El Papa renueva su sincera y profunda gratitud a las clarisas del Monasterio de la
Inmaculada Concepción, de Castelgandolfo, y subraya la importancia de esta Fraternidad
en la misión del Pastor de la Iglesia Universal
Sábado, 15 sep (RV).- Benedicto XVI ha renovado su sincera y profunda gratitud a las
clarisas del Monasterio de la Inmaculada Concepción, que se encuentra en Albano Laziale,
en las Villas Pontificias de Castelgandolfo, «a la sombra de la casa del Papa». El
Santo Padre ha hecho hincapié en la importancia de la oración cotidiana e intensa
participación espiritual de esta Fraternidad en la misión del Pastor de la Iglesia
Universal. Pues, en el silencio de la clausura y en la entrega total y exclusiva de
sí mismas a Cristo, según el carisma franciscano, estas religiosas brindan «a la Iglesia
un servicio precioso»
En su audiencia a estas 22 clarisas, que ha recibido
al final de esta mañana, en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo, Benedicto XVI
ha evocado el profundo aprecio de sus Predecesores por el apostolado y testimonio
de las religiosas contemplativas. Citando, en particular, a los Siervos de Dios Pablo
VI y Juan Pablo II.
Recordando luego las palabras con las que el amado Juan
Pablo II encomendó a la oración de las clarisas a su persona, a la Iglesia y a toda
la humanidad, Benedicto XVI ha reiterado que ellas no han abandonado el mundo, para
no sufrir las angustias del mundo. sino que lo llevan en su corazón y, en el atormentado
escenario de la historia, acompañan a la humanidad con su oración.
Por esa
presencia ‘escondida y auténtica’, en la sociedad y aún más en la Iglesia», el Papa
mira con confianza esas manos juntas que rezan: «He aquí, queridas hermanas, lo que
el Papa espera de vosotras: que seáis antorchas ardientes de amor, ‘manos juntas’
que velan en oración incesante, desprendidas totalmente del mundo, para sostener el
ministerio de aquel que Jesús ha llamado a guiar a su Iglesia. ‘Hermanas pobres’ que,
siguiendo el ejemplo de san Francisco y de santa Clara, observan ‘el santo Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin ninguna propiedad y en castidad.
Aunque no siempre la opinión pública recibe el eco del compromiso silencioso de quienes,
como vosotras, anhelan vivir con sencillez y alegría el Evangelio, estad seguras de
que es verdaderamente extraordinaria la aportación que dais a la obra apostólica y
misionera de la Iglesia en el mundo, y Dios seguirá bendiciéndoos con el don de tantas
vocaciones, como ha hecho hasta ahora».
Con el anhelo de que san Francisco,
santa Clara y los numerosos santos de esta Orden las ayuden a ‘peseverar fielmente
hasta el fin’ en su vocación, el Papa ha encomendado, en particular, a las clarisas
a la Virgen María, que hoy la liturgia contempla a los pies de la Cruz, asociada íntimamente
a la misión de Cristo y copartícipe en la obra de la salvación, con su dolor de madre.
En el Calvario, Jesús nos la donó como madre y nos encomendó a Ella como hijos, ha
recordado Benedicto XVI, deseando que la Virgen de los Dolores obtenga para estas
religiosas el don de seguir a su Hijo divino crucificado y de abrazar con serenidad
las dificultades y pruebas de la vida cotidiana.