Julio: Intención general para el Apostolado de la Oración
Miércoles, 4 jul (RV).- «Para que todos los ciudadanos - individualmente y en grupo
– tengan la posibilidad de participar activamente en la vida y la gestión de la cosa
pública por el bien de todos». Es la Intención General que Benedicto XVI presenta
para este mes de julio.
Y para reflexionar sobre esta Intención recordamos
algunas partes del denso discurso que Benedicto XVI pronunció en el santuario mariano
de Aparecida, al inaugurar la V Asamblea General del Episcopado Latinoamericano y
del Caribe.
Refiriéndose a la realidad urgente de los grandes problemas económicos,
sociales y políticos de América Latina y del mundo, el Santo Padre hizo hincapié en
que «los pueblos latinoamericanos y caribeños tienen derecho a una vida plena, propia
de los hijos de Dios, con unas condiciones más humanas: libres de las amenazas del
hambre y de toda forma de violencia».
Para estos pueblos - recomendó Benedicto
XVI - «sus Pastores han de fomentar una cultura de la vida que permita», como decía
su predecesor Pablo VI, «pasar de la miseria a la posesión de lo necesario, a la adquisición
de la cultura… a la cooperación en el bien común… hasta el reconocimiento, por parte
del hombre, de los valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin»
(Populorum progressio, 21).
En este contexto, el Papa quiso recordar la Encíclica
“Populorum progressio”, cuyo 40 aniversario se conmemora este año. «Este documento
pontificio pone en evidencia que el desarrollo auténtico ha de ser integral, es decir,
orientado a la promoción de todo el hombre y de todos los hombres (cf. n. 14), e invita
a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en
el acceso a los bienes. Estos pueblos anhelan, sobre todo, la plenitud de vida que
Cristo nos ha traído: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”
(Jn 10,10). Con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana,
en su dimensión personal, familiar, social y cultural».
Reiterando que - «nos
concierne a todos» - «el modo en que la Iglesia, iluminada por la fe en Cristo, debe
reaccionar ante estos desafíos», Benedicto XVI destacó que «es inevitable hablar del
problema de las estructuras, sobre todo de las que crean injusticia». Puesto que «las
estructuras justas son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la
sociedad».
Las estructuras justas son – enfatizó Benedicto XVI - una condición
indispensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un consenso
moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir
estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal.
Las
estructuras justas han de buscarse y elaborarse a la luz de los valores fundamentales,
con todo el empeño de la razón política, económica y social. Son una cuestión de la
recta ratio y no provienen de ideologías ni de sus promesas. Ciertamente existe un
tesoro de experiencias políticas y de conocimientos sobre los problemas sociales y
económicos, que evidencian elementos fundamentales de un estado justo y los caminos
que se han de evitar. Pero en situaciones culturales y políticas diversas, y en el
cambio progresivo de las tecnologías y de la realidad histórica mundial, se han de
buscar de manera racional las respuestas adecuadas y debe crearse – con los compromisos
indispensables – el consenso sobre las estructuras que se han de establecer.
Benedicto
XVI terminó su discurso con una oración “Quédate con nosotros, porque atardece y el
día ya ha declinado” (Lc 24, 29). Esta fue la parte de su ruego que se enlaza con
la Intención General que nos presenta para este mes de julio:
Quédate con nosotros,
Señor, acompáñanos aunque no siempre hayamos sabido reconocerte. Quédate con nosotros,
porque en torno a nosotros se van haciendo más densas las sombras, y tú eres la Luz;
en nuestros corazones se insinúa la desesperanza, y tú los haces arder con la certeza
de la Pascua. Estamos cansados del camino, pero tú nos confortas en la fracción del
pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad tú has resucitado y que nos has
dado la misión de ser testigos de tu resurrección. Quédate con nosotros, Señor,
cuando en torno a nuestra fe católica surgen las nieblas de la duda, del cansancio
o de la dificultad: tú, que eres la Verdad misma como revelador del Padre, ilumina
nuestras mentes con tu Palabra; ayúdanos a sentir la belleza de creer en ti.
Quédate,
Señor, con aquéllos que en nuestras sociedades son más vulnerables; quédate con los
pobres y humildes, con los indígenas y afroamericanos, que no siempre han encontrado
espacios y apoyo para expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad.
Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la esperanza y
la riqueza de nuestro Continente, protégelos de tantas insidias que atentan contra
su inocencia y contra sus legítimas esperanzas. ¡Oh, buen Pastor, quédate con nuestros
ancianos y con nuestros enfermos. ¡Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos
y misioneros!