El enviado del Papa a Perú recuerda al final de su viaje que la Eucaristía es la más
alta escuela de humildad, sabiduría espiritual y fuente de la paz del corazón. Oración
de consagración
Viernes, 31 ago (RV).- Con una Misa solemne, presidida por el cardenal Tarcisio Bertone,
secretario de Estado y enviado especial del Santo Padre, se clausuró el IX Congreso
Eucarístico Nacional de Perú. Más de 40 Cardenales, arzobispos y obispos concelebraron
con el Legado Pontificio en las afueras de la Catedral de Chimbote.
En la homilía
de la misa, el cardenal Bertone manifestó, entre otras cosas que, “mientras el rostro
de Jesucristo ilumina la Palabra de Dios, ésta nos permite contemplar la profundidad
del misterio eucarístico”. La Eucaristía, dijo, “es la más alta escuela de humildad
y sabiduría espiritual y fuente de la paz del corazón”. En la Eucaristía “nos alimentamos
de Jesucristo, manifestación suprema de la humildad misma de Dios. Recibiéndolo a
Él podemos asimilar su humildad divina y siguiendo su ejemplo podemos convertirnos
en constructores de paz y de amor”.
“Solamente Cristo -afirmó el purpurado
italiano- puede dar esperanza verdadera a las poblaciones de Latinoamérica, permaneciendo
fieles a su Evangelio y fieles a Él, podrán caminar en sintonía con la Iglesia. María,
Madre Nuestra haz que todos los cristianos sean discípulos de Cristo y alcanza la
concordia y la paz al Perú y Latinoamérica”.
Tras el acto de clausura, los
miles de feligreses acompañaron en procesión al Santísimo Sacramento, que entre vivas
y cantos pasó por las numerosas alfombras preparadas por los equipos pastorales de
la Diócesis de Chimbote. Después en la Plaza de Armas de Chimbote, abarrotada por
miles de files, tuvo lugar el acto de consagración de Perú a la Virgen María, presidido
por el cardenal Bertone. Les ofrecemos a continuación la oración de consagración:
“Hoy, María, se vuelven hacia ti los ojos de los hermanos de Jesús, Hijo Único
del Padre Eterno, y de ti, siempre Virgen. En esta hora de gracia y bendición para
el Perú, deseamos reafirmar nuestra fe en Cristo, Camino, Verdad y Vida, cuya Palabra
queremos acoger en nuestro corazón como Tú la acogiste, renovándonos por la Eucaristía”.Hoy
queremos confiarte el futuro que nos espera, rogándote que nos acompañes en nuestro
compromiso. Santa María, sabemos que el camino es arduo; esta tierra gloriosa, cuna
de santos, se ve ahora afligida por la violencia y la muerte, por la pobreza y la
injusticia.
¡Madre de la Iglesia, ilumina al Pueblo
de Perú por los caminos de la fe, la esperanza y la caridad! ¡Ayúdanos a vivir el
compromiso de nuestra consagración en favor de todo el pueblo peruano, de nuestra
costa, sierra y selva. Conforta al que está triste y deprimido, al que no tiene familia,
ni seres queridos, ni amigos. Despierta las conciencias de todos nosotros para poder
responder a las necesidades de los demás, con justicia, misericordia y amor.
Enséñanos
a renunciar a nuestras ambiciones egoístas para buscar con generosidad lo que sea
útil a nuestros hermanos. María, mujer de corazón, queremos ser como tú, buenos y
sencillos, aún cuando nuestro ánimo está abrumado por las preocupaciones y dificultades.
En
tus manos, Oh Virgen, ponemos las esperanzas y las fatigas, las alegrías y las tristezas
de las familias que viven en esta tierra que Tú tanto quieres. María, madre atenta
y diligente, no permitas que nuestros hijos, confundidos por tantos peligros, se olvidan
de Jesús.
Que los jóvenes del Perú busquen la voluntad
de Dios en su vida y construyan un futuro radiante de esperanza para todos. Sabemos
que Tú cuidas a nuestros niños, a los jóvenes, a los ancianos, a todas las familias
y comunidades; a los que trabajan por la dignidad humana y por la vida: a nuestros
gobernantes y a los constructores de la sociedad.
Consoladora
de los afligidos, se sufre en esta nación, donde los hombres suspiran por un orden
social, un progreso y un equilibrio cada vez más humano en la libertad: por encontrar
la paz, fundada en la verdad, edificada en la justicia y vivificada por el amor.
Madre
de la Iglesia y Madre nuestra, María, tenemos en nuestras manos todo lo que un pueblo
es capaz de ofrecerte: la inocencia de los niños, la generosidad y el entusiasmo de
los jóvenes, los afectos más auténticos cultivados en las familias, la ilusión de
los trabajadores, los temores de los desocupados, la soledad de los ancianos, la angustia
de quien busca el sentido verdadero de la existencia, el arrepentimiento sincero de
quien se ha extraviado en el pecado.
Por eso queremos
ofrendar a Ti todo el Pueblo de Dios que peregrina en el Perú y ponernos cerca de
tu Corazón Inmaculado de Madre, para que sigamos siendo valientes testigos de la verdad,
defensores de la dignidad de nuestros hermanos, y constructores de la unidad. Ruega
por nosotros, Santa Madre de Dios Queremos vivir para Cristo. Amén”.