Al final del mes de ayuno y oración del Ramadán, el Pontificio Consejo para el Diálogo
Interreligioso invita a intensificar el diálogo recíproco para que las jóvenes generaciones
se constituyan como auténticos hermanos
Viernes, 28 sep (RV).- Al final del mes de ayuno y oración del Ramadán, el Pontificio
Consejo para el Diálogo Interreligioso ha dirigido un mensaje a los musulmanes en
el que se invita a continuar e intensificar el diálogo recíproco para que “las jóvenes
generaciones no se constituyan en bloques culturales o religiosos, unos contra otros,
sino como auténticos hermanos y hermanas”.
El mensaje, firmado por el cardenal
Tauran y por el arzobispo Celata, subraya la importancia del diálogo como “instrumento
que nos puede ayudar para salir de esta espiral sin termino de los múltiples conflictos
y tensiones que atraviesan nuestras sociedades, para que todos los pueblos puedan
vivir en la serenidad y en la paz, en el respeto mutuo y en el buen entendimiento
entre todos”.
El mensaje señala con preocupación “el difícil momento histórico
que atravesamos”, y recuerda que “los miembros de las diversas religiones tienen sobre
todo el deber de actuar, como servidores del Todopoderoso, en favor de la paz, que
se alcance mediante el respeto a las propias convicciones personales y comunitarias,
así como también con la libertad de la práctica religiosa. La libertad de religión,
que no puede quedar reducida a la simple libertad de culto, es ciertamente uno de
los aspectos esenciales de la libertad de conciencia, derecho fundamental de toda
persona y piedra angular de los derechos humanos”.
“Solamente así –continúa
el mensaje - se podrá edificar una cultura de la paz y de la solidaridad entre los
hombres, implicándose todos en la construcción de una sociedad cada vez más fraterna,
haciendo todo lo posible para rechazar todo tipo de violencia, denunciando y repudiando
cualquier recurso a la misma, que nunca podrá tener una motivación religiosa, puesto
que ella hiere en el hombre la imagen de Dios. Sabemos perfectamente que la violencia,
particularmente el terrorismo, que golpea ciegamente causando numerosas víctimas,
sobre todo entre los más inocentes, es incapaz de resolver los conflictos, y que no
hace más que suscitar el engranaje mortífero del odio destructor, en detrimento del
hombre y de las sociedades”.
El dicasterio evidencia que “como personas religiosas,
tenemos que ser antes de todo educadores de la paz, de los derechos humanos, de una
libertad respetuosa para cada uno”, y subraya la importancia de que cada uno testimonie
el mensaje religioso con una vida más íntegra y más conforme al plan del Creador,
preocupándose del servicio a los hermanos, y en un clima de solidaridad y fraternidad
siempre creciente para con los miembros de otras religiones y para con todos los hombres
de buena voluntad dispuestos todos a trabajar conjuntamente para la consecución del
bien común.