Intervención Santa Sede ante la 62ª sesión de la Asamblea General de la ONU
Martes, 2 oct (RV).- Diálogo y cooperación entre las Naciones; Paz y Seguridad; Prevención,
mantenimiento y construcción de la Paz; Reconocimiento y respuestas a las necesidades
y esperanzas y Construcción y promoción de relaciones fraternales entre todos los
pueblos del mundo. Son los importantes temas que desarrolló, ayer, el arzobispo Domique
Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, en el denso
discurso que pronunció ante la 62 sesión de la Asamblea General de la ONU.
«Hoy,
una vez más, tenemos que decir con firmeza ‘no’ a la guerra y, con la misma firmeza,
‘sí’ a la dignidad humana», enfatizó el arzobispo Dominique Mamberti evocando el nacimiento
- hace 62 años - de la ONU con el propósito de «salvar a las generaciones futuras
del flagelo de la guerra, reafirmando la fe en los derechos humanos y en la dignidad
y valor de la persona humana, asegurando el respeto del derecho internacional y promoviendo
el progreso social afianzado en la libertad universal».
Diálogo y cooperación
entre las Naciones: recordando que «el preámbulo de la Carta de la ONU, en su referencia
a los derechos fundamentales y a la dignidad de la persona humana, emplea la palabra
‘fe’, enlazándola con el diálogo y la cooperación entre las Naciones», Mons. Mamberti
hizo hincapié en la importancia de que estos derechos y dignidad humana se respeten
en su integridad, para responder a las auténticas necesidades y esperanzas de todos
los pueblos de la tierra.
Refiriéndose a los ataques terroristas que marcaron
el comienzo del siglo XXI, dando una visión pesimista de la humanidad basada en un
supuesto conflicto de civilizaciones, Mon. Mamberti destacó la satisfacción de la
Santa Sede ante la iniciativa de impulsar el diálogo interreligioso e intercultural
para el entendimiento y cooperación en favor de la paz. Diálogo – insistió el prelado
– que no es una opción, «sino algo indispensable para la paz y para la renovación
de la vida internacional».
En este contexto, Mons. Mamberti recordó también
la responsabilidad de los líderes religiosos. Pues las religiones deben ser verdaderos
instrumentos de paz, en el respeto de la libertad religiosa, promoviendo, precisamente
la paz y nunca la violencia. Demostrando que nunca la religión debe ser pretexto de
ningún conflicto y declarando sin ambigüedades que la promoción de la violencia y
de la guerra en nombre de la religión es una evidente contradicción.
Paz y
Seguridad: «en la difícil encrucijada en que se encuentra hoy la humanidad, el uso
de la fuerza está muy lejos de representar una solución sostenible», afirmó luego
Mons. Mamberti, exhortando a ayudar a la «Conferencia sobre el Desarme a salir del
estancamiento en que está languideciendo, desde hace más de una década, promoviendo
el Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares... y dando un nuevo impulso al Tratado
de Prohibición de Ensayos Nucleares...». En este tema, el prelado se refirió también
a la necesidad de dar nuevos pasos en el control de todo tipo de armas, incluyendo
las convencionales y las denominadas ligeras.
La Santa Sede se suma a todos
los llamamientos que destacan la importancia de aunar esfuerzos en lo que respecta,
no sólo a la lucha contra el tráfico ilegal de armas, sino también contra todas las
actividades enlazadas con este tráfico. Como el terrorismo, el crimen organizado,
el tráfico de drogas y el de materias primas preciosas. Además, enfatizó Mons. Mamberti,
la misma Santa Sede reitera su apremiante llamamiento para que la comunidad internacional
realice una acción seria y efectiva en lo que concierne a las ‘bombas de racimo’,
pues un respuesta rápida a este flagelo es un imperativo ético, debido al elevado
coste en vidas humanas, cuyas mayores víctimas son civiles y, en particular, niños.
En
el tema de la prevención, del mantenimiento y de la construcción de la paz, la Santa
Sede apoya e impulsa los esfuerzos para crear un equipo de expertos mediadores, destacó
Mons. Mamberti, manifestando la esperanza de que pronto se alcance el logro de la
paz en Darfur y en la ensangrentada región de Oriente Medio.
Se requiere un
renovado compromiso de la comunidad internacional en la pacificación y reconstrucción
moral y política, antes que económica de Irak, nación que sufre desde hace tanto tiempo,
señaló Mons. Mamberti, subrayando también la necesidad apremiante de buscar una solución,
por medio del diálogo, del conflicto entre israelíes y palestinos, sin olvidar la
necesidad de asegurar que el Líbano siga siendo un país libre y soberano y una sociedad
democrática, multicultural y multiconfesional.
«No puedo dejar de referirme
a lo que está ocurriendo en Myanmar, que está centrando la atención y las preocupaciones
en esta Asamblea y en toda la comunidad internacional», subrayó Mons. Mamberti, renovando
el llamamiento que pronunció Benedicto XVI el pasado domingo, para que por medio del
diálogo y de la buena voluntad se alcance pronto una solución a la crisis, por el
bien del país y de todos sus habitantes.
Reconocimiento y respuestas a las
necesidades y esperanzas: para un diálogo sereno entre las civilizaciones se requiere
también que los pueblos estén libres de la pobreza, del hambre, de las enfermedades
y de la ignorancia. Pues, como afirmó hace 40 años el Papa Pablo VI, «el desarrollo
es el nuevo nombre de la paz». Mons. Mamberti manifestó la preocupación de la Santa
Sede ante la incapacidad de los países ricos de ofrecer a los más pobres, en especial
a los de África, las condiciones financieras y comerciales para que puedan promover
su propio desarrollo sostenible. Y con satisfacción ante la celebración de la cumbre
sobre el cambio climático, del pasado 24 de septiembre, el prelado recordó la urgencia
de salvaguardar el ambiente.
Construcción y promoción de relaciones fraternales:
«mientras nos acercamos al 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos hay muchos que todavía no los conocen o no han recibido los beneficios de
estos principios», subrayó Mons. Mamberti destacando el respeto y tutela de la vida,
desde la concepción hasta la muerte natural, la necesidad de detener la cultura de
la muerte, la abolición de la pena capital y la legítima igualdad entre hombres y
mujeres.
Tras señalar la esperanza de la Santa Sede de que la próxima cumbre
conmemorativa, dedicada en especial a la infancia, sea «una oportunidad para renovar
nuestros compromisos en favor de los niños, promoviendo sus legítimos derechos y el
fin de la violencia contra ellos y apoyando a la familia», Mons. Mamberti señaló también
los problemas de los emigrantes. Junto con la necesidad de luchar contra el tráfico
de seres humanos, el prelado recordó que nada puede justificar medidas que ponen en
peligro vidas humanas y ofenden su dignidad y derechos. La Santa Sede acoge con satisfacción
el impulso registrado en la primera reunión del Foro Global sobre Migraciones y Desarrollo,
que tuvo lugar el pasado mes de julio, en Bruselas, anhela que se siga avanzando en
este sentido.
Tenemos que seguir asegurando que la paz y la seguridad, el desarrollo
y los derechos humanos están enlazados y promovidos mutuamente, señaló Mons. Mamberti,
con el fin de mostrar a la comunidad internacional que la renovación de las estructuras
directivas de la ONU no es algo meramente material, sino que se refiere a las ideas
y a las intenciones en favor del bien común de toda la humanidad.