2007-11-16 18:17:36

Reflexiones en familia


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Viernes, 16 nov (RV).- Hoy hablaremos del paso natural de la vida, pero no precisamente de la vejez o cosas parecidas, sino del devenir normal, cotidiano, de las cosas que se van sucediendo unas a otras, pues como dice el evangelio hay un tiempo para cada cosa, y para muchas personas este devenir no la aceptan con naturalidad, pues quieren controlarlo todo, quieren que las cosas se den tal como las han pensado, en el momento, lugar y forma que lo han soñado. Planear y organizar, o imponer y forzar, al parecer son las caras de una misma moneda.


Las etapas en la vida se suceden. El final de una de ellas anuncia el nacimiento de la siguiente. Las amistades, las sociedades,  las relaciones de pareja, los trabajos, todo forma parte de un movimiento incesante hacia la madurez. Todo evoluciona, cambia, se transforma, pero esto no significa siempre que lo que viene sea negativo o perjudicial, y que lo que queda en el pasado es mejor o peor, no se trata de valoraciones, en realidad la evolución puede ser mucho más positiva de lo que a veces pensamos, aún si en ello nos equivocamos, porque en definitiva estamos hablando de movimiento.  


Aunque los cambios pueden presentarse como un proceso normal y  pueden ocurrir con  armonía, en nuestro medio es común pensar que terminar un ciclo o dejar morir un sueño, es un fracaso frente al cual sentimos temor, pero también creemos que no podemos -en ningún momento y circunstancia- dejar morir un sueño, eso sería algo parecido a la frustración.

En muchas oportunidades, aunque no logremos estar satisfechos con lo que estamos viviendo y notemos lo que   falta en nuestras relaciones, nos aferramos a la situación, porque como dice el dicho popular “es mejor malo conocido que bueno por conocer”, pero esto no siempre es correcto. Así como en muchas ocasiones nos dicen y hasta nos enseñan cómo aprovechar las oportunidades que se presentan, también es necesario aprender y entender que siempre llegan momentos para decir adiós.


En otras ocasiones, la situación puede ser tan satisfactoria que no imaginamos  una vida diferente, no queremos cambiar nada, aún si esos cambios pueden ayudar a perdurar la misma situación, a enriquecerla o mejorarla. Definitivamente los cambios nos generan temor.

Cada quien tiene un estilo diferente para decir adiós. Algunos no aceptan  los finales, no quieren despedirse,  buscan  explicaciones y culpan al otro o a  sí  mismos, de tal manera que los finales se convierten en una feria de la agresión y la recriminación mutuas.

Otras personas tienen la capacidad de mirar lo vivido y agradecen todo lo que la situación les dio, los obstáculos que les dejaron enseñanzas, los regalos que les alegraron el alma, las ofensas que  mostraron el camino del perdón. Ellos, con las enseñanzas, las alegrías y el perdón, hacen el equipaje para iniciar una nueva etapa.


Aprender el arte de despedirnos nos ayuda a discernir amorosamente lo que la vivencia construyó en nosotros: los dolores que nos hizo superar, las cualidades que nos permitió desarrollar o los defectos que nos hizo conocer. De esta forma estaremos preparados para los nuevos comienzos. Pero lo más importante: sólo así dejaremos que la vida fluya a través de nosotros, dándonos todo lo que nos tiene guardado.


Texto: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz








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