Escuchar el programa Viernes, 14 sep
(RV).- Hoy abordaremos un tema que parece fuera una consigna social que se dispersa
con gran facilidad: el egoísmo, un comportamiento que estamos viendo se manifiesta
de múltiples maneras: mujeres jóvenes que le huyen a la maternidad por considerar
que un hijo es demasiada responsabilidad. O ejecutivos que empiezan a escalar posiciones,
y para ello se valen de algo de trampa porque lo importante es llegar a cumplir nuestros
propios sueños. Bienvenidos a estas reflexiones en familia.
Y para iniciar
nuestras reflexiones sobre el egoísmo, queremos presentarles una breve historia. Se
trata de Mario, un joven economista que consiguió un empleo después de ocho meses
de estar cesante, sin trabajo. Mario asegura que a pesar de sus sobradas cualidades
profesionales, sólo en una firma se dio cuenta de sus capacidades y fue allí donde
lo contrataron. El se califica como un ganador, tiene una enorme autoestima y se acostumbró
a llevar la delantera. Ahora se dispone a aferrarse a ese puesto, a consta de lo que
sea.
“No nos digamos mentiras –dice él-. En esta selva laboral toca acudir
a ‘algunas trampitas’, no muy graves claro, para mantenerse de primero. De verdad
creo que uno que otro ‘codazo’ que permita trepar escalones, sin que el otro salga
muy lastimado, es válido en nuestros tiempos”.
Este brevísimo relato nos da
cuenta de una forma de pensar que al parecer se está generalizando entre personas
jóvenes. ¿Egoísmo? ¿Falta de valores? La verdad es que el “Síndrome del yo, yo”
no puede verse siempre como una actitud siniestra, porque tiene dos caras como una
moneda.
El yoísmo –algunos sicólogos y sociólogos prefieren llamarlo “egoísmo
exagerado”- no es un asunto nuevo, básicamente porque forma parte de la naturaleza
humana, lo que sí es cierto es que hoy se ve con más frecuencia, especialmente entre
los jóvenes y en áreas específicas. Algunos psicólogos señalan como ciertos comportamientos
han cambiado con los años, por ejemplo, en la relación con los padres, algunas décadas
atrás se percibía mayor respeto, solidaridad y preocupación por el futuro de los papás
y mamás. Hoy en día, pareciera que los padres estorban y por tanto hay que salir rápidamente
de ellos. Si se pueden meter en un asilo, mejor; cuando no los vemos simplemente abandonados
en las calles.
Viéndolo así, el yoísmo es criticable si está desprovisto de
afecto hacia los demás, de superponer los intereses personales sobre cualquier otra
cosa, pero también se puede hablar de un yoísmo sano que ayuda a liberar otras cualidades
y expresiones del ser humano.
El yoísmo al cual se refirió Freud se encamina
hacia el conocimiento de sí mismo y eso está bien. Cuando se capacita y educa en el
yo, la persona tiene la posibilidad de desarrollar fortalezas y cualidades. Por eso,
una de las labores de terapia se basan en ello, porque a partir de allí se construye
la autoestima.
Algunos otros estudiosos del tema como los sicólogos estadounidenses
Richard y Rachel Heller afirman que el egoísmo sano es la llave que abre la puerta
a una vida de libertad. “Es necesario superar la negación de uno mismo y aprender
a respetar los propios sentimientos, preferencias y deseos; aprender a decir ‘no’
cuando es necesario, y acallar las voces interiores de culpa o recriminación”.
De
todas formas lo que estas ideas nos dejan claro es que estas formas de egoísmo tienen
orientaciones e incluso aplicaciones diversas. Hay una tendencia que hace que los
jóvenes se piensen a sí mismos como principio y fin de las cosas, que es necesario
tomar con mesura porque puede generar daños a otros, sobre ponerse a todas las cosas
y entonces se torna peligrosa. Pero otras orientaciones han servido para ayudar a
las personas a crecer, a desarrollas mucho más sus habilidades, a desarrollar mucho
más el sentido de la propia felicidad.