Mensaje de Benedicto XVI a los participantes en la sesión pública de las Pontificias
Academias: “El testimonio coherente y convencido de los creyentes es el medio a través
del cual la verdad del amor de Dios alcanza al hombre en la historia”
Jueves, 8 nov (RV).- “El testimonio coherente y convencido de los creyentes es el
medio a través del cual la verdad del amor de Dios alcanza al hombre en la historia,
invitándole a acoger libremente esta novedad radical”. Esta es la convicción del Santo
Padre en su mensaje a los participantes de la decimosegunda sesión pública de las
Pontificias Academias, en la que tratarán el tema: “Testigos de su amor. El amor de
Dios manifestado por los mártires y las obras de la Iglesia.
Benedicto XVI
manifiesta su aprecio por la elección de este tema, que remite a un significativo
capítulo de su Exhortación apostólica Sacramentum caritatis, en la que el Papa quiso
subrayar una vez más el nexo fundamental entre la celebración de los divinos misterios
y el testimonio de la vida, entre la experiencia de encuentro que nos lleva a ser,
precisamente, testigos de su amor.
Y en este mismo contexto, el Papa evidencia
la necesidad de volver a proponer el ejemplo de los mártires cristianos, antiguos
y nuevos, en cuyas vidas y testimonios, hasta el derramamiento de su sangre, se manifiesta
de forma suprema el amor de Dios.
El Pontífice recuerda además que “la celebración
de esta sesión pública renueva año tras año una ocasión específica de encuentro y
de colaboración entre las Pontificias Academias, reunidas en su Consejo de Coordinación,
para armonizar las distintas iniciativas, todas dirigidas a un objetivo preciso: promover,
tanto en la Iglesia como en el mundo profano, una cultura digna de la existencia humana,
fecundada por la fe, capaz de proponer la belleza de la vida cristiana y de responder
adecuadamente a los cada vez más numerosos retos del actual contexto cultural y religioso”.
En
su mensaje el Papa ha dedicado un agradecimiento especial al cardenal Paul Poupard
por su generoso y precioso servicio ofrecido a la Iglesia durante 25 años como presidente
del Pontificio Consejo para la Cultura, así como por el impulso dado a las mismas
Academias Pontificias, de las que promovió la renovación institucional y alentó la
actividad al servicio de toda la Iglesia.