Escuchar el programa Viernes, 19 oct
(RV).- Amigos oyentes, hoy en nuestras reflexiones recordaremos las palabras del Papa
Benedicto XVI, durante su visita a Austria, cuando criticó a quienes defienden el
aborto y la eutanasia, denunciando la crisis de la verdad, al tiempo que defendió
las raíces cristianas de Europa. Bienvenidos.
Durante la reciente visita
de El Santo Padre a Austria, pidió a los líderes políticos que no permitieran que
"los niños fueran considerados como una enfermedad" y los invitó a "no abolir la condena
al aborto", que propician algunos legisladores en esa nación y en otras del mundo.
También animó a los matrimonios jóvenes a procrear hijos, pues estos siguen
siendo una necesidad de la humanidad, para beneficio de la sociedad. Así mismo el
Santo Padre manifestó su apoyo a quienes se esfuerzan en favorecer a las parejas jóvenes
a educar sus hijos en un clima de confianza y alegría.
En cuanto a la
eutanasia, el Pontífice expresó su temor que en algún momento, las personas gravemente
enfermas, "sean presionadas tácita o explícitamente a solicitar la muerte o provocársela
ellos mismos". El sufrimiento al final de la vida –puntualizó el Papa - requiere de
un acompañamiento amoroso y la ayuda de cuidados paliativos, que lo hagan más soportable.
Es innegable que la vida es un regalo inmensamente grande, que por lo
tanto merece verdadera veneración, que se nos ha dado y no nos pertenece de manera
arbitraria. La tradición católica y la vivencia cristiana coinciden con esta perspectiva
filosófica de la vida, captando además que ésta es un don de Dios y el más valioso
que poseemos.
Por todo ello también percibimos que estamos llamados a
proteger la vida, que no podemos darle un manejo arbitrario, hacer con ella "lo que
nos venga en gana", ni decidir cuando terminarla.
Es claro que en el trasfondo
de este tema hay una gran pregunta: ¿Cuál es el sentido del dolor y de la enfermedad?
Y recordamos al Papa Juan Pablo II, en su bella y profunda Encíclica El Evangelio
de la Vida, cuando acerca de las situaciones límite de la existencia humana, señala
con acierto como paradójicamente la enfermedad nos esta hablando de la vida. Cuando
uno se encuentra enfermo tiene una de dos actitudes: o se desespera o le encuentra
sentido a la enfermedad.
En este último caso sentimos la pequeñez, la
limitación, la necesidad de otros, compartimos el dolor humano sintiéndolo en carne
propia, con lo cual nos sentimos lanzados a unirnos a la fuerza que lucha por la superación
del dolor y de la enfermedad, es decir, nos unimos a la conciencia de la humanidad,
señalaba el Papa Juan Pablo II.
Pero también la tradición cristiana nos
señala que la muerte permite que la vida continúe eternamente en Dios. Dicho de otra
manera, nos sumamos a la corriente de la vida que constituye la historia de la humanidad
y de la vida misma. Por eso es que, aunque la vida humana corporal es un don preciado,
no podemos aferrarnos a ella como un absoluto ni utilizar medios extraordinarios que
conlleven costos físicos, psicológicos o económicos sin sentido.