2007-10-02 17:42:11

Intervención Santa Sede ante la 62ª sesión de la Asamblea General de la ONU


Martes, 2 oct (RV).- Diálogo y cooperación entre las Naciones; Paz y Seguridad; Prevención, mantenimiento y construcción de la Paz; Reconocimiento y respuestas a las necesidades y esperanzas y Construcción y promoción de relaciones fraternales entre todos los pueblos del mundo. Son los importantes temas que desarrolló, ayer, el arzobispo Domique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, en el denso discurso que pronunció ante la 62 sesión de la Asamblea General de la ONU.

«Hoy, una vez más, tenemos que decir con firmeza ‘no’ a la guerra y, con la misma firmeza, ‘sí’ a la dignidad humana», enfatizó el arzobispo Dominique Mamberti evocando el nacimiento - hace 62 años - de la ONU con el propósito de «salvar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra, reafirmando la fe en los derechos humanos y en la dignidad y valor de la persona humana, asegurando el respeto del derecho internacional y promoviendo el progreso social afianzado en la libertad universal».

Diálogo y cooperación entre las Naciones: recordando que «el preámbulo de la Carta de la ONU, en su referencia a los derechos fundamentales y a la dignidad de la persona humana, emplea la palabra ‘fe’, enlazándola con el diálogo y la cooperación entre las Naciones», Mons. Mamberti hizo hincapié en la importancia de que estos derechos y dignidad humana se respeten en su integridad, para responder a las auténticas necesidades y esperanzas de todos los pueblos de la tierra.

Refiriéndose a los ataques terroristas que marcaron el comienzo del siglo XXI, dando una visión pesimista de la humanidad basada en un supuesto conflicto de civilizaciones, Mon. Mamberti destacó la satisfacción de la Santa Sede ante la iniciativa de impulsar el diálogo interreligioso e intercultural para el entendimiento y cooperación en favor de la paz. Diálogo – insistió el prelado – que no es una opción, «sino algo indispensable para la paz y para la renovación de la vida internacional».

En este contexto, Mons. Mamberti recordó también la responsabilidad de los líderes religiosos. Pues las religiones deben ser verdaderos instrumentos de paz, en el respeto de la libertad religiosa, promoviendo, precisamente la paz y nunca la violencia. Demostrando que nunca la religión debe ser pretexto de ningún conflicto y declarando sin ambigüedades que la promoción de la violencia y de la guerra en nombre de la religión es una evidente contradicción.

Paz y Seguridad: «en la difícil encrucijada en que se encuentra hoy la humanidad, el uso de la fuerza está muy lejos de representar una solución sostenible», afirmó luego Mons. Mamberti, exhortando a ayudar a la «Conferencia sobre el Desarme a salir del estancamiento en que está languideciendo, desde hace más de una década, promoviendo el Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares... y dando un nuevo impulso al Tratado de Prohibición de Ensayos Nucleares...». En este tema, el prelado se refirió también a la necesidad de dar nuevos pasos en el control de todo tipo de armas, incluyendo las convencionales y las denominadas ligeras.

La Santa Sede se suma a todos los llamamientos que destacan la importancia de aunar esfuerzos en lo que respecta, no sólo a la lucha contra el tráfico ilegal de armas, sino también contra todas las actividades enlazadas con este tráfico. Como el terrorismo, el crimen organizado, el tráfico de drogas y el de materias primas preciosas. Además, enfatizó Mons. Mamberti, la misma Santa Sede reitera su apremiante llamamiento para que la comunidad internacional realice una acción seria y efectiva en lo que concierne a las ‘bombas de racimo’, pues un respuesta rápida a este flagelo es un imperativo ético, debido al elevado coste en vidas humanas, cuyas mayores víctimas son civiles y, en particular, niños.

En el tema de la prevención, del mantenimiento y de la construcción de la paz, la Santa Sede apoya e impulsa los esfuerzos para crear un equipo de expertos mediadores, destacó Mons. Mamberti, manifestando la esperanza de que pronto se alcance el logro de la paz en Darfur y en la ensangrentada región de Oriente Medio.

Se requiere un renovado compromiso de la comunidad internacional en la pacificación y reconstrucción moral y política, antes que económica de Irak, nación que sufre desde hace tanto tiempo, señaló Mons. Mamberti, subrayando también la necesidad apremiante de buscar una solución, por medio del diálogo, del conflicto entre israelíes y palestinos, sin olvidar la necesidad de asegurar que el Líbano siga siendo un país libre y soberano y una sociedad democrática, multicultural y multiconfesional.

«No puedo dejar de referirme a lo que está ocurriendo en Myanmar, que está centrando la atención y las preocupaciones en esta Asamblea y en toda la comunidad internacional», subrayó Mons. Mamberti, renovando el llamamiento que pronunció Benedicto XVI el pasado domingo, para que por medio del diálogo y de la buena voluntad se alcance pronto una solución a la crisis, por el bien del país y de todos sus habitantes.

Reconocimiento y respuestas a las necesidades y esperanzas: para un diálogo sereno entre las civilizaciones se requiere también que los pueblos estén libres de la pobreza, del hambre, de las enfermedades y de la ignorancia. Pues, como afirmó hace 40 años el Papa Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz». Mons. Mamberti manifestó la preocupación de la Santa Sede ante la incapacidad de los países ricos de ofrecer a los más pobres, en especial a los de África, las condiciones financieras y comerciales para que puedan promover su propio desarrollo sostenible. Y con satisfacción ante la celebración de la cumbre sobre el cambio climático, del pasado 24 de septiembre, el prelado recordó la urgencia de salvaguardar el ambiente.

Construcción y promoción de relaciones fraternales: «mientras nos acercamos al 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hay muchos que todavía no los conocen o no han recibido los beneficios de estos principios», subrayó Mons. Mamberti destacando el respeto y tutela de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, la necesidad de detener la cultura de la muerte, la abolición de la pena capital y la legítima igualdad entre hombres y mujeres.

Tras señalar la esperanza de la Santa Sede de que la próxima cumbre conmemorativa, dedicada en especial a la infancia, sea «una oportunidad para renovar nuestros compromisos en favor de los niños, promoviendo sus legítimos derechos y el fin de la violencia contra ellos y apoyando a la familia», Mons. Mamberti señaló también los problemas de los emigrantes. Junto con la necesidad de luchar contra el tráfico de seres humanos, el prelado recordó que nada puede justificar medidas que ponen en peligro vidas humanas y ofenden su dignidad y derechos. La Santa Sede acoge con satisfacción el impulso registrado en la primera reunión del Foro Global sobre Migraciones y Desarrollo, que tuvo lugar el pasado mes de julio, en Bruselas, anhela que se siga avanzando en este sentido.

Tenemos que seguir asegurando que la paz y la seguridad, el desarrollo y los derechos humanos están enlazados y promovidos mutuamente, señaló Mons. Mamberti, con el fin de mostrar a la comunidad internacional que la renovación de las estructuras directivas de la ONU no es algo meramente material, sino que se refiere a las ideas y a las intenciones en favor del bien común de toda la humanidad.








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