantes en esta Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios y sobre su trabajo cotidiano la maternal protección de María, Salus infirmorum, y de los Santos que han entregado su existencia al servicio de los enfermos, Benedicto XVI los ha exhortado a esmerarse siempre para difundir el ‘evangelio de la vida’.







All the contents on this site are copyrighted ©.