Santa Sede/Foro Global sobre Migración y Desarrollo
Jueves, 12 jul (RV).- La Santa Sede reitera la necesidad de tutelar la dignidad humana
tanto de los emigrantes como de los pueblos que les reciben. Porque «los seres humanos
no son primaria o únicamente un factor económico, sino que están dotados de una innata
dignidad y de iguales e inalienables derechos».
En su intervención ante el
Foro Global sobre Migración y Desarrollo, que concluyó ayer en Bruselas, el secretario
del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, que encabezaba
la delegación de la Santa Sede, hizo hincapié en la actual conexión entre migración
y desarrollo y en la necesidad de impulsar el logro del bien común universal. Es decir,
en favor de toda la familia humana.
Tras recordar que el desarrollo auténtico
e integral de los seres humanos nunca es en detrimento de la dignidad humana, el arzobispo
Agostino Marchetto subrayó, una vez más, la necesidad de que se promueva el respeto
de las exigencias morales, culturales, espirituales y religiosas de los individuos
y de las comunidades.
Destacando asimismo que las personas tienen derecho
a vivir en paz y dignamente en su propio país, Mons. Marchetto recordó la responsabilidad
de los estados de esmerarse en promover el desarrollo nacional, de forma que sus propios
ciudadanos no se vean obligados a dejar su patria, buscando desesperadamente una vida
digna por doquier.
Alentando a no olvidar que los emigrantes contribuyen al
bienestar del país que los acoge, y que su dignidad humana debe ser respetada, Mons.
Marchetto enumeró las libertades que deben ser garantizadas. Como «el derecho a una
vida digna, a un trato correcto en su trabajo, al acceso a la educación, a la salud
y a los demás servicios sociales, a desarrollar sus propias capacidades, a crecer
desde un punto de vista humano, a manifestar libremente la propia cultura y a practicar
su religión».
Tampoco podemos olvidar que los «derechos y deberes van juntos».
afirmó Mons. Marchetto, recordando asimismo que los emigrantes tienen también el deber
de respetar la identidad y las leyes del país donde residen, de impulsar una justa
integración en la sociedad que les acoge y de aprender su lengua. Deben favorecer
la estima y el respeto por el país que los recibe, hasta llegar a amarlo y defenderlo.
El secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes
alentó a no desfallecer en la búsqueda de soluciones para la sufrida situación de
los emigrantes que se hallan en situación irregular. Abogando por una mayor cooperación
internacional, el arzobispo Marchetto concluyó renovando el llamamiento que - en su
mensaje para la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados de este año - Benedicto
XVI dirige a los gobiernos que aún no lo han hecho, para que ratifiquen la Convención
internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores emigrantes
y de sus familiares.