En su discurso a los jóvenes en Loreto el Papa les ha instado a que no tengan miedo,
y les ha invitado a vivir junto a él la próxima Jornada Mundial de la Juventud en
Australia
Sábado, 1 sep (RV).- “Queridos jóvenes vosotros constituís la esperanza de la Iglesia
en Italia”, con esta afirmación, el Santo Padre se ha dirigido a la multitud de jóvenes,
no sin antes recordar que su predecesor Juan Pablo II había estado en este Santuario
Mariano, que hoy, sin muros ni barreras, y con miles de caminos que convergen y parten
acoge a los jóvenes. Y no importa cual ha sido la motivación que los ha llevado allí
–reconoció el Papa- si por curiosidad, si por convicción, si por amistad, pues cualquiera
que sea el motivo que los ha conducido hasta Loreto, fue por obra del Espíritu Santo
y por ello ahora les toca abrir sus corazones y ofrecer todo a Dios.
Benedicto
XVI ha exhortado a los jóvenes a dirigirse a Dios, a decirle que están allí, que necesitan
su ayuda y están dispuestos a seguirle. Que le hablen con la misma “actitud interior
y el abandono confiado de aquella joven mujer, que hace más de dos mil años dio su
“sí” al Padre. Que digan con fe en Dios: Aquí estoy, “se haga en mí lo que has dicho”.
El
Papa ha hablado desde el santuario mariano a todos los jóvenes del mundo, manifestando
que allí en Loreto convergen idealmente las multitudes de jóvenes que pueblan los
cinco continentes, sus expectativas y esperanzas. “A esta misma hora –ha dicho el
Pontífice- algunos están en vigilia, otros duermen, otros estudian o trabajan; hay
quien espera y quien desespera, quien cree y quien no logra creer, quien ama la vida
y quien, en cambio, la está desperdiciando. A todos, el Papa les ha dicho que estaba
cerca de ellos, y que comparte sus anhelos más íntimos que están en su alma, y pide
para ellos una vida plena y feliz, una vida rica de sentido, una vida verdadera.
Lamentablemente,
hoy, a menudo, una existencia plena y feliz es vista por muchos jóvenes como un sueño
difícil, y a veces, irrealizable, ha afirmado el Papa, reconociendo que miran al futuro
con aprensión y se preguntan preocupados sobre la sociedad en la que viven, llena
de graves injusticias y sufrimientos, sobre el egoísmo y a la violencia y sobre cómo
dar un sentido pleno a la vida. Entonces, Benedicto XVI los ha conminado a no temer,
porque Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón. Que no hay sueños
irrealizables si los suscita y cultiva en el corazón es el Espíritu de Dios y que
nada puede detener nuestro entusiasmo si estamos unidos a Cristo.
El Santo
Padre insistió en que nada es imposible para quien confía en Dios y se confía a Él,
como lo hizo la joven María, aunque turbada ante la propuesta comunicada por el Ángel
cumplió la voluntad divina, pronunció prontamente su “sí”. Aprendamos de María a decir
nuestro “sí”,-ha dicho el Papa- porque mirándola, siguiéndola dócilmente se descubre
la belleza del amor, pero no de un amor “desechable”, pasajero, engañoso, prisionero
de una mentalidad egoísta y materialista, sino del amor verdadero y profundo.
El
Pontífice, ha hecho hincapié en que en casi todos los jóvenes se cultiva el sueño
de un amor que dé un sentido pleno al propio advenir y que para muchos esto se cumple
en la elección del matrimonio y en la formación de una familia donde el amor entre
un hombre y una mujer sea vivido como un don recíproco y fiel, como un don definitivo,
sellado por el “sí” pronunciado frente a Dios el día del matrimonio, un “sí” para
toda la existencia.
Benedicto XVI ha subrayado que ante el fracaso de otros,
muchos se rinden, y por ello les ha repetido que no hay que temer, pues para quien
confía en Dios, nada es imposible y esto vale para quien está destinado a la vida
matrimonial, y más aún, para aquellos a quienes Dios propone una vida de total despego
a los bienes de la tierra para estar a tiempo lleno dedicado a su Reino. En este sentido,
el Papa ha recordado que muchos jóvenes aspiran al sacerdocio, a ser misioneros, sabiendo
cuantos y cuales riesgos corren. Y Así el Papa recordó al Padre Giancarlo Bossi, sacerdote
secuestrado en Filipinas, y que participó como invitado especial a esta jornada del
los jóvenes con el Papa en Loreto. A través de él, el Pontífice saludó y agradeció
a todos aquellos que dedican su existencia a Cristo en las fronteras de la evangelización,
recordando a los jóvenes, la vida dedicada a Dios no se gasta nunca en vano.
Al
concluir su discurso, Benedicto XVI ha recordado nuevamente a los jóvenes que la próxima
Jornada Mundial de la Juventud, se realizará en Sydney, Australia, y reconociendo
cuan lejano es ese continente, los invitó a orar para que el Señor que cumple cada
prodigio conceda a muchos estar allí. Es este uno de los tantos sueños -ha concluido-
que esta noche rezando juntos confiaremos a María.
Discurso completo
del Papa en la VigiliaQueridos jóvenes, que constituís la esperanza de la
Iglesia en Italia. Estoy feliz de encontraros en este lugar tan singular, en esta
tarde especial, rica de oraciones, de cantos y de silencios, colmada de esperanzas
y de profundas emociones. Este valle, donde en pasado también mi predecesor Juan Pablo
II se encontró quizá con muchos de vosotros, se ha convertido en vuestra “Ágora”,
vuestra plaza sin muros y barreras, donde miles de caminos convergen y parten. He
escuchado con atención a quienes han hablado en nombre de todos vosotros. En este
lugar de encuentro pacífico, auténtico y alegre, habéis llegado por miles de motivos
distintos: quien porque aparentemente tiene un grupo, quien invitado por algún amigo,
quien por íntima convicción, quien con alguna duda en el corazón, quien por simple
curiosidad… Cualquiera que sea el motivo que os ha conducido aquí, puedo deciros que
quien nos ha reunido ha sido el Espíritu Santo. Sí, es así: quien os ha guiado es
el Espíritu; aquí habéis venido con vuestras dudas y certezas, con vuestras alegrías
y vuestras preocupaciones. Ahora os toca a vosotros abrir el corazón y ofrecer todo
a Dios.
Díganle: estoy aquí, ciertamente no soy todavía como tú me quisieras,
no logro ni siquiera entenderme a mí mismo en profundidad, pero con tu ayuda estoy
listo para seguirte. Señor Jesús, esta tarde quisiera hablarte, haciendo mía la actitud
interior y el abandono confiado de aquella joven mujer, que hace más de dos mil años
dio su “sí” al Padre, que la elegía para ser tu Madre. El Padre la eligió porque era
dócil y obediente a su voluntad. Como ella, como la pequeña María, cada uno de vosotros,
queridos jóvenes amigos, digan con fe en Dios: Aquí estoy, “se haga en mi lo que has
dicho”.
Qué estupendo espectáculo de fe joven y comprometedora estamos viviendo
esta tarde. Esta tarde, Loreto se ha convertido, gracias a vosotros, en la capital
espiritual de los jóvenes; el centro en el cual convergen idealmente las multitudes
de jóvenes que pueblan los cinco continentes. En estos momentos nos sentimos rodeados
de las expectativas y esperanzas de millones de jóvenes de todo el mundo: a esta misma
hora algunos están en vigilia, otros duermen, otros estudian o trabajan; hay quien
espera y quien desespera, quien cree y quien no logra creer, quien ama la vida y quien,
en cambio, la está desperdiciando. A todos quisiera llegara mi palabra: el Papa está
cerca, comparte vuestras alegrías y vuestras penas, sobre todo, comparte las esperanzas
más íntimas que están en vuestra alma, y para cada uno pide al Señor el don de una
vida plena y feliz, una vida rica de sentido, una vida verdadera.
Lamentablemente,
hoy, a menudo, una existencia plena y feliz está vista por muchos jóvenes como un
sueño difícil, y a veces, irrealizable. Tantos de vuestros coetáneos miran al futuro
con aprensión y se plantean no pocas interrogantes. Se preguntan preocupados: ¿Cómo
insertarse en una sociedad marcada por numerosas y graves injusticias y sufrimientos?,
¿Cómo reaccionar al egoísmo y a la violencia que a veces parecen prevalecer?, ¿Cómo
dar un sentido pleno a la vida?. Con amor y convicción, os repito a vosotros, jóvenes
aquí presentes, y a través de vosotros, a vuestros coetáneos en el mundo entero: No
tengáis temor, Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas de vuestro corazón.
¿Hay, quizá, sueños irrealizables cuando el que los suscita y los cultiva en el corazón
es el Espíritu de Dios?. ¿Hay algo que puede bloquear nuestro entusiasmo si estamos
unidos a Cristo?. Nada ni nadie, diría al apóstol Pablo, podrá separarnos del amor
de Dios, en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Cf Rm 8, 35-39).
Dejen que
esta tarde yo les repita: cada uno de vosotros si permanece unido a Cristo, podrá
cumplir grandes cosas. Por ello, queridos amigos, no debéis tener miedo de soñar con
los ojos abiertos grandes proyectos de bien, y no debéis dejaros desanimar por las
dificultades. Cristo tiene confianza en vosotros y desea que podáis realizar cada
uno de vuestros más nobles y altos sueños de autentica felicidad. Nada es imposible
para quien confía en Dios y se confía a Él. Mirad a la joven María. El Ángel le prospectó
algo verdaderamente inconcebible: participar en el modo más comprometedor posible
en el más grandioso de los planes de Dios, la salvación de la humanidad. Frente a
tal propuesta María quedó turbada, advirtiendo toda la pequeñez de su ser frente a
la omnipotencia de Dios, y se preguntó, ¿cómo es posible, por qué a mi?. Dispuesta
sin embargo a cumplir la voluntad divina pronunció prontamente su “sí”, que cambió
su vida y la historia de la entera humanidad. Es gracias a su “sí” que nosotros nos
encontramos aquí esta tarde.
Me pregunto y os pregunto: ¿las peticiones que
Dios nos dirige, por cuanto difíciles nos puedan parecer, podrán igualar aquello que
fue pedido por Dios a la joven María?. Queridos chicos y chicas: aprendamos de María
a decir nuestro “sí”, porque ella sabe verdaderamente que significa responder generosamente
a los pedidos del Señor. María, queridos jóvenes, conoce vuestras aspiraciones más
nobles y profundas. Conoce bien, sobre todo, vuestro gran deseo de amor, vuestra necesidad
de amar y de ser amados. Mirándola, siguiéndola dócilmente descubriréis la belleza
del amor, pero no de un amor “de usar y tirar”, pasajero, engañoso, prisionero de
una mentalidad egoísta y materialista, sino del amor verdadero y profundo. En lo más
intimo del corazón de cada chico y cada chica, que se asoma a la vida, cultiva el
sueño de un amor que dé un sentido pleno al propio futuro. Para muchos esto se cumple
en la elección del matrimonio y en la formación de una familia donde el amor entre
un hombre y una mujer sea vivido como un don recíproco y fiel, como un don definitivo,
sellado por el “sí” pronunciado frente a Dios el día del matrimonio, un “sí” para
toda la existencia. Sé bien que este sueño es hoy cada vez menos fácil de realizar.
Entorno a nosotros, cuantos fracasos del amor. Cuantas familias destruidas. Cuantos
chicos, también entre vosotros, que han visto la separación y el divorcio de sus padres.
A quien se encuentra en una tan delicada y compleja situación quisiera decir esta
tarde: la madre de Dios, la comunidad de creyentes, el Papa, están a vuestro lado
y oran para que la crisis que marca a las familias de nuestro tiempo no se convierta
en un fracaso irreversible. Puedan las familias cristianas, con el apoyo de la Gracia
divina, mantenerse fieles a aquel solemne compromiso de amor asumido con alegría frente
al sacerdote y a la comunidad cristiana, el día solemne del matrimonio.
Frente
a estas tantos fracasos es frecuente esta pregunta: ¿soy yo mejor que mis amigos y
que mis parientes que han intentado y han fallado?. ¿Por qué, yo, justo yo, debería
lograrlo donde tantos se rinden?. Este humano temor puede bloquear también a los espíritus
más valientes, pero en esta noche que nos espera, a los pies de su Casa Santa, María
repetirá a cada uno de vosotros, queridos jóvenes amigos, las palabras que ella misma
escuchó al Ángel dirigirle: No temas. No tengas miedo. El Espíritu Santo está con
vosotros y no os abandona jamás. A quien confía en Dios nada es imposible. Esto vale
para quien está destinado a la vida matrimonial, y más aún, para aquellos a quienes
Dios propone una vida de total desprendimiento de los bienes de la tierra para estar
a tiempo lleno dedicado a su Reino. Entre vosotros hay algunos que están encaminados
hacia el sacerdocio, hacia la vida consagrada; algunos que aspiran ser misioneros,
sabiendo cuantos y cuales riesgos corren. Pienso a los sacerdotes, a las religiosas
caídos en las trincheras del amor al servicio del Evangelio. Nos podrían decir tantas
cosas al respecto, el Padre Giancarlo Bossi, por quien hemos rezado durante el período
de su secuestro en Filipinas, y hoy gozamos por tenerlo entre nosotros. En él quisiera
saludar y agradecer a todos aquellos que dedican su existencia a Cristo en las fronteras
de la evangelización. Queridos jóvenes, si el Señor os llama a vivir más íntimamente
a su servicio, respondan generosamente. Estén seguros: la vida dedicada a Dios no
se gasta nunca en vano.
Queridos jóvenes: termino aquí mis palabras, no sin
antes abrazaros con corazón de padre, os abrazo uno a uno y cordialmente os saludo.
Saludo a los Obispos presentes comenzado por el arzobispo Angelo Baganasco, presidente
de la Conferencia Episcopal Italiana y al arzobispo Gianni Danzi que nos acoge en
su Comunidad eclesial. Saludo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y animadores
que os acompañan. Saludo a las autoridades civiles y a cuantos han cuidado la realización
de este encuentro. Estaremos todavía unidos “virtualmente” más tarde, y nos veremos
mañana por la mañana, al término de esta noche de vigilia, para el momento más alto
de nuestro encuentro, cuando se hará presente realmente el mismo Jesús en su Palabra
y en el misterio de la Eucaristía. No obstante, desde ahora, quisiera daros jóvenes
una cita en Sydney, donde dentro de un año tendrá lugar la próxima Jornada Mundial
de la Juventud. Lo sé, Australia está lejos y para los jóvenes italianos es literalmente
el otro lado del mundo. Oremos para que el Señor, que cumple cada prodigio, conceda
a muchos de vosotros estar allí. Lo conceda a mí, y lo conceda a vosotros. Es éste
uno de los tantos sueños nuestros que esta noche rezando juntos confiaremos a María.