En vísperas de trasladarse a la residencia pontificia de Castelgandolfo, Benedicto
XVI agradece a todos los que han contribuido para que su estancia en los alpes dolomitas
haya sido «un tiempo inolvidable de reposo para el cuerpo y el alma»
Jueves, 26 jul (RV).- Al final de esta mañana, en vísperas de trasladarse a la residencia
pontificia de Castelgandolfo, el Santo Padre ha manifestado su profunda gratitud a
las autoridades civiles, militares y religiosas de Cadore y a los representantes
de las organizaciones que han colaborado en el buen logro de su estancia en los alpes
dolomitas: «Queridos amigos, al final de estas dos semanas transcurridas en esta bella
tierra dolomita puedo sólo agradecer - a todos y a cada uno - vuestro servicio y vuestro
empeño. Vuestra presencia silenciosa, discreta y competente, día y noche, me ha brindado
el espacio para un tiempo de reposo inolvidable, reposo para el cuerpo y el alma».
El
Papa ha evocado el libro de los Salmos: «Tu bondad Señor me rodea como los montes
eternos», destacando que en esta región italiana se percibe, precisamente, el «estar
rodeados por esta bondad divina, visible en la belleza de las montañas». Asimismo,
el Santo Padre ha puesto de relieve «la bondad humana», que le ha arropado y acompañado
siempre en estos días que ha transcurrido en Lorenzago: «Habéis sido para mí como
verdaderos ángeles custodios, invisibles, silenciosos, pero siempre presentes y disponibles.
Y queda grabado en mi memoria este recuerdo de vuestra presencia y la de todos en
estos días».
Antes de su bendición, Benedicto XVI ha concluido sus cordiales
palabras de despedida deseando a todos unas vacaciones serenas y felices.